Un Gobierno sin plomos
Nada justifica un apagón tercermundista que retrata las políticas sectarias de Pedro Sánchez y Teresa Ribera
Ninguna de las justificaciones que antes o después dará el Gobierno será suficiente para disculpar el intolerable apagón general que sufrió toda España durante medio día, con una resaca de incierta duración hasta que todo vuelva a funcionar correctamente.
Nada de lo que se alegue podrá disculpar una catástrofe de esas características, coronada por un ceremonia de silencio y desinformación inaceptable y una deficiente respuesta, como prueban los miles de personas abandonadas en estaciones, trenes y andenes, sin víveres durante horas pese al esfuerzo de muchos empleados públicos y la solidaridad de tantos ciudadanos.
Cuando ocurre algo inexplicable y no se ofrecen explicaciones concretas, la experiencia indica que ha habido una responsabilidad manifiesta en la hecatombe, que en este caso es más que verosímil por la concatenación de errores, omisiones y decisiones desde hace mucho tiempo.
El mantenimiento de la red eléctrica, la persecución de energías alternativas a las estrictamente renovables y las deficiente atención de las señales de alerta previas emitidas desde operadores públicos y privados han de estar, de una manera u otra, en la raíz del problema. Y todas ellas, junto a otras que el tiempo aclarará, proceden de decisiones políticas sectarias o de prioridades equivocadas.
No puede ser que el mismo Gobierno que condona 16.000 millones de deuda pública a Cataluña carezca, tal vez, de recursos para mantener con decencia infraestructuras estratégicas. Y tampoco puede ser que, tras años de una fiscalidad consficatoria con la excusa ecológica, de persecución de las centrales nucleares y de encarecimiento galopante de la factura eléctrica; la actividad de un país y las vidas de millones de ciudadanos se paralicen por cualquier razón.
Existe sin duda una relación genérica de causa y efecto entre la manida apelación a la «transición ecológica», a los llamados «impuestos verdes» y a la persecución a las energías convencionales y la insolvencia demostrada por el sistema implantado por el Gobierno, cuyos errores se empezaron a paliar, irónicamente, gracias a las ayudas nucleares llegadas de Francia o los embalses construidos en Marruecos.
Los discursos de Pedro Sánchez en esta materia, ejecutados por una ministra tan perniciosa como Teresa Ribera, hoy aupada a la vicepresidencia de la Comisión Europea, están detrás obviamente de la debilidad de nuestro sistema, que ha de ser revisado sin maximalismos ideológicos, con criterios científicos y económicos y una análisis sosegado de nuestras necesidades y de nuestras debilidades.
Pero, antes que eso o a la vez, alguien debe asumir por una vez las responsabilidades políticas que exigen los hechos. Porque no puede ser que el mismo presidente que hace nada tildaba de «bulos de la ultraderecha» las informaciones y comentarios relativos al riesgo de un apagón, salga indemne de su enésimo despropósito: lo vimos con la pandemia, con Filomena, con la dana y, de nuevo, con este apagón tercermundista impropio de un país solvente.