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TribunaJuan José Gutiérrez Alonso

Operación Paperclip: traer científicos de Estados Unidos

No es complicado intuir que la inmensa mayoría de estos científicos estadounidenses será más bien personal político, de agitación y censura, tan necesitados por estos lares ahora que en Norteamérica parece ser que su época dorada ha llegado, al menos temporalmente, a su fin

Actualizada 01:30

Una de las mayores perversiones de nuestro tiempo, además de la adulteración del lenguaje en beneficio o al servicio de las nuevas formas de totalitarismo, es la progresiva desnaturalización, por no decir extinción, de los oficios.

¿Es el científico uno de ellos? En el sentido más genuino del término, un científico es un ser paciente, prudente, incluso huidizo. Vive alejado de la exposición, instalado permanentemente en la duda, entregado a los métodos y el contraste. Sabe además de la importancia del dinero como nutriente del desarrollo. Por eso hay quien se entrega a la subvención y quienes buscan mecenas o piden ayuda al mercado. El pura sangre incluso se pone a cavar hoyos si fuera necesario, como hizo Nikola Tesla, pero la lista de quienes hacen carrera vinculados toda la vida a la generosidad obligada del contribuyente sin aportar gran cosa es interminable.

No es desde luego un comunicador el científico, aunque tenga dotes para ello. Es más, desconfía y rehúye de los medios de comunicación porque sabe perfectamente que ahí siempre se trabaja al servicio de algo o alguien y muy rara vez al de la verdad, el conocimiento o la Ciencia. Este es su compromiso esencial, pues sabe desde donde brotan los grandes descubrimientos.

Quienes se identifican con esta exposición, la genuina del científico, sabrán que en todo lo que estamos viviendo con la propaganda enloquecida de querer atraer a nuestro país y a nuestras universidades «los científicos despedidos por Trump», no hay un compromiso con la Ciencia sino otra cosa. Es decir, no estamos ante una Operación Overcast o Paperclip inversa por mucho que nuestra dirigencia pretenda seguir confundiendo al personal y hacer pasar a chamanes o curanderos político-sociales por científicos. Aunque claro, tal vez, para nosotros los europeos, estos sean ahora los verdaderos científicos.

Inevitable no recordar el papel de «nuestros científicos» con la aparición del virus de Wuhan para calibrar el grado de confianza que hoy pueden suscitar. Algunos podían intuirlo, ahora ya sabemos que todo fue acientífico. La falta de información en origen, lo cual ya dificultaba casi todo lo sucesivo y ponía bajo sospecha cualquier planteamiento. La mera observación, sí, algo tan científico como la observación, nos sugería que no hubo, como ahora sabemos, ni un solo planteamiento, razonamiento, decisión, medida o mandato fijado en base a conocimiento científico. Y ante la incertidumbre y la confusión, lo único que vimos aflorar fue intereses, manipulación, propaganda, y dimisión de sus obligaciones por los propios científicos. De ahí el recurso a los sentimientos, la sugestión, la censura y el aquelarre público para todo aquel que cuestionaba: negacionistas.

Cómo olvidar aquel grito de esperanza con los virales y el eslogan «los beneficios son superiores a los riesgos…». Pero ¿había riesgos? ¿Cuáles eran? ¿Quién se había ocupado de identificarlos, advertirlos y compartirlos con la comunidad científica y la opinión pública en general? ¿Por qué no se informaba puntualmente sobre ellos? Todo era secreto y todo sigue siendo secreto entre el silencio culpable y vergonzoso de nuestros científicos. O bueno, tal vez sucedía que no sabían nada y nada entendían.

En fin, ahora volvemos a hablar de los científicos por otras razones. Nuestras autoridades y estos nuestros científicos piden importar desde Estados Unidos porque, según deslizan, aquel país se ha convertido de repente, no sé, en un gulag. El caso es que no sabemos en realidad quiénes son ni qué son. Puede que sean como los teóricos médicos cubanos que sueltan de vez en cuando en misiones por Hispanoamérica y ahora incluso por Europa. No es complicado intuir que la inmensa mayoría de estos científicos estadounidenses será más bien personal político, de agitación y censura, tan necesitados por estos lares ahora que en Norteamérica parece ser que su época dorada ha llegado, al menos temporalmente, a su fin.

Lo cierto es que ningún científico de verdad abandonará Estados Unidos. Los que aparezcan puede que incluso los saquen bajo palio en ceremonia pública citando sus innumerables publicaciones, como el que muestra unos trofeos, pero la Ciencia se seguirá desarrollando fundamentalmente en Norteamérica, también en Israel, otra nación que han sabido crear un ecosistema propicio y adecuado para la investigación. Por imitación o robo de secretos industriales, también por otras razones que todos intuimos, la popular y nada democrática China, esa cuyo modelo produce intenso y misterioso onanismo a los nuestros mandamases, y que se ha ganado un lugar en esta competición. Hace años que ellos activaron su particular Operación Paperclip pero con mucho, muchísimo dinero y condiciones que solo ellos seguramente pueden ofrecer.

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