Dos semanas de vacaciones
Salvo los profesores, por la naturaleza de su trabajo, creo que no conozco ninguna otra profesión en España que en Navidad se pueda tomar dos semanas de libranza. Pero Sánchez es una anormalidad en sí mismo y se toma las dos semanas encantado
No seré yo quien niegue el derecho a unas vacaciones al presidente del Gobierno. Faltaría más. Es justo y benéfico para todos que Pedro Sánchez se retire a descansar unos días. Si el descanso fuera cierto y se desconectara del todo, al menos no seguiría amargándonos la vida. Pero me temo lo peor. Desaparece de escena dos semanas para idear algo que será nada bueno. Se admiten apuestas.
Salvo los profesores, por la naturaleza de su trabajo, creo que no conozco ninguna otra profesión en España que en Navidad se pueda tomar dos semanas de libranza. Pero Sánchez es una anormalidad en sí mismo y se toma las dos semanas encantado. Cree que desapareciendo del objetivo de las cámaras podrá calmar las críticas que sus infinitos desmanes generan.
Porque la estrategia de quitarse de en medio no funciona mal del todo cuando tienes graves problemas para tu imagen. Qué decir, si no, de la desaparición de José Luis Rodríguez Zapatero, literalmente esfumado desde que este periódico publicó sus paseos por el monte del Pardo con su hombre de paja para tantas cosas. Zapatero ha conseguido que dejemos de hablar de él. Pero no puede aspirar a que nos olvidemos completamente de su persona. Porque cada vez hay más indicios de que quien está detrás de todo es él. Él es la mente inspiradora del Gobierno de Sánchez. Quien marca las políticas a seguir en Venezuela o en China. Asuntos de la máxima trascendencia en los que los indicios de que el expresidente está acumulando una fortuna muy relevante son cada vez mayores. Y cabe suponer que Sánchez está aprendiendo de su predecesor para ver cómo se gana la vida el día de mañana.
A la hora de escribir estas líneas el día de Navidad -algunos nunca vacacionamos- todavía no sabemos a dónde se ha ido Sánchez a descansar. Pero yo me temo que ni descansando podemos esperar nada bueno de él. Porque pese a su supuesta superioridad, de la que está absolutamente convencido, él sabe que son casi infinitos los problemas que le asedian. Dos semanas dedicado a pensar una estrategia de contraataque pueden ser demoledoras para nuestra democracia, para todos nosotros.
En su bien armado discurso de Navidad, el Rey reivindicó todo lo que Sánchez está destruyendo. Empezando por la Transición y la convivencia que representa ese momento de nuestra Historia. La antítesis de la actual polarización. E hizo una referencia muy clara a la necesidad de una «especial ejemplaridad en el desempeño del conjunto de los poderes públicos». Se mire como se quiera mirar, parece indiscutible que en la España de hoy la actuación del presidente del Gobierno y el entorno nombrado por él es cualquier cosa menos ejemplar.
Sánchez se ha largado dos semanas. ¡Nada menos! Pero el mundo continúa girando y la montaña de corrupción que ha generado este Gobierno continuará desgranándose. Y aquí estaremos para contárselo. Que no haya lugar a dudas.