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Desde la almenaAna Samboal

Por nosotros, ni te preocupes presidente

Ya se sabe que los enemigos no son los de enfrente, sino los colegas de partido. Así que es posible que Pedro y Miriam ni se miren a la cara, pero de ahí a firmar el divorcio hay un largo trecho: a ambos les conviene seguir viviendo en la misma casa

¿De qué hablaban en el Peugeot? ¿Y en los desayunos y sobremesas cuando recorrían España, de agrupación en agrupación, buscando apoyos para las primarias? Entre conteo de papeletas, recuentos de los dineros del bancal de rosas y exabruptos contra Susana, alguna cuestión íntima y personal sobre los atributos de la Jessica de turno se colaría. El lenguaje que emplean Koldo y Ábalos en sus chuscos mensajes o el que usaba Salazar con sus vecinas de mesa no le son ajenos a Pedro Sánchez, por más que ahora pueda renegar de ellos. Sabía quiénes eran sus compañeros de viaje, del mismo modo que conocía a la perfección las actividades de su familia política. El tropiezo puntual de un vecino puede pasarte desapercibido, la forma de vida de los que te acompañan mañana, tarde y noche durante un largo año, en absoluto. La juerga del Parador de Teruel no será la primera, probablemente tampoco la última. Porque la cabra tira al monte. Él se echó en sus brazos y ahora es preso de aquellos afectos. Y por eso debe andar en un sinvivir, ayuno del voto de Ábalos en el Congreso y temblando, no vaya a ser que un día de estos salga a la luz una imagen comprometedora.

Dice el refrán que el que con niños se acuesta, mojado, se levanta. Y bien puede aplicarse a la relación que el presidente mantuvo con los colegas del Peugeot, que aún desconocemos hasta dónde alcanza, como al pacto que mantiene con Junts. Digo bien: mantiene. Porque una cosa es que la pareja esté enfadada hasta el punto de tirarse los trastos a la cabeza en público y darse la espalda en privado y otra muy distinta es que vayan a echarse en manos de otros compañeros de cama. Puigdemont aprieta porque es ahora o nunca y sabe que el PSOE está acorralado. Sánchez es su único salvoconducto para regresar a España. Y el presidente se humilla, convocando a la carrera dos entrevistas antes de la reunión del Consejo de Ministros, pidiendo perdón públicamente a un fugado de la Justicia, ofreciéndose a retratarse con él cuando más le convenga, porque algún rumor le habrá llegado de que los empresarios están empezando a hacerle ojitos a la oferta de Feijóo. O porque en la formación independentista habrá más de uno dispuesto a matar al padre, políticamente hablando. Ya se sabe que los enemigos no son los de enfrente, sino los colegas de partido. Así que es posible que Pedro y Miriam ni se miren a la cara, pero de ahí a firmar el divorcio hay un largo trecho: a ambos les conviene seguir viviendo en la misma casa.

De las cosas de comer, mejor no hablamos. Dos entrevistas en apenas una hora y el presidente no tuvo un minuto para hablar de los problemas de los españoles. Los hospitales corren riesgo de colapsar por una brutal epidemia de gripe, la cena de Navidad será probablemente la más cara de la historia, Europa se asoma al abismo de una guerra con Rusia, hemos tirado a la papelera la oportunidad de recibir nada menos que sesenta mil millones de euros… Pero lo que importa en la Moncloa es que Puigdemont se atenga a razones, Salazar se calle la boca y Ábalos siga aguantando el tipo y el frío en Soto del Real.

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