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Cosas que pasanAlfonso Ussía

La Isla Negla

Hoy tengo ante mis avergonzados ojos la Isla Negra en su edición china, y me sumo a quien dé un paso al frente en el ámbito judicial de interponer una querella criminal al presidente de China, Xi Jinping. A Tintín se le trata con más respeto, asno amarillo

Actualizada 01:30

La Isla Negra –a partir de ahora la Isla Negla porque me voy a referir a su versión china, es cuestión de gustos–, de las más flojas del insuperable Hergé. No soy coleccionista de objetos, cartelería y demás recuerdos de Tintín, eso sí, tengo lo fundamental. La Tintinoteca completa de ese mundo ilusionante y aventurero de Tintín, Milú, el capitán Haddock, los policías Hernández y Fernández –Dupont y Doupond–, en la versión original, el profesor Tournesol, la diva Castafiore y los malos, que abundan. Los chinos, que perdieron mi simpatía cuando no había cumplido aún los cuatro años, tienen todo el derecho a editar y vender las aventuras de Tintín en chino, siempre dentro de un orden. Desde Tintín en el Congo, al Cetro de Ottokar, y El Tesoro de Rackham el Rojo, todas las obras de Hergé se han editado al hilo de la versión francesa. Hoy tengo ante mis avergonzados ojos la Isla Negra en su edición china, y me sumo a quien dé un paso al frente en el ámbito judicial de interponer una querella criminal al presidente de China, Xi Jinping. A Tintín se le trata con más respeto, asno amarillo. Ante mí tengo la bofetada que Xi Jinping nos ha dado a los millones de tintineros que vivimos sobre este planeta tan conflictivo.

Tengo un amigo, uno de los más prestigiosos filatélicos del mundo (bogavante) que domina todo el universo del papel, desde planos a pasaportes, dibujos, grabados y lo que haga falta. No me parece buena idea identificarlo, pero creo que recordar que se llama Eduardo y de apellido Escalada, más o menos algo así. A él le debo la recuperación de las series de sellos de mi infancia, y un libro que jamás reclamaría Puigdemont a Sánchez a cambio de una mona de Pascua. La Inferioridad de la Raza Catalana, original del diputado catalán Caballé y prologado por José María Salaverría. El texto no tiene desperdicio. Y hace unos pocos días, para ayudarme a curar la herida de mi peor caída me llevó a la Clínica Mompía, a un paso de Santander, la edición china de la Isla Negla, y sigo con el estupor bailando entre mis ojos. Tengo por distantes, simbólicos al revés, jeroglíficos y contraproducentes para la salud a los chinos. Además, nos van a terminar arruinando. Porque los pájaros son muy listos y han creado un mundo dentro del que vivimos repletos de curvas y vericuetos en el uso de la palabra. Pero la ediciones se respetan. ¿Se figuran los Astérix de Goscinny y Uderzo, en versión bolsillo, papel rasposo, y con la iluminación de los colores apagada? ¿A Obélix sin las rayas azules de los pantalones? Entiendo que una buena parte de la humanidad se sienta amenazada por los chinos. Pero se trata de una preocupación adosada a la crueldad de nuestro destino.

Los chinos nos llegan, nos arrasan, y nos comen. Pero una cosa es adueñarse del mundo para que sólo vivan los chinos y otra muy diferente pasarles por alto esta falta de educación. De la magna obra de don Camilo Rol de Cornudos su editorial lanzó una reimpresión con carátulas blandas. Cela ordenó retirar la edición completa. –Los libros son continente y contenido. El contenido, una joya que me ha costado mucho trabajo culminar. El continente, una mariconada. Mis libros no pueden editarse para un regalito de cumpleaños–. Quizá excesiva dignidad, pero ya se sabe que entre la dignidad y el orgullo, Cela exigía siempre las dos cosas, sin renunciar a la tercera.

Una nación que admite una edición como el de la Isla Negla de Tintín, es capaz de ponerse en marcha y salvar a Sánchez.

Que los chinos son capaces de todo.

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