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HorizonteRamón Pérez-Maura

Estamos perdiendo la batalla contra el Islam

Todos sabemos que la posibilidad de que trabajadores europeos emigren en números relevantes a buscar empleo en el Magreb es altamente improbable. Y las autoridades de esos países lo saben también

La crisis de Jumilla es muy reveladora por la debilidad que manifiesta en España y en Occidente en general. Hay dos partidos constitucionales, que son la primera y la tercera fuerza parlamentaria en el Congreso de los Diputados, que se han puesto de acuerdo en condicionar las manifestaciones de la fe musulmana que se pueden hacer públicamente en Jumilla.

Déjenme que les ponga el ejemplo de otra manera. In Salah es una ciudad-oasis en el centro de Argelia, que una vez fue un vínculo comercial importante de la ruta trans-sahariana de caravanas. Según el último dato censal disponible, In Salah tiene 30.000 habitantes. Algo muy parecido a Jumilla, que tiene algo más de 27.000. ¿Se imaginan ustedes la que se organizaría si en In Salah un grupo de trabajadores europeos asentados en alguna empresa de prospección o de lo que fuese decidieran levantar una iglesia en la que poder tener culto? Ardería Troya. De ninguna manera se consentiría el culto ni mucho menos la evangelización.

Está muy bien conceder algunos derechos a los inmigrantes que quieren asentarse aquí. Pero lo menos que cabe pedir es una plena reciprocidad. Pero eso es imposible. ¿Qué les cuesta a las autoridades argelinas, marroquíes, tunecinas o libias -bueno, en Libia no se sabe muy bien quién manda dónde- decir que a cambio de que a sus emigrantes que se asientan en España o Francia o Italia les permitan el culto de su fe, ellos autorizan el culto católico o de cualquier denominación cristiana en sus países?

Todos sabemos que la posibilidad de que trabajadores europeos emigren en números relevantes a buscar empleo en el Magreb es altamente improbable. Y las autoridades de esos países lo saben también. Por lo tanto, para ellos sería una negociación en la que ganarían siempre. Se llegaría a un acuerdo con igualdad de reglas y condiciones con la ventaja siempre para los del sur que no van a recibir inmigrantes. Y entonces ¿por qué no proponen esta igualdad de condiciones? La progresía europea la compraría seguro.

La razón es muy sencilla. Hasta el Islam más moderado está convencido de su superioridad sobre el cristianismo y su derecho a imponer su credo. Por eso toda negociación se hace desde la condescendencia. Se nos perdona la vida. Y así, cada concesión que se les hace acrecienta nuestra debilidad. Su objetivo es tomar el control de nuestros territorios y avanzan a buen ritmo y con apoyo desde dentro.

El falso escándalo de Jumilla es el ejemplo perfecto. Lo único que ha pedido la alcaldesa de esa localidad murciana, Seve González, es que las instalaciones deportivas se empleen para ese fin o para actividades municipales. Y eso para la izquierda española es xenofobia.

Lo menos que podemos pedir es que la igualdad de verdad sea igualdad.

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