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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

—¿Qué edad tiene usted? —Me gusta el besugo

Las sesiones de control al Gobierno en el Congreso y el Senado se han convertido en un absurdo, toda vez que jamás responde a ninguna pregunta importante

Act. 17 oct. 2025 - 11:37

Las sesiones de control al Gobierno se han convertido en un diálogo del absurdo de Ionesco, o en una de aquellas tragicomedias de Samuel Beckett, cebadas de un humor negro que al final te dejaba una sorda desazón. Veamos un sencillo ejemplo imaginario que refleja cómo funciona una sesión de control en el Congreso y el Senado desde la llegada de Sánchez:

–Oposición: ¿Qué edad tiene usted?

–Gobierno: Me gusta el besugo.

–Oposición: Oiga, que no me ha contestado y la pregunta es muy sencilla, ¿qué edad tiene usted?

–Gobierno: El besugo es un pescado lleno de valores nutricionales, que está recomendado por la OMS y por la Agenda 2030 para todas las edades. Pero también debemos trabajar para preservarlo, porque la emergencia climática afecta a todas las especies.

Acto seguido, el opositor que ha preguntado se sienta en su escaño con careto de que le han tomado el pelo, mientras los «ministros y ministras» cotorrean con Sánchez despendolándose de risa entre cuchicheos. Ocurre así siempre, responda Sánchez o responda cualquiera de sus ministros (los desbarres de Marisu son ya casi una patología).

Esta semana se ha producido un ejemplo muy llamativo. Abascal preguntó directamente a Sánchez por una noticia de gran calado, desvelada por Alejandro Entrambasaguas en este periódico el pasado 15 de septiembre y cuyo titular decía así: «El hermano de Sánchez vivía oculto en Moncloa mientras simulaba que lo hacía en Portugal para pagar menos impuestos».

Abascal planteó el asunto claramente: «Su hermano estaba escondido en el palacio de la Moncloa para evadir impuestos, su hermano vivía en la Moncloa mientras hacía como que trabajaba en Extremadura en el puesto público que usted le había creado, y mientras hacía como que vivía en Portugal para pagar impuestos en Portugal y no pagarlos en España. La única duda es si usted es el autor material o el autor intelectual de los delitos por los que se juzga a su hermano».

Ante una acusación de semejante calibre, un presidente de una democracia –no de lo que hay en España, que empieza a ser un sucedáneo– está obligado a desmentir rotundamente la acusación, pues de lo contrario está asumiendo que es cierta, lo cual le obligaría a renunciar a su cargo.

Pero en Sanchistán el Parlamento es un pitorreo. El Gobierno lo ha ido degradando hasta convertirlo en un teatrillo del absurdo. Sánchez se fumó olímpicamente la pregunta/acusación de Abascal y se limitó a reprocharle que no hubiese acudido al palco el día de la Fiesta Nacional. No pudo negar la acusación, por la sencilla razón de que es cierta. Pero tampoco admitió responsabilidad alguna, pues directamente soslayó la cuestión. Se refugia en su Matrix y a la oposición que le vayan dando.

¿Tienen sentido unas sesiones de control al Gobierno en las que cada vez que se hace una pregunta de gran relevancia el presidente y los ministros se escaquean por completo y responden haciendo oposición a la oposición? ¿Para qué sirve esta pantomima? ¿Vale la pena molestarse en interrogar a un Gobierno que ha homologado la mentira y la utiliza con plena desenvoltura en sus respuestas?

Lo que hacen Sánchez y sus ministros en el Parlamento no se admitiría en ninguna democracia de mínima solera. La oposición debería expresar una sonora queja. La mejor manera de que por ahí fuera supiesen qué está pasando aquí sería que PP y Vox anunciasen que renuncian a participar en las sesiones de control del Congreso y el Senado, dado que el Gobierno las ha convertido en un circo inútil, que solo sirve para dar pábulo a la mentira. Ese gesto reflejaría lo que está ocurriendo: un tipo con perfil de autócrata, que ni siquiera ha ganado los comicios, está rompiendo todas las reglas.

El sanchismo es una situación de emergencia nacional, que exige respuestas excepcionales. Ir al Congreso a preguntar por el precio del pollo para que te respondan hablando del juego de los dardos solo sirve para ser cómplices de una estafa al pueblo. Este circo se celebra en la sede de la soberanía nacional. No responder a las preguntas de la oposición constituye un insulto a todos nosotros, que los hemos elegido como nuestros representantes y les pagamos su sueldo.

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