Sospechas más que fundadas
Por eso, ahora, como en 1986 con Roldán, solamente era preciso esperar y dejar que los acontecimientos se precipitaran, porque todos estos personajes socialistas, los de entonces como los de ahora, además de nuevos ricos, son horteras y presuntuosos y allá por donde pasan dejan un reguero de pistas
A primeros de diciembre de 1982, después de la constitución del primer Gobierno socialista presidido por Felipe González, salido de las elecciones generales de 28 de octubre, en las que el PSOE logró 202 de los 350 diputados del Congreso, uno de los pasos siguientes era nombrar los delegados del Gobierno. Para cubrir el puesto de Navarra, en unos tiempos en los que se designaban a personas ajenas a la región, el ministro del Interior, José Barrionuevo, reclamó la ayuda del alcalde socialista de Zaragoza, Ramón Sáenz de Baranda quien le propuso a un profesor zaragozano. Este, antes de aceptar el puesto, se trasladó a Pamplona, donde se encontró el edificio oficial de la Delegación cubierto de sacos terreros pues, pocos antes, ETA había lanzado una granada de carga hueca contra el despacho del delegado, Javier Ansuátegui. Tras un encuentro con el delegado saliente y tras comprobar las medidas de seguridad que tendría que asumir y el tipo de vida que tendría que llevar en esa ciudad, el candidato volvió a Zaragoza y rechazó el ofrecimiento. Entonces, Barrionuevo volvió a llamar al alcalde y este le dijo, aquí tengo un concejal que te puede servir. Se llamaba Luis Roldán y aceptó el puesto sin dudarlo.
Cuando Roldán llegó a Pamplona, los medios de comunicación publicaron su breve y parca biografía: era perito, cronometrador de una empresa de Zaragoza y concejal de ese Ayuntamiento, estaba casado, tenía dos hijos y un piso en un barrio de esa ciudad. Poco más.
Lo sorprendente fue que, en noviembre de 1986, cuando fue nombrado primer civil director general de la Guardia Civil, y cuando había pasado poco menos de cuatro años, la biografía que de él se hizo pública estaba trufada de másteres y otros títulos académicos y, además, se había comprado un piso en la calle Francisco Bergamín de Pamplona, frente al colegio de los Jesuitas. Ambas cosas me llamaron poderosamente la atención pues yo no podía entender de dónde había sacado el tiempo para realizar todos esos estudios y, mucho menos, el dinero para adquirir un piso en el centro de Pamplona que difícilmente iba a poder utilizar, pues Navarra era objetivo permanente de ETA y él había sido allí 'el Poncio', nombre despectivo con el que se conocía al gobernador civil/delegado del Gobierno y, además, se marchaba a ocupar otro cargo no menos despreciado por los etarras y batasunos como era el jefe de los 'picoletos'.
Roldán, como buen socialista, cambió de casa, coche y compañera. Su exmujer se quedó en el piso de Pamplona y era cliente asidua de una peluquería donde, despechada, y para todas las que le querían oír, contaba la vida, milagros y andanzas de su exmarido. Una de las clientes de la peluquería Marisa, era la madre del periodista pamplonés José María Irujo y, alertado este de todo ello, junto con Jesús Mendoza, comenzó sus investigaciones en Diario 16 que unos años después destaparían el ‘Caso Roldan’ y el ‘Caso Urralburu’ por los que estos dos personajes, junto a otros del socialismo navarro acabarían en la cárcel.
Pasaron los años y, en 2014, en uno de mis paseos por Pamplona, a la altura del número 50 de la calle San Gregorio, me crucé con una persona a la que no conocía que me preguntó ¿es usted el señor Palacios? Cuando le respondí afirmativamente me dijo ¿conoce a Cerdán? Al decirle que no y que sabía que acababa de tomar posesión como parlamentario foral, me dijo: «Soy de su pueblo. Me llamo (me dio su nombre y dos apellidos). Tenga mucho cuidado con él porque es muy malo». Fue él el que me alertó sobre este personaje que después ha ido escalando puestos hasta llegar a ser el número dos del PSOE a nivel nacional. Y, si a partir de ese momento ya tenía en observación a Cerdán, había algo que ahora, como en 1986, no me encajaba y me causaba gran sorpresa. Era el amigo de este, Koldo García, al que tampoco conozco. No me cuadraba que el portero del club de alterne pamplonés Rosalex, pudiera ser nombrado asesor del todopoderoso ministro de Fomento y secretario de organización del PSOE, Luis Ábalos, primero, y, consejero de Renfe Mercancías, después.
Por eso, ahora, como en 1986 con Roldán, solamente era preciso esperar y dejar que los acontecimientos se precipitaran, porque todos estos personajes socialistas, los de entonces como los de ahora, además de nuevos ricos, son horteras y presuntuosos y allá por donde pasan dejan un reguero de pistas. Es así como hemos llegado al momento actual, en el que tres de los cuatro pasajeros del Peugeot con el que Pedro Sánchez hizo su campaña para alcanzar la Secretaria General del PSOE (Ábalos, Cerdán y Koldo) ya han caído y, a este paso, el cuarto, el propio Sánchez, puede hacerlo tan pronto como se destape otro informe de la UCO.
Todo ello es triste y doloroso, como también lo es que en todos estos hechos tenga que haber siempre por medio dirigentes del PSOE navarro, aunque los afiliados de este partido en Navarra, ahora como antes con Roldán y Urralburu, nada sospechaban de ellos y, como le ha sucedido a la presidente Chivite, salgan muy llorosos a manifestar su sorpresa.
José Ignacio Palacios Zuasti fue senador por Navarra