Faltó la lágrima, Doña María
Sánchez no dimite ni convoca elecciones. Todavía se cree el gestor de esos pasos. Necesita unos meses para limpiar el horizonte penal que le aguarda, a él y a su esposa. Y para enternecer a los votantes del PSOE, los del llanto fácil, los oyentes de Inchaurrondo y Pardo de Vera
Lógicamente está desentrenada, fuera de escena. Casi todos los autores teatrales de principios del siglo XX coinciden en situar en lo más alto del pedestal escénico a doña María Guerrero, de inabarcable repertorio, y junto a su esposo don Carlos Díaz de Mendoza, referencia y gloria del teatro español. Doña María –nadie le apeaba el tratamiento de respeto–, falleció en el mes de enero de 1928, y lógicamente, no está en forma. El pasado jueves, mediante un truco y un aparato ya utilizados por Muñoz-Seca en su comedia La Plasmatoria, pudo volver a la vida y hablar a los españoles durante treinta minutos. En La Plasmatoria, el que aparece dentro de la máquina es un malherido don Juan Tenorio. Marañón termina de publicar sus teorías sobre don Juan y ha concluido que era trucha. De ahí que lo primero que Tenorio le ruega al público es la dirección de Marañón, para presentarse en su casa y soltarle un par de guantazos.
El jueves hubo lío político en el PSOE. Los más fieles y obedientes sicarios de Sánchez han caído por la corrupción, por el mal hábito de robar el dinero que con ímprobos esfuerzos ingresan los españoles en concepto de impuestos. Y se anunció una comparecencia del presidente del Gobierno. Con estupor los españoles vimos que Sánchez surgió de las sombras y del rojo carmesí del PSOE, plasmado en doña María Guerrero. Voz trémula, hombro izquierdo caído, como el ala del cisne negro del Baile de los Cisnes. Movimiento de inseguridad, sólo preguntas a los periodistas amigos y afectos al pesebre, que en su mayoría así se comportan los periodistas que dominan las cadenas de televisión, radio y algún que otro medio, entre los que destaca El Debate. Pero pueden estar tranquilos los españoles. Sánchez designó a Ábalos como su número 2 y a Koldo con el 3. Cuando, para evitar un escándalo internacional de maletas, dinero, y putyflys, sacó a Ábalos del Gobierno, lo mantuvo fiel a su lado. Después vino Santos Cerdán, otro granuja, comisionado por Sánchez para entregar Cataluña al forajido de la fregona.
Sus despreciables socios están cómodos (quizá y sin quizá los nacionalistas vascos de los maquetos Pradales y Esteban) ya han pedido reflexión. Sánchez no dimite ni convoca elecciones. Todavía se cree el gestor de esos pasos. Necesita unos meses para limpiar el horizonte penal que le aguarda, a él y a su esposa. Y para enternecer a los votantes del PSOE, los del llanto fácil, los oyentes de Inchaurrondo y Pardo de Vera, los ositos koala de los ecologistas sandía, los seguidores de Broncano, los estafados por ellos mismos, más que Sánchez necesitaban una buena interpretación del cinismo más absoluto, de la desvergüenza excremental para no ser perseguido por la gente calle Ferraz arriba, calle Ferraz abajo. Y Doña María Guerrero no ha tenido el suficiente tiempo para acomodarse en este siglo y salir a hombros del patio de butacas. La María Guerrero que nos explicó que ella no tiene culpa alguna de lo que sucede, que él jamás hizo trampas en las primarias del PSOE, y que se siente muy decepcionado de Santos Cerdán, cuando a Santos Cerdán se le veía venir desde que se establecieron las condiciones de entrega de España a Cataluña, era mucho para doña María.
Le faltó la lágrima, y el llanto consolado y consolador de Yolanda Díaz y Pilar Alegría. Pero a Doña María Guerrero no le sobraba tiempo para darse una vuelta por su teatro, ni revivir la alegría de Madrid, y no lloró desde el paquete corporal del cobarde paiporteño, sencillamente, porque no le dio la gana.
De esta no sales, Pit.