Vox se merece la violencia
O eso defienden desde el PNV, que prefiere entenderse con los amigos de Otegi antes que con los de Ortega Lara, confirmando que siempre estuvieron más cerca del secuestrador que del secuestrado
Este miércoles, un señor del PNV ha justificado la violencia contra Vox en el País Vasco. Y lo ha hecho alegando que corren ese peligro (sus mesas informativas y sus simpatizantes) porque los vascos sufrieron mucho «durante el franquismo y por parte de los fascistas».
El autor de esa afirmación es un tal Ramiro González Vicente, que ni tiene ocho apellidos vascos ni nació allí arriba: lo hizo en Burgos. Este hombre es diputado general de Álava y tiene el honor de ser el que más tiempo ha desempeñado el cargo en democracia, por lo que intuimos que no tendrá ese problema con la jubilación según el cual los que vamos por detrás nos retiraremos a los 71. Ramiro cobra además cerca de 90.000 euros anuales, así que está muy por encima de la media nacional. El caso es que este diputado aportó como prueba última de su afirmación que «los únicos que necesitan escolta en la calle en Euskadi son ustedes (en alusión a Vox)», que es algo así como decir que algo habrán hecho las mujeres si son las únicas que tienen un teléfono para denunciar casos de violencia contra ellas. ¿A que a nadie se le ocurriría decir semejante barbaridad? Pues eso es lo que ha ocurrido esta vez: se ha culpado a la víctima por serlo, por el hecho de existir.
Que discursos como este permanezcan en 2025 carga de razones a todos los que pensamos que el proyecto de ETA sigue hoy muy presente. No habrá pistolas (entre otras cosas gracias a jueces y policías valientes) pero su mensaje continúa vigente: hay buenos y malos vascos. Gente a la que se puede (y se debe) perseguir y hostigar por pensar distinto. Gente que no merece participar de la política activa porque así lo dictan unos criterios completamente sectarios. Porque no hay en las listas de Vox condenados por delitos de sangre y de terrorismo, pero sí los hay en las listas de Bildu y ahí está: redactando la ley de vivienda porque así lo quieren Pedro Sánchez y su corte de mamadores.
Cualquier demócrata convencido debería rechazar el discurso totalitario de Ramiro González, del que ningún otro periódico se había hecho eco antes de la medianoche de ayer, por cierto. Cualquier demócrata, simpatice o no con Vox, debería defender su derecho a estar allí donde les plazca sin ser agredidos. Cualquier demócrata practicante, claro está, no como los mandos del PNV, que prefieren entenderse con los amigos de Otegi antes que con los de Ortega Lara, confirmando que siempre estuvieron más cerca del secuestrador que del secuestrado.