China: elementos de juicio
Xi respalda la liberalización del comercio en un sistema multilateral. De hecho, los aranceles estadounidenses le permiten presentarse como mártir del libre mercado. Pero promueve una economía nacional desconocedora de la propiedad intelectual occidental –que copia–, sin sindicatos libres, con finanzas opacas...
Coordenadas previas.
Las aportaciones del pueblo chino durante milenios despiertan en España tanta admiración como respeto y afecto. Desde la porcelana Ming, hasta el papel moneda y los fuegos de artificio.
Además, el español joven adivina el dolor y la humillación de aquella gran nación en el XIX. Guerras del Opio, diplomacias de cañonera o tratados desiguales minaron el país hasta la pérdida de confianza interpersonal y la Guerra Civil 1927-1949, sólo paliada por la lucha común contra la invasión japonesa. Sin embargo, juzga diabolería la insistente reapertura de antiguas llagas.
En fin, todos sabemos que el partido único comunista, propietario oficial de la verdad, no representa al pueblo chino –1.416 millones de personas impedidas de votar en libertad– sino a su propio sector dominante en cada momento: el XX Congreso de 2022 televisaría la expulsión forzada del VI Presidente de la República, Hu Yintao, liberal de 77 años. No acepta autonomías institucionales, políticas o empresariales, ni iniciativas sociales o culturales independientes, ni el mero desarrollo compartido de la fe personal sin camuflaje. Recordemos la supresión de los activistas de Hong Kong y la reeducación de los uigures.
XI Jinping
El secretario general del PCCh y jefe del Estado desde 2012/2013, asumió su tercer mandato en 2022 con poder casi vitalicio sobre esa mezcla de control ideológico creciente y promoción del avance económico.
Xi respalda la liberalización del comercio en un sistema multilateral. De hecho, los aranceles estadounidenses le permiten presentarse como mártir del libre mercado. Pero promueve una economía nacional desconocedora de la propiedad intelectual occidental –que copia–, sin sindicatos libres, con finanzas opacas, sueldos bajos, obligaciones civiles limitadas y esa coerción estatal sobre firmas presuntamente privadas.
Xi justifica tal maquinaria mediante un leninismo entretejido de nacionalismo impostado y crecimiento del beneficio –comercial, financiero, tecnológico y militar–, producto de ventas exteriores. Así crecen capas sociales análogas a nuestras clases medias y una positiva disminución de la pobreza.
Tres errores
El centelleo de estas evidencias deslumbra en Occidente y puede suscitar tres errores.
Primer error
Deng Xiao Ping -1978-1989- puso felizmente fin a la Revolución Cultural de Mao, la Banda de los Cuatro y los Guardias Rojos, devastado ya el país. Redujo violencias, priorizó crecimientos frente a lucha de clases en favor de cierta libertad económica, motor multisecular de la iniciativa comercial de los chinos, y multiplicó una producción todavía no muy cualificada, que se abrió paso en los mercados de las democracias. Pero nunca modificó la esencia ideológica o el control político del régimen.
En 2001 China ingresaba en la OMC mientras obtenía ya grandes beneficios anuales, reinvertidos en educación e investigación técnicamente avanzadas, con objeto de producir la alta tecnología –no sin puerta trasera– imprescindible para dominar la nueva economía global del conocimiento.
Pekín, en paralelo, mantiene un mercado desigual: no sólo porque frena la libre importación china de productos de las democracias, sino porque en términos sociales y jurídicos el empresario occidental asume un valioso y caro sistema de derechos humanos y laborales del que sus interlocutores chinos carecen. Además, fomentan la deslocalización de firmas tecnológicamente punteras. Resultado: el actual superávit comercial chino con 172 economías del planeta ya no es poder blando.
Distinta realidad de la que algunos occidentales despertados esperaban.
A la China sancionada por la UE desde hace cuatro años por violaciones de derechos humanos en la región de Xinjiang España exportó en 2024 bienes por 7.467 millones de euros e importó por 45.174 con un déficit de 37.707.
Segundo error
Algunos interpretan entre nosotros que aquellos nuevos estratos sociales medios reivindicarán con el tiempo las libertades fundamentales. Pero desoyen el doble pánico pekinés frente al desmoronamiento de la URSS –Belhavezha, 1991– y a una eventual erosión del marxismo-leninismo nacional, que mantiene al Partido en el poder sin el respaldo expreso de la población.
Pekín estima que el voto en libertad acarrearía la muerte civil del régimen y, por tanto, jamás adoptará nuestros derechos básicos, ni permitirá una antropología racional o aceptará los demócratas. De ahí sus entendimientos con Moscú, Caracas, La Habana, Managua o Teherán.
Tercer error
Los desaciertos anteriores permiten a alguno mirar con benevolencia inversiones/controles geo-económicos y estratégicos del PCCh y Xi, como la «Sarta de Perlas» o la «Franja y la Ruta (BRI)» –que les permiten cooperar con unos 150 países, invirtiendo en puertos, ferrocarriles y otras infraestructuras–, sin entrever el objetivo prioritario: la transformación de China en superpotencia tecnológica, cabeza de un polo no democrático de alianzas, que debe aventajar al sistema democrático y pro-occidental mediante resultados económicos sobresalientes, sin dejar de subyugar otros estados. China busca modificar su propio rumbo y el del mundo. El muy pujante Ejército Popular de Liberación, también en su Marina, lo refuerza.
Así nació la actual búsqueda pekinesa de control del Indopacífico con Taiwán, del Mediterráneo entre el Pireo y Algeciras, o del Atlántico por Sinte a Iberoamérica, con la comprensión de la asiatizante Rusia de Putin y las simpatías ganadas en el Gran Sur gracias a la BRI. No cuenta, en cambio, con la India de Modi.
Conclusión
Prioricemos cinco objetivos: erradicar la dependencia de China, –tenedor de 761 millardos de dólares sólo de deuda estadounidense, segundo tras Japón–; reorientar nuestro desequilibrado comercio bilateral; ayudar a nuestros amigos europeos e iberoamericanos en ese itinerario; reforzar nuestra producción e investigación tecnológicas; y multiplicar nuestra seguridad.
La China del PCCh es un adversario estructural. Aunque se vista de sedas multilaterales.
- José Andrés Gallegos del Valle es embajador de España