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En primera líneaJuan Van-Halen

Cobardes, traidores, ineptos y palmeros

Los españoles vivíamos la ineptitud gubernamental y la corrupción; tras el ridículo internacional de Sánchez, esa realidad traspasó fronteras. Ya saltó al Parlamento Europeo

Act. 15 jul. 2025 - 12:11

España atraviesa una situación muy delicada ya de universal conocimiento. Lo saben aquellos que siguen la prensa internacional o tienen familiares o buenos amigos por esos mundos, como es mi caso. Un presidente llegado al Gobierno desde malabarismos trucados, que nunca ha ganado unas elecciones, tiene en sus manos nada menos que un vuelco en el rumbo nacional, la negación acaso sin retorno de nuestra Historia de siglos. Coinciden factores generales, de grupo y personales que no podemos ignorar, en una ceguera social y una aparente indiferencia. Es obligado evaluar la realidad por penoso que sea.

sánchez palmeros cobardes ilustración

El Debate (asistido por IA)

Son cobardes aquellos que, sin arriesgarse, desde la falsedad histórica y el chantaje, consiguen lo que quieren aprovechando la debilidad de un Gobierno inmoral. Lo hace el independentismo catalán. Viajé como enviado al Ulster varias veces. La primera durante los sucesos del verano de 1969, inicio del largo conflicto. Conocí a Joe Cahill, símbolo del republicanismo irlandés, condenado a muerte en 1942 y siempre perseguido. Nada me acercaba a él, pero defendía con riesgo lo que creía. Los independentistas irlandeses protagonizaron una rebelión armada contra Londres en 1916. Con sangre en ambos bandos, se rindieron. Hubo condenados y ejecutados. En Cataluña, tras algunos intentos folclóricos, la mayor acción independentista fue la protagonizada por Companys en octubre de 1934; proclamó la República Catalana. Hubo enfrentamientos a tiros. La rebelión acabó cuando el general Batet disparó un cañonazo contra la Generalidad. Companys y sus partidarios se entregaron.

Lo de Puigdemont y los suyos es cobardía. Celebraron un referéndum ilegal con dinero público, sin control alguno, tomaron calles, ejercieron violencia urbana. Fue proclamada la República Catalana que duró 44 segundos, Puigdemont huyó en el maletero de un coche, y la debilidad de Sánchez, que concedió indultos, luego una amnistía inconstitucional, y aceptó todo lo que le pidieron, hizo que aquel golpe, en cierto modo, triunfase. Los independentistas siguen invocando el referéndum fraudulento y aseguran que lo volverán a hacer. Lo último: Illa y Torres, salpicados por el negocio de las mascarillas, reunidos en Barcelona para pastelear el fin de la igualdad entre los españoles. Una infamia. Comparados con los irlandeses, que expusieron sus vidas, los independentistas catalanes son unos cobardes. Personajes como Rufián, qué descriptivo apellido, siguen cobrando del Estado que denigran, y Puigdemont en Waterloo, bien pagado y con ínfulas de jerarca gracias a Sánchez. Incluso condicionó el inicio de un Consejo de Ministros.

Quienes propiciaron esta situación y la consienten son unos traidores. A España, a la Historia, a sus conciudadanos y a su dignidad. Sánchez sólo defiende su sillón. Su ideología no existe; es tan cierta como su palabra. A su alrededor creció una corrupción sistémica. Cuando debe afrontar su responsabilidad se hace el ignorante. «Quien quiera algo que lo pida» proclamó el galgo de Paiporta camino del escusado. No podrá borrar esa frase y esa actitud mientras viva. ¿Y dónde vivirá? ¿Acabará como Bettino Craxi, primer ministro y líder del socialismo italiano? Juzgado y condenado por corrupción, el Partido Socialista Italiano no superó los escándalos y desapareció. Craxi huyó a Túnez; veo más a Sánchez en República Dominicana, un hipotético destino que no precisa explicación.

Al ciudadano le afecta, sobre todo, la ineptitud de un Gobierno que no puede gobernar y probablemente ni sepa. No tiene Presupuestos ni cumple el mandato constitucional de presentarlos. Los ministros son mayoritariamente mediocres y sumisos. Como no gobiernan, sus acciones son un circo. Sus medidas no tienen respaldo presupuestario, son brindis al sol, quimeras para desinformados. Caos ferroviario, trenes que no caben en túneles, más de la mitad de las carreteras en mal estado, parálisis aeroportuaria, terminales tomadas por sin techo, ni una vivienda construida por el Gobierno, las cifras de paro maquilladas, la deuda galopante, violaciones creciendo, los inmigrantes ilegales repartidos en Comunidades del PP; Cataluña y País Vasco, excluidas del reparto… Y, al fondo, las mordidas. Los españoles vivíamos la ineptitud gubernamental y la corrupción; tras el ridículo internacional de Sánchez, esa realidad traspasó fronteras. Ya saltó al Parlamento Europeo. El desprestigio de España sólo beneficia a la desmedida egolatría de Sánchez.

Sánchez sólo convence a sus palmeros, se rodea de los suyos. También en los medios engrasados, bien a la vista. No puede salir a la calle sin recibir abucheos. Considera «progresista» a un Gobierno apoyado por el PNV y por Junts. ¿Son progresistas los herederos del terrorismo? El progresismo del crimen, la pistola o la bomba. Mientras, los sindicatos «de clase» comprados y calladitos por Yolanda, la «enfadada», que sólo aspira a salvar su ropero con un escaño socialista. El presidente de un Gobierno democrático no debe mantenerse desde la permanente falsedad. Piensa que siempre le quedará Conde-Pumpido.

Sus palmeros más cercanos ocupan futuras candidaturas en Comunidades, para perder. Y gesticulan y sonríen tanto como Marisu Montero. ¿No reaccionarán los alcaldes que no lo serán por el egocentrismo del jefe? Sus diputados aplauden antes de que diga una palabra; Sánchez hizo las listas y el sueldo es el sueldo. Veremos qué harán cuando al PSOE le ocurra como al PSI de Craxi y desaparezca. Afrontan ese riesgo por el desgobierno y la corrupción generalizada cuyo epicentro para muchos es Moncloa. Esos parlamentarios palmeros deberían mirar más allá. Sánchez se irá cuando se vea en riesgo cercano. Nada le atará al sillón que hoy, como autodefensa, preserva tanto. Y ni mirará hacia atrás.

Es lo que tenemos. Y la gente, inexplicablemente, no inunda las calles. La ceguera, la comodidad o la memez no detienen la Historia, sólo agravan el camino.

Juan Van-Halen es escritor y académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando.

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