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TribunaJosé Andrés Gallegos del Valle

España en la UE: nuestro futuro

Nuestro país debe intensificar, además, su relación con las democracias extra europeas mediante agenda propia que proyecte nuestra cultura/Estado de derecho, el español, el euro como moneda de reserva, esa UE potenciada, nuestra seguridad, nuestro comercio exterior…

1.–España en Europa –ambas jóvenes– reflejan la cuádruple fragilización de nuestro mundo, pero aportan soluciones inmediatas.

Primero, flaquea nuestra seguridad: Chipre, 1974; ex Yugoslavia, 1991-2001; Estados Unidos, 11-9-2001 y Madrid, 11-3-2004; Ucrania, 2014/2022; París, 12-11-2015 e Israel, desde el 7-10-2023.

Sin embargo, la libertad derribó el Muro de Berlín con sus partidos únicos en 1989, en 2024 integró a Suecia y Finlandia en la OTAN y en marzo 2025, vía Comisión, presentaba nuestro rearme europeo por 800.000 millones de euros.

Segundo: nuestra mesocracia -abandonada la ilusión óptica del progreso inagotable- padece dos debilidades.

Por un lado, ciertas clases medias, ya proletarizadas por la crisis financiera 2007-2009, intuyen cuatro amenazas adicionales: desaceleración del ascensor social, causada por las mayores cotas de formación, iniciativa y capital demandadas por nuestra economía del conocimiento; inmigración ilegal como competencia ilegítima; falseamiento del mercado mundial desde el camuflado PCCh; y la evidente insuficiencia –nacional e internacional– de conocidos políticos.

Por otro lado, esas capas sociales mayoritarias levantan las cejas ante grupos de élite herederos de subjetivismos sesentayochistas, «despiertos» sin demasiada cimentación, autoerigidos en maestros de un pensamiento correcto uniformante, negadores de la naturaleza humana y censores de la gente, juzgada como especie –peligrosa– del planeta como zoológico: críticos estériles de difusas injusticias universales, acarrean eco-ansiedades desasosegantes.

Esa cultura de la sospecha genera insatisfacción en amplios grupos occidentales de cuellos azules, jóvenes y no pocos cuellos blancos, hoy a la busca de su auténtica identidad en verdades objetivas. Mientras, los mandarines y sus intelectuales orgánicos del último medio siglo, coléricos por esa batalla cultural que no desean y por la indudable radicalidad decepcionada de algunas alternativas, pierden votos.

Pero las democracias sabemos rectificar rumbos: la segunda globalización redujo la tasa de pobreza extrema del 36 % de 1990 al 10 % de 2015, según el Banco Mundial. Aunque la tendencia se ralentizara y en 2025 el 8,5 % de la población todavía cuente con menos de 2,15 dólares diarios, los votantes saben que la UE, segunda economía mundial, avanza contra esa y otras lacras, coordinada con sus aliados.

Tercero. Nuestros amigos estadounidenses, de igual forma divididos y alarmados, votaron a Trump en 2017 y 2025 para recuperarse como superpotencia, relanzar su progreso económico, defender la libertad de expresión interna frente a la imperante intolerancia de cancelación y afrontar el contrapoder antidemocrático global de Xi Jinping y sus proyectos. Añadamos que la Casa Blanca hoy menosprecia la Europa comunitaria y esta se distancia. Crece la desconfianza.

Sin embargo, conocemos el alto valor añadido social y económico de nuestra interdependencia: la Unión y los EE.UU. son los principales socios comerciales respectivos. Nuestro comercio bilateral –el mayor del mundo– superó en 2024 1,68 billones de euros. Pero, sobre todo, el entendimiento transatlántico reequilibra la inclinación creciente del comercio internacional hacia el Indopacífico, 64 % de la población total.

Cuarto. El PCCh utiliza el mercado libre sin abrir el suyo, mientras Washington impone un arancel mínimo general del 10 %; para Europa, 25 % en automóviles, 50 % en acero y aluminio; y, para la India, ¡del 50 %! Los proteccionismos –nacionalismos-bumerán– estorban el bienestar social y el crecimiento.

Ahora bien, los intereses comunes y la compresión entre las democracias promueven soluciones: el acuerdo político Von der Layen - Trump de julio 2025, aunque no vinculante, pactó elementos fundamentales de la relación comercial bilateral. Inicio, quizá, de la mejora de nuestro acceso a los mercados respectivos.

Cuatro polarizaciones. Cuatro oportunidades.

2.- El futuro. Los europeos sabemos avanzar en mundos nuevos. Nuestra especialidad histórica son los descubrimientos: desde el cristianismo, la democracia griega, América y el uso pleno de la inteligencia libre en San Agustín y en internet con Sir Timothy Berners-Lee. Condición: la necesaria altura en la formación de nuestros conciudadanos.

«Conciudadanos» significa población. La baja fecundidad de 1,16 hijos por mujer en España nos frena. Ahora bien, los países nórdicos trabajan a fondo para alentar su natalidad: dialoguemos.

Nuestro mejor diagnóstico económico, el Informe Draghi de 9.9.2024, reclama reforzar el crecimiento, base de nuestro modelo social, mediante el aumento de la productividad.

Objetivo posible, si aceleramos la innovación, la descarbonización y la seguridad de nuestra economía, lo que precisa una triple estrategia comunitarizada: industrial -integrados los mundos energético, digital y de seguridad/defensa-, de competencia y comercial.

Estrategia que requiere reforzar el mercado único, también de capitales, agilizar la gobernanza –mayoría cualificada frente a unanimidades– y recabar una financiación valorada en un 5 % anual del PIB europeo, entre 700.000 y 800.00 millones de euros, hasta 2030: factible, si articulamos las racionalidades e ilusiones con que once Estados miembros quisimos y pudimos fundar la zona euro en 1999.

Nuestro país debe intensificar, además, su relación con las democracias extraeuropeas mediante agenda propia que proyecte nuestra cultura/Estado de derecho, el español, el euro como moneda de reserva, esa UE potenciada, nuestra seguridad, nuestro comercio exterior… La ratificación de Mercosur generaría un bloque comercial de 800 millones de participantes, si bombásticos nacionalismos no lo impiden.

3.- De acuerdo con usted, lector: la Unión y España precisamos liderazgos marcados por saberes, determinaciones y capacidades sobresalientes para aglutinar voluntades que construyan el futuro. Sosiego no es mediocridad.

S. M. el Rey reseñaba, sereno, hace muy poco que «una sociedad madura debe saber identificar la excelencia (…) como (…) luz en el camino que cada uno debemos recorrer». Los españoles la tenemos. Queremos vigorizarla. Juntos podemos.

  • José-Andrés Gallegos Valle es embajador de España
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