Cartas al director
Una Iglesia viva, pendiente de su nuevo pastor
Hemos sido testigos de un Cónclave muy trascendental, donde sectores de la misma Iglesia, de los propios cardenales y, por supuesto, de determinados medios y lobbys han intentado condicionar la libre elección del Nuevo Pastor. Se quiera o no reconocer, desgraciadamente es así, con tantas encuestas de papables. Nos recuerda los siniestros tiempos del Medioevo, donde los enfrentamientos entre italianos y franceses provocaron la necesidad de encerrar a los cardenales en un lugar cerrado, «con llave», porque no se ponían de acuerdo, ante la diabólica pretensión de ostentar el Poder, como cualquier reino mundano. Afortunadamente, el Vaticano es sólo el centro neurálgico donde se concentra la guía espiritual de una tradición de dos milenios, de santos y mártires, que es la savia que completa la Santidad de La Iglesia Católica, Apostólica y Romana. No hay progresismo ni conservadurismo. Sólo hay tradición, fe y magisterio. Concluyo con lo que en los Sinópticos se recoge: «Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino?». Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».
Al Santo Padre, León XIV, el lema de la orden de los padres agustinos: «Interioridad, vida comunitaria y el apostolado. El carisma agustiniano encuentra su esencia en la interioridad, un rasgo distintivo que refleja el llamado a buscar la presencia de Dios en el corazón». Qué buena falta nos hace.