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TribunaJosé Andrés Gallegos del Valle

La política exterior que vota la mayoría de los españoles

Rebaten nuestros conciudadanos a quienes cavan en su orilla oscuros túneles ideológicos que ciegan la razón y desde partidos únicos censuran con asesinatos, amortajan en vida a las mujeres, impiden democracias

España, lo saben todos, es una cultura. Innumerable. Granada por tres milenios.

Sí: nacida de una geografía exacta -Península e Islas- reverbera en horizontes anchos: mediterráneos desde el Jardín de las Hespérides con las Columnas de Hércules; atlánticos de viaje y tornaviaje al Continente Nuevo; pacíficos -Mare Hispanorum, según los cartógrafos neerlandeses-, que son tagalos en las Filipinas o chamorros en las Marianas; y africanos. Todo regresa en círculo virtuoso a Tartessos: antes por Sevilla, Cádiz y Huelva, hoy por la Red.

España se diría un alfar de inteligencias y acción: iberos, celtas, Fenicia, Grecia y Roma, godos centroeuropeos -raíz perseverante de la Monarquía-, poemas de frontera y matemáticas de catedrales y castillos.

Cierto: su coherente vitalidad, articulada por el espíritu de progreso en la dilatada Reconquista, centellea a través de un Renacimiento euroamericano, también contemporáneo: hombres y mujeres libres -éstas con su apellido- recrean cada día la racionalidad del idioma universal capaz de distinguir estar de ser. A volar alto les llevan las alas de su catolicismo renovante, desde una fe franca, personal. A volar lejos y trabajar con todos alienta a los hispanos de los cinco continentes esa abierta integridad, compartida. Orgullosos de su país sin achicantes nacionalismos, los españoles entienden la política como arte de lo opinable, aunque a la vez sostengan que la tierra ni es, ni se prevé plana.

Como miembros de una democracia garantista de sus derechos, libertades y responsabilidades inamovibles, su relación con numerosos países, por lo general rodeada de confianza, contradice el precario rumbo internacional de mandatarios excluidos de núcleos internacionales de decisión. Permítanme acotarla en algunas facetas.

1. La iniciativa española despliega, gracias al binomio Universidad-empresa, un comercio internacional de tendencia constante al superávit con el resto de la Unión: más de 30.280 millones de euros al inicio de este año. Alienta campeones emergentes adicionales, también entre los chips, donde personaliza, integra y apuesta por el mundo cuántico en dura competencia.

2. En paralelo, la altura de universitarios investigadores, dotados de la mejor formación científica y humanística en varios idiomas, impulsa, además, el éxito evidente del Instituto Cervantes.

3. Así la sociedad española respalda un proyecto europeo supranacional y eficiente de excelencia. Nunca como subcontratista de otros Estados, asume el informe Draghi, completa la UEM hacia el mercado único de capitales, sabe perforar el Vignemale, navega hacia la Unión de la Energía y de la industria puntera, mientras espolea el Acuerdo UE-Mercosur y da la espalda a los desatinados que desconocen el Derecho, la Economía y la Historia de todos. Por tanto, sabe improcedente en este entorno la presunta promoción de lenguas regionales como oficiales, que, en realidad, reduce nuestro espacio comunitario de maniobra.

4. El votante aquí potencia la realidad de un Continente dotado de dos pulmones: uno, Rusia, hoy secuestrada por la autocracia asiatizante del camarada Putin. El mismo elector defiende el Derecho Internacional y exige la completa soberanía de Ucrania, mientras rechaza apaciguamientos ominosos. En cambio, estima que Turquía y otros requieren asociación, no adhesiones.

5. Conoce su «Mare Nostrum», también como vía global de tráfico desde Tarifa por Suez y Malaca al Mar de la China Meridional, que necesita abierta y libre, tanto de mafias de inmigración ilegal como de otras sangrientas infamias.

Rebaten nuestros conciudadanos a quienes cavan en su orilla oscuros túneles ideológicos que ciegan la razón y desde partidos únicos censuran con asesinatos, amortajan en vida a las mujeres, impiden democracias: responsables del antiguo FIS, de los Hermanos Musulmanes, de Al-Qaida, padrinos ayatólicos de Hizbulá, de los hutíes del Yemen o de ese Hamás que asesina, cruel, a 1.200 personas un 7 de octubre de 2023 y siempre, agazapado por la fuerza entre la población civil, busca la destrucción de Israel, forzado por su parte a discutidas acciones de supervivencia. No de «genocidio». Genocidio fue la shoá o el de Armenia. Cuando nuestra sociedad estima que las autoridades de otras democracias desorbitan respuestas, debate con ellas, sin favorecer jamás a déspotas ebrios de argumentarios inhumanos.

6. Nuestro pueblo, soberano y constitucional, genera condiciones internacionales de justicia, sin reconocer como nacionales de un Estado territorios y poblaciones que nunca le pertenecieron. Emplea, reflexivo, una Diplomacia sobresaliente y sin amordazar, junto a Fuerzas Armadas creíbles y servicios eficientes de información. Todo gracias a un porcentaje bastante del Presupuesto nacional que, además, repela empresas o tecnologías adversarias con puerta trasera. ¿Quien abre paso a compañías, operadores marítimos, o coches eléctricos de un Pekín/PCCh, polo de los enemigos de las democracias?

7. En fin, España es americana: del Sur, del Centro y del Norte. Incluso cuando algún líder republicano penaliza a la India con aranceles del 50 por ciento y Delhi como advertencia se fotografía con autócratas pekineses y petersburgueses. También cuando alguna campeona hispana, no alejada de esa izquierda que embarga actas electorales y encholpa opositores, le pide que pida perdón por el Descubrimiento.

Gente competente y honrada, tan tenaz como firme y cortés, la mayoría de los españoles genera una política exterior pronosticable. Cuidado, sin embargo: un sector -minoritario, cierto- secreta lo indecible.

José Andrés Gallegos del Valle es embajador de España

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