Los enanos de Lamine Yamal
Ahí tienen al gigante de la corrupción estableciendo prioridades: perseguir a los acondroplásicos que trabajan con el hortera de 18 años
Anda desesperado el Régimen por buscar la manera de desviar la atención del carrusel de bochornos que provoca, a cual más hiriente: salta de las saunas a las rendiciones con el PNV o ERC; de las cátedras begoñiles al destierro japonés del hermanísino, del varapalo a la amnistía al incipiente cerco a la financiación del PSOE y así en un bucle eterno como el instigador de todo, un presidente ilegítimo en origen que ostenta el poder pero solo puede ejercerlo para destruir España al dictado de sus secuestradores.
Ahora intentan despistar al personal con la ultraderecha, que es entretenimiento habitual y se resume en un mantra casi infantil: si dices tres veces facha delante de un espejo, se te aparece Franco. Y así.
Luego asoma la realidad en Torre Pacheco y la supuesta ola fascista no da ni para convocar a cien personas, lo que demuestra dos cosas: que el globo estaba hinchado artificialmente para convertir un problema objetivo con la inmigración masiva e irregular en una amenaza del fascismo con la que consolidar el mensaje partisano de Sánchez contra el PP y VOX; y que los vecinos de media España están hasta el moño de la inseguridad, la degradación de sus calles y la impunidad de la chusma, sea doméstica o foránea, y necesitan ayuda.
No la de tontos con balcones que se creen el Cid Campeador y no pasan de bufones hiperventilados; sino la del Estado de derecho, que tiene Policía y leyes para poner en su sitio a ñetas, moros o blanquitos autóctonos, qué más da, unidos por el mismo cordón umbilical de la jeta, la pereza, el abuso y el delito: es el comportamiento, no la raza ni el credo, lo que tiene harto al españolito común, mientras la política monta su show y se inventa un problema inexistente para no abordar el de verdad. Que aquí todo quisque se sube a la parra y no pasa nada.
No ha colado el invento porque el único extremismo político existente en España es el de «izquierdas» y lo encabeza el PSOE de Pedro Sánchez, el Tancredo del radicalismo populista y separatista que, para disimular su rendición ante ambos, se ha puesto al frente de los dos.
Pero de su desesperación para tapar el prostíbulo político que es la Moncloa, llena de cabinas vaporosas donde tipos talludos negocian con la Constitución pertrechados con una toallita, también da cuenta otro episodio a la desesperada: el posible inicio de acciones legales contra Lamine Yamal, instado por el Gobierno, por la contratación de enanos para su fiesta de cumpleaños.
Hemos visto al jugador, muy bueno en lo suyo y muy perdido y hortera en todo lo demás, rodeado de señoritas que bien podrían haber contribuido en el pasado al éxito del negocio del padre de Begoña Gómez. Y también al deportista subido a un coche sin cinturón de seguridad. E incluso dando el mal ejemplo típico de quien carece de uno bueno en casa. Todo ello es más grave, tenga o no consecuencias legales, y merece una reflexión pública: el salario de una estrella impone unos peajes que no aparecen en el contrato pero son vinculantes y tienen que ver son su probidad. Si tanta gente te mira, has de entender que eres un modelo a seguir, con lo que eso comporta.
Pero solo se han metido con los enanos, que son como las azafatas de la Fórmula 1, las motos GP o la Vuelta a España: hay que salvarlos a todos, todas y todes de sí mismos, por el curioso procedimiento de suprimir un trabajo que desempeñan voluntaria y felizmente sin darles alternativa laboral alguna.
De no ser tan bueno uno en lo suyo, uno se imagina al tal Lamine más cerca de pasar un fin de semana de ocio en Torre Pacheco que de mover masas y suscitar tanta expectación por hacer el ridículo rodeado de otros macarras.
Pero de no estar tan devaluado todo, uno se imagina también a un presidente serio, más preocupado por sofocar incendios que por perseguir a acondroplásicos entrañables a ver si, entre tanto enano, consigue el imposible de tapar que él es un gigante de la corrupción asociado con cíclopes del delito.