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En primera líneaGustavo de Arístegui

Plan Viable vs. Flotilla de Pacotilla

La iniciativa de paz, con sus defectos, es política imprescindible. Oponerse al plan más realista y viable de los últimos 32 años es simplemente inmoral

Act. 05 oct. 2025 - 10:24

En la densa niebla de la desinformación que rodea el conflicto en Gaza, se libra una batalla vital no solo en el terreno, sino también en el campo de la opinión pública. Es la batalla entre los gestos vacíos y la diplomacia real, entre el espectáculo para consumo mediático y la paz real. Si de verdad se quiere aliviar el sufrimiento en Gaza, la herramienta tiene que ser eficiente, verificable y segura. Es decir, la antítesis de la autodenominada «flotilla humanitaria». La noticia de la última hora es la aceptación condicionada de Hamas al plan del presidente Trump, pues dicen «estar dispuestos a negociar». El presidente Trump anunció el plan y la aceptación del Gobierno israelí en la comparecencia conjunta con el primer ministro Netanyahu en el Despacho Oval, dicen analistas como el ex cónsul general de Israel en Nueva York Alon Pinchas, «para evitar que Netanyahu pudiese dar marcha atrás ante la presión de sus aliados más extremistas» (entrevista en la BBC ayer sábado). Este plan de paz es el único viable, oponerse hoy a esta hoja de ruta es simplemente inmoral.

La urgencia y gravedad de la situación en Oriente Medio contrasta con el ridículo de dimensiones globales protagonizado por que el activismo radical de salón.

Flotilla de pacotilla

Flotilla de pacotillaEl Debate (asistido por IA)

Primero: Si la ayuda era urgente —y lo es—, ¿por qué elegir veleros, una tecnología de transporte arcaica, que tardan más de un mes para llegar a aguas próximas a Gaza? La cronología los delata: 42 embarcaciones, alrededor de 450 activistas, con auto proclamadas «celebrities» a bordo buscando su minuto de gloria y un relato pre escrito de épica falsa y victimismo. Es un insulto al sufrimiento del pueblo de Gaza y una repugnante banalización del terrorismo de Hamas y Yihad Islámica. La ayuda humanitaria se mide en inmediatez y números de camiones, no fiestas en cubierta y autobombo.

Segundo: si hay hambruna, ¿por qué usar veleros con una capacidad de carga ridícula frente a las necesidades reales? La suma total de su ayuda apenas igualaría la de un puñado de camiones, una gota de agua en el desierto de las necesidades reales de los gazatíes. El Programa Mundial de Alimentos y la ONU hablan de un mínimo 500–700 camiones diarios de ayuda humanitaria.

Tercero: si el objetivo era entregar ayuda, ¿por qué rechazar sistemáticamente el desembarco en un puerto seguro cercano y la transferencia por canales verificables? Israel ofreció desviar y descargar el material a puertos designados —Ashdod y la Marina de Ashkelon— para su inspección y posterior entrega. La negativa desnuda la prioridad real de los cruceristas del espectáculo: la narrativa por encima de la sustancia; el espectáculo por encima de los resultados. La ayuda real se distribuye por corredores humanitarios, no por likes de Instagram desde la cubierta de embarcaciones de recreo.

Cuarto: si de verdad buscaban visibilizar el dolor palestino, ¿por qué se convirtieron ellos en los absolutos y únicos protagonistas? Eso tiene un nombre preciso: activismo megalómano, egocéntrico y exhibicionista. No es nueva política; es marketing de la indignación, donde el algoritmo premia el conflicto. Se buscaba la intercepción, se retransmitió la detención y se celebró la deportación como una victoria moral. Su único leitmotiv son los egos y el afán de protagonismo.

Quinto: si pretenden denunciar una tragedia, ¿por qué aparecen cantando y celebrando como si estuviesen en un campamento de verano o de «vacaciones en el mar»? Las imágenes en cubierta entonando el «Bella Ciao» no transmiten urgencia ni congoja, solo un tono de ombliguismo enfermizo, incompatible con la seriedad operativa que una crisis humanitaria exige. Entre espectáculo grotesco y los resultados, eligieron el espectáculo narcisista y de autobombo.

Sexto: ¿de verdad esperaban conmovernos con despedidas dramáticas por vídeo, cuando los precedentes nos muestran intervenciones sin violencia y el traslado a puerto y deportación administrativa sin cargos? Es un insulto a los verdaderos voluntarios de ayuda humanitaria que sí arriesgan sus vidas en el mundo. Convertir un procedimiento administrativo en un acto de martirio es histrionismo ridículo, no activismo político. Dramatizar no salva vidas solo pone en su sitio a los histriones.

Séptimo: las manifestaciones promovidas por la extrema izquierda europea no están diseñadas para la solidaridad eficaz, están concebidas para torpedear el plan de paz, el marco más serio desde los Acuerdos de Oslo. El ruido de su fiesta ególatra sólo debilita los esfuerzos coordinados de EE.UU, Qatar, Arabia Saudí, Egipto y Jordania, países a los que el presidente Trump atribuyó, en ese orden en su declaración del viernes 3 de octubre, una importantísima contribución al éxito del plan.

Octavo: ¿dónde están las grandes marchas en el mundo árabe por la flotilla? El silencio ha sido ensordecedor. Las movilizaciones más multitudinarias se vieron en Europa y Occidente lo que demuestra la desconexión del mundo radical occidental con las prioridades de la región. Los gobiernos árabes relevantes apoyan esta pequeña ventana a la esperanza. La negociación frente al espectáculo, al que me niego a llamar circense por no insultar al noble arte de los artistas del circo.

Noveno: ¿quién respalda el plan de paz? La lista es elocuente y demuestra una convergencia histórica: la UE, Rusia, China, Arabia Saudí, EAU, Qatar, Egipto, Jordania, e incluso potencias como Indonesia, Pakistán y Turquía. Esperemos que la «voluntad de negociar» anunciada por Hamas no sea una estratagema más para ganar tiempo y prolongar la guerra.

Décimo: no hay un solo actor árabe serio que sea aliado de Hamás. Son un paria regional y mundial. Teherán —que no es árabe ni sunní— sería el único gran beneficiario de un descarrilamiento del proceso de paz.

Dicho esto, el plan es viable porque tiene una secuenciación correcta: alto el fuego, liberación total de rehenes en 72 horas, retirada escalonada y desarme, para dar paso a una autoridad transitoria y a la reconstrucción. Además, cuenta con apoyos amplísimos y en polos opuestos del tablero geopolítico algo que no se había visto en décadas de polarización global. La iniciativa de paz, con sus defectos, es política imprescindible. Oponerse al plan más realista y viable de los últimos 32 años es simplemente inmoral.

Gustavo de Arístegui es embajador de España

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