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Cosas que pasanAlfonso Ussía

La lenteja

Leo en El Debate la triste historia de un Rey de España que fue obligado por la nobleza a perder su condición hasta que perdiera kilos, lo cual consiguió con enormes sacrificios. –Prefiero ser gordo a ser Rey–

En la prisión-checa de San Antón, todos los meses se turnaban los presos para el servicio de cocina. Don Pedro Muñoz-Seca fue destinado allí y creó un juego que reunía a un gran número de prisioneros y de público en general. Hizo afición.

La lenteja era la gran protagonista. El Premio Lenteja de Oro se concedía al afortunado que, en su rancho, como si fuera una langosta, aparecía la ansiada lenteja, único ejemplar de esta legumbre en un mar de aguaducho. Pero lo más sobresaliente (me lo narró Cayetano Luca de Tena) fue que, por dos veces seguidas, le dio por caer desde el cazo al plato de hojalata de su comida. Tan es así, que un coronel de Infantería, que se hallaba preso con sus dos hijos menores – los tres fueron salvajemente asesinados en los primeros días de las matanzas de Paracuellos–, llegó a insinuar que la lenteja en la ración de Don Cayetano era consecuencia de una trampilla que don Pedro se permitía para beneficiar a un Luca de Tena, familia muy unida a la Muñoz-Seca. Manuel Montero Alonso, Monterito, biógrafo de don Pedro, se enfadó con Cayetano por no haber contado la anécdota antes de escribir su biografía. El desenlace fue sorprendente. Cayetano Luca de Tena engordó. Y, entre risas, los condenados a morir por España competían en otras mesas por ser los elegidos de la suerte. Así llevaban y se enfrentaban los inocentes al martirio.

Leo en El Debate la triste historia de un Rey de España que fue obligado por la nobleza a perder su condición hasta que perdiera kilos, lo cual consiguió con enormes sacrificios. –Prefiero ser gordo a ser Rey–. Y tiene mucho que ver con el presente texto la inesperada aparición –noticia también extraída de nuestro periódico–, del segundo gran tiburón blanco, de tamaño, que llevaba cincuenta años perdido por sus investigadores.

Commander –así es conocido–, no es el más grande, pero sí el más fiero y peligroso. Por fortuna su refugio está en los fríos mares de Canadá, y por el calentamiento global que ni calienta ni es global, ha tenido el detalle de no volver a los mares que bañan Europa, porque prefiere gordos canadienses a gordos españoles, que cada año menguan en número si no pertenecen al Gobierno. Y hasta es posible que algún enviado especial haya informado al monstruo de la situación del litoral español y su estabilización sostenible que no se sostiene, del tiburón en nuestras costas.

Con dos lentejas engordó Cayetano Luca de Tena. Dejó de ser Rey Sancho por gordo. Y la casualidad ha abierto un futuro más alentador a Cristina Almeida y Pam. Advertidas están. Entre mar y montaña, montaña. Eviten el chapuzón. Por si Commander cambia de domicilio.

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