Fundado en 1910
Perro come perroAntonio R. Naranjo

Por qué las mujeres ya no quieren a Sánchez

La estampida del voto femenino es la condena social inapelable que el PSOE se ha ganado a pulso por múltiples razones

El voto femenino no es un bloque, y hablar de él como si lo fuera es profundamente machista, como lo es ese paternalismo pseudoprogresista también que las protege de ellas mismas por el arcaico método de quitarles su trabajo sin preguntarles: a las azafatas de Fórmula 1 las salvaron de ser cosificadas, esa palabra que dicen mucho en La Sexta pero luego no contratan ninguna dama lejana al canon de las proporciones perfectas, a pesar de sus alaridos de protesta y de que estaban encantadas con su ocupación.

Con el voto femenino ocurre algo similar: la progresía, que tiene de progresista lo que el Estrangulador de Boston de fisioterapeuta, estabula a las señoras como si fueran un todo y, desde ahí, lanzan mensajes generalistas para ellas, no muy distintos en concepción comercial a los viejos anuncios televisivos sobre las bondades de una plancha a vapor.

No hay dos mujeres iguales, y lo que les preocupa a cada una de ellas es un misterio, más allá de obviedades que también preocupan a los hombres: la calidad del trabajo, la conciliación familiar, la presión fiscal, el futuro de sus hijos y la calidad de los servicios públicos que financian con sus riñones.

Y luego hay problemas específicos de ellas que no conforman un canon ideológico predeterminado e inquietan igual al margen del partido de su preferencia: los delitos sexuales, los abusos laborales, la violencia machista y todo aquello en lo que su inferioridad física o jerárquica potencia los peligros, que tienen mucho más que ver con la fuerza bruta que con la educación, aunque sin apelar a ésta no podría justificarse el suculento negocio de la industria de género.

Pero si hay algo que las une, a ellas y a nosotros: el rechazo profundo a que un tipo que presume de feminista, de abolicionista, de igualitario y de toda la cacharrería retórica habitual de la izquierdita patria, que es pura pose, encarne justo lo contrario.

La huida del voto femenino en Sánchez, señalada por todas las encuestas y anticipada ya hace tiempo por analistas como César Calderón o Pablo Pombo, es la sentencia social a casos que no se han juzgado aún pero ya tienen fallo público: al enchufismo de la esposa, con su obsceno tráfico de influencias del que solo parece conocerse la punta del iceberg; al latifundismo prostibulario reincidente de su entorno más cercano; a la feria de ganado con que Koldo y compañía trataban el comercio de mujeres o su colocación en empresas públicas y, desde luego, a la falta de conexión entre el cacareo incesante en defensa de ellas y la desprotección que luego sufren cuando hay que pasar de la prédica al trigo.

Porque las mujeres de España tienen padre, marido, hermanos, hijos y sobrinos, por lo general, y ven cómo se les señala preventivamente con discursos públicos generalistas que extienden la sombra de sospecha sobre ellos por ser varones, heteros, blancos y quizá hasta católicos, lo que unido a otros atributos como su gusto por la carne o el fútbol les hace poseedores de una especie de malvado gen capaz de las peores fechorías, a juicio de los mismos que ven luego en la insoportable delincuente Juana Rivas una heroína moderna.

Y, sin embargo, ven también cómo se desecha una de las causas del incremento de los delitos sexuales si, por ejemplo, toca el terreno pantanoso del origen confesional y geográfico de quienes los cometen: escuchar a diario la turra de que hay que reeducar a los hombres de sus vidas mientras se prescinde de actuar sobre quienes sí lo necesitan no es, digamos, la mejor manera de lograr un gran éxito electoral.

Y si eso lo completas con catálogos de prostitutas, bares de lucecitas, saunas del suegro y la churri propia convertida en catedrática, viajera del Falcon y captadora de fondos, las consecuencias son muy claras: las únicas mujeres que han prosperado con Sánchez son Begoña, Jésica y el resto de novias de Ábalos.

Ellas, las españolas, nuestras chicas maravillosas, siguen alojadas en el fondo del paro femenino en Europa y tienen más miedo que nunca a salir a la calle. Todo gracias al feminista de cartón piedra que vivió 15 años en un piso de lujo comprado con dinero ganado en tugurios. Un poquito de por favor.

comentarios
tracking

Compartir

Herramientas