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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Air Totana

Juan revendió con pérdidas el avión y el director de administración no pudo consolar a los parientes de ningún fallecido por un mal aterrizaje

Actualizada 08:46

Juan Garrigues, un tipo maravilloso y original al que imitaba Humphrey Bogart, (Bogart murió sin conocer a Juan, pero le imitaba), me llamó a su despacho. Jolgorio y copas para celebrar lo que yo, el más novato de la empresa, desconocía. Se había cerrado la operación sin contar con mi aportación técnica, que es la manera de decir que la aportación técnica, en ocasiones, carece de sentido. El hecho es que la empresa CIEX de Juan, dedicada a la exportación de productos a la URSS, había comprado un avión. Un viejo 'Caravelle' muy reacio a disimular su vejez. Claro, que había que bautizar a la nueva compañía aérea de alguna manera, y propuse Air Totana. Totana tiene eso. Que nace de sus entrañas una familia generosa y de gran inteligencia, como una chismosa amargada y desleal. Se aprobó en principio lo de Air Totana, sin cerrar otras posibilidades.

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Barca

Y nos repartimos los papeles. Juan, presidente; Sancho Dávila, vicepresidente; Antón Martiarena, delegado en Guipúzcoa, a mí me correspondió la delegación de La Coruña, y al director de Administración, que se apellidaba Sánchez-Torres el más duro y desagradable de los cargos. Representante de la compañía para testimoniar su dolor a los familiares de las víctimas del primer accidente, que a la vista del avión, se produciría a no tardar.

Mi mujer esperaba a nuestro primer hijo y obtuve de Juan el permiso para no formar parte del viaje inaugural. Con los papeles en regla, despegó a las 9, 43 de la mañana, comida en Valencia con gambas de Denia y arroz, y retorno a Madrid a partir de las 18 horas. Por un pequeño inconveniente, hubo que retrasar la salida. La tripulación, prácticamente jubilada, llevaba tres meses sin tocar un mando del airoso 'Caravelle' que lucía lindo como dicen por allá. Y al hacer la maniobra, un plano de nuestro avión rozó con un ala del avión inmediato, que volaría hasta Orense, porque todo el pasaje tenía el aspecto de visitar Orense con generosa frecuencia, aunque no pueda confirmarlo.

Hasta las 18 horas no apareció nuestro avión, que había sido curado de su pequeña herida en un hangar del aeropuerto. Al fin, los pasajeros del primer vuelo de Air Totana embarcaron con destino Valencia. Fue emocionante y me cuentan que sonaron fuertes aplausos cuando el coche auxiliar empujó a la gloriosa aeronave hasta el lugar en el que aguardaría hasta obtener el permiso de rodaje hacia la cabecera de pista. Con tan mala suerte, que una camioneta de empresa de paquetería a domicilio, no calculó bien y los paquetes colocados en las cimas del equipaje colisionaron de nuevo con el avión de Air Totana. Finalmente, la operación se deshizo. Juan revendió con pérdidas el avión y el director de administración no pudo consolar a los parientes de ningún fallecido por un mal aterrizaje.

Y todo eso con un sólo avión, sin pedir dinero a nadie, sin utilizar dinero público y sin quitarnos a los españoles 500 millones de euros para cobrar las correspondientes comisiones begoñeras.

Hemos perdido mucho con los años.

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