Los complejos de Óscar Puente
Aquel día me pregunté si la mención al físico de Abascal respondía a algún complejo no reconocido por parte del ministro. Si aquel ataque a la barba ajena escondía alguna debilidad propia que prefiere no revelar
El día de la investidura fallida de Alberto Núñez Feijóo, muchos se sorprendieron al ver a Óscar Puente bajando las escaleras del hemiciclo en dirección a la tribuna. Era el 26 de septiembre de 2023 y hacía bastante calor en Madrid, con un sol de estos que no te deja ver más allá del siguiente semáforo. Fue prácticamente la primera sesión lectiva del curso político y, delegando el turno de palabra en Puente, Pedro Sánchez conseguía dos cosas: despreciar a su interlocutor (el ganador de las elecciones) y poner los primeros ladrillos de un muro que, con el tiempo, ha derivado en triste búnker.
Muchos se sorprendieron entonces por el tono y las maneras, por esa forma de entrar al debate con los tacos por delante. Y muchos señalaron también que había ido al Congreso en zapatillas, desconociendo quizá que aún tenía fresca una lesión en el cuádriceps bastante fea (y tristemente grabada y difundida, por cierto, que lo cortés no quita lo valiente).
La España real, la España que no pasa el día en Twitter, conoció entonces al exalcalde de Valladolid, desalojado solo unos días antes pese a ganar las elecciones por 700 votos. Descubrieron aquella tarde a un tipo ocurrente, por qué no decirlo, a menudo faltón, pero sobre todo inadecuado para el cargo que desempeña. Algún columnista llegó a decir que le sorprendió ver que pudiera moverse sobre dos patas. Y algún otro lo calificó como «el sueño de cualquier picador», por su espalda ancha y algo encorvada. Los insultos de Óscar Puente encontraron pronto eco en la orilla contraria. Se da la circunstancia de que el ministro reconoció que destina parte de su presupuesto a ver qué se dice de él en prensa, así que aprovecho para mandarle desde aquí un saludo, educado pero nada afectuoso.
El pasado 9 de febrero (¡un domingo!), el ministro utilizó una foto manipulada para atacar el físico de Santiago Abascal. «Barba puntiaguda para que nadie se de cuenta de que no tiene barbilla –escribió–. De puntillas porque Lepen es más alta que él. Camisas 3 tallas más pequeñas para lucir musculitos. Y nulas apariciones públicas para que nadie se de cuenta de su cerebro vacío. ACOMPLEJADO de manual». Las erratas son suyas, al igual que la torpeza, pues supongo que hay muchas mejores formas de atacar a un adversario que con una foto falsa. Una manipulación que le afearon incluso desde el diario El País, porque con qué cara dices que vas a combatir la desinformación si tú mismo difundes imágenes truchas.
Aquel día me pregunté si la mención al físico de Abascal respondía a algún complejo no reconocido por parte del ministro. Si aquel ataque a la barba ajena escondía alguna debilidad propia que prefiere no revelar. Pero si la foto trucada y el tweet faltón siguen hoy visibles incluso para aquellos a los que nos tiene bloqueados, me temo que no. Qué complejo va a tener quien mantiene subida una foto más falsa que un billete de tres euros.