Sin el accidente de Adanero la Transición pudo ser otra
Por eso, como dice Luis Herrero, cuando conoció la noticia de la desaparición de Herrero, «el Príncipe supo enseguida cuál era el caballo de repuesto por el que debía apostar para ganar la carrera del futuro»: Adolfo Suárez
El jueves 12 de junio de 1975, Franco asistía a su última corrida de la Beneficencia en la plaza de toros de Las Ventas. Allí, cuando Roberto Domínguez lidiaba el tercer toro, un ayudante militar se le acercó para comunicarle que el ministro secretario general del Movimiento, Fernando Herrero Tejedor, acababa de fallecer en un accidente de carretera en el kilómetro 108,400 de la N-VI, término de Adanero (Ávila). Al parecer, un camión Pegaso se había saltado una señal de ceda el paso y había colisionado con el vehículo oficial en el que el ministro regresaba a Madrid de un acto político celebrado en Palencia, produciéndole la muerte instantánea.
Fernando Herrero Tejedor tenía 54 años y cien días antes, el 4 de marzo, había sido nombrado ministro. Hasta ese momento, desde 1965, había desempeñado el cargo de fiscal del Tribunal Supremo y, se decía, había redactado un informe secreto sobre el asesinato del almirante Carrero Blanco que, según Gregorio Morán, «pocos sabían la excelente impresión que causó a Franco el informe redactado por Herrero, (…), sobre el atentado que costó la vida al almirante Carrero». A lo que Manuel Campo Vidal añade que «para la redacción de ese informe, Herrero Tejedor habría recibido en marzo de 1974 un informe de ocho folios solicitado por él mismo a los servicios de inteligencia franceses» y Luis María Anson dice que el accidente de Adanero había echado tierra definitivamente a la investigación sobre el atentado del presidente Carrero, con lo que difícilmente encontrará respuesta en la Historia pues «Fernando Herrero Tejedor, (…), abrió una investigación. Fue apartado de ella por Arias, que le nombró ministro, falleciendo al poco tiempo en accidente». El periodista Luis Herrero, hijo de Herrero Tejedor, les desmintió a todos ellos diciendo que «el informe de marras –el del fiscal, no el de los servicios de inteligencia franceses– no existe. Y aún más: probablemente, nunca existió», que «tampoco existe la menor noticia de que hubiera llegado a poder del Caudillo» y que el sumario en trámite de ese atentado «nunca terminó de instruirse: la Ley de Amnistía promulgada tras la muerte de Franco y la coronación del Rey lo llevó, inconcluso, a los archivos judiciales».
Dejando a un lado todas esas insinuaciones conspiranoicas, el hecho es que, en junio de 1975, cuando tan sólo faltaban cinco meses para la muerte de Franco, los hombres del futuro Rey eran dos: Torcuato Fernández Miranda y Fernando Herrero Tejedor y ambos estaban llamados a desempeñar un gran papel y a ocupar altos puestos en el reinado que estaba a punto de comenzar. Por eso, como dice Luis Herrero, cuando conoció la noticia de la desaparición de Herrero, «el Príncipe supo enseguida cuál era el caballo de repuesto por el que debía apostar para ganar la carrera del futuro»: Adolfo Suárez.
Suárez había conocido a Herrero en 1952, durante la etapa de este como gobernador civil de Ávila, y desde entonces habían forjado una gran amistad. Como cuenta el también abulense Emilio Romero, director de Pueblo, nada más ser nombrado Herrero ministro le llamó para decirle: «Aunque te rías, voy a nombrar vicesecretario general del Movimiento a Adolfo Suárez. Si no hago esto, se me mueren Adolfo y Joaquina (esposa de Herrero)». Por lo que no es de extrañar que, tras su repentina muerte, Suárez se convirtiera en su sucesor natural y en uno de los políticos favoritos de la Zarzuela. Por eso, el todavía Príncipe Juan Carlos llamó a Anson y le pidió «cuídame a Adolfo Suárez, es uno de los pocos hombres seguros que tengo en ese sector (el del Movimiento)». Y este, que era director de la revista Blanco y Negro, le eligió ‘político del mes’ de julio de 1975 y le organizó un homenaje político para hacerle entrega del galardón en el que el ministro José Solís, que había sustituido a Herrero, dijo que «Adolfo Suárez no es sólo el político del mes. Aquí hay político para muchos meses y para muchos años».
La protección del Príncipe hacia Suárez se manifestó con más gestos. Así, pidió al vicepresidente del Gobierno, García Hernández, que le nombraran delegado del Gobierno en Telefónica y a Solís que le eligieran presidente de la asociación política Unión del Pueblo Español (UDPE) que Herrero Tejedor había puesto en marcha en su etapa ministerial. Pocos días después, el 17 de julio, la Asamblea de los promotores de esa asociación aprobó por unanimidad la propuesta del ministro.
Y, en diciembre de ese año, en el primer Gobierno de la Monarquía, el ya presidente de las Cortes, Torcuato Fernández Miranda, sugirió al presidente Arias Navarro que pusiera a Suárez de ministro secretario general del Movimiento y este lo aceptó sabiendo que al Rey no le disgustaba y viendo en Suárez al heredero de Fernando Herrero. De esta manera el camino está expedito y siete meses después, en julio de 1976, el Rey, con Fernández Miranda, sorprendería a todos nombrando como sucesor de Arias a Suárez, que parecía encarnar el continuismo, el inmovilismo y el fin de todas las esperanzas habidas. En definitiva, ese «¡Error, qué gran error!» que diría Ricardo de la Cierva.
Por eso, si hace 50 años la vida de Fernando Herreno no se hubiera truncado en Adanero, probablemente él habría sido el presidente del Gobierno y la Transición política hubiera sido otra.
- José Ignacio Palacios Zuasti fue senador por Navarra