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25 de abril de 2024

TODAVÍA LA VIDANieves B. Jiménez

Me miro en Benedicto XVI

Él valoró el momento de dejar paso a alguien más joven para asumir el enorme peso del pontificado

Actualizada 12:48

Suelo madrugar. Me rodeo de luz con las ventanas abiertas. Ingenio una vida lo más natural posible. Leo cualquier cosa que me aporte algo: una frase de un libro que me haga pensar, un párrafo de un periódico... Observo los cultivos, quito hierbas malas y mi mirada se llena de frutales: almendros, higueras… siento la Naturaleza y sus olores, tan importantes como las vistas. Mientras cocino, aceitunas, frutos secos y una copa de vino blanco con el flamenco como mejor acompañamiento: Morente, Caracol, Mairena, Terremoto, Fosforito, Bernarda y Fernanda de Utrera, la Niña de los Peines, la Piriñaca, María La Bolola, Camarón, Menese, Rojo el Alpargatero...
Tan flamenco como castizo ese quejío solitario, que es el misterio del lenguaje jondo, arrancó Joaquín Sabina la noche que yo cumplía años. Regresaba, tras suspender su concierto del año anterior, emocionado, lamentando que más que cantar «graznara» y dedicando canciones a amigos que ya no están. Entre canción y canción, poemas y más disculpas con palabras tan vibrantes que desataban nudos. «Aprovechad el momento». Yo pensaba «tierra trágame» porque la soberbia de la juventud me lleva a no dar importancia a los aniversarios… hasta ahora, que he entrado en la clásica crisis existencial y me quito años. Andrés Calamaro dice que no sabemos hacer otra cosa que ser jóvenes mientras los calendarios van informándonos de que estamos en una curva peligrosa. Será que comprendí que el tiempo impide el orden que te propones.
En Historia de dos ciudades, Dickens narra: «Era el mejor de los tiempos y el peor, la edad de la sabiduría y la locura; la época de las creencias y la incredulidad; la era de la luz y las tinieblas». Es tan actual. En la tele los políticos engordan palabras para no decir nada: «influenciar» en vez de «influir», «ajustar» en lugar de «subir impuestos»…. La cosa es dar vueltas de tuerca. Para buen uso del lenguaje me quedo con la teoría de un amigo que asegura que el éxito de la comida italiana deriva del poder «gastro-evocador» de las palabras que comienzan con P. Que la P da hambre, vamos. Miren: pasta, pizza, pane, parmesano, pomodoro, pecorino, prosciutto, panettone, porco, pera, provolone, plátano, polpo, peperone, pambolleto, pancotto, panetto, panforte, pangrattato, panzanella, pappalecco, pesciorello, piccione, pisciarello, pisillo, pollastro, polpetta, poma, pomogranato, prezzémolo, probatura… ¡Hasta comida es pranzo! A mi admirada Nora Ephron le irritaba el mal uso de la palabra «envejecer». Le fastidiaba lo edulcorada que la vendían. Que si eres más sabio, que estás en el mejor momento porque lo sabes todo ya, ese «envejecer bonito» tan de moda con la ola de cursilería que nos invade. «Mirando atrás, creo que no tuve ni idea hasta los 50 años», Ephron sabía que jamás terminas de aprender. Tantos proyectos si esa maldita leucemia no se la hubiera llevado…
Como ese principio de entusiasmo que aún no conoces, observo hoy con intensidad, pero también miro escaparates tranquilamente y sonrío de lejos a los árboles, como Blas de Otero. Como náufrago en una isla poblada de hermosura y barbarie. Me miro en Benedicto XVI que valoró el momento de dejar paso a alguien más joven para asumir el enorme peso del pontificado. Una muestra de humildad que honró al Papa intelectualmente más poderoso que ha tenido la Iglesia. Y una labor importante, removió la tierra preparándola para la siembra. Envejecer sí, nunca anquilosarse, como ese don Eloy de La hoja roja de Delibes que repite siempre las mismas palabras. La sabiduría de los años consiste en saber que la vida ofrece cosas cada día. Ser conscientes de eso es otra forma de plenitud.
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