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El momento que no esperaba Pietro Sarubbi (derecha) es que al mirar a Jim Caviezel (izquierda) su vida cambiaría

El momento que no esperaba Pietro Sarubbi (derecha) es que al mirar a Jim Caviezel (izquierda) su vida cambiaría

Cuando la mirada de Jim Caviezel interpretando a Jesús convirtió el alma del actor de Barrabás

El último personaje que Pietro Sarubbi quería interpretar en la película de Mel Gibson era el de un bandido como Barrabás. Poco después se convertiría en el papel más importante de su vida

En el mundo del cine, las películas y los actores los gustos personales en estas lides son incuestionables. Cada quien tiene sus favoritos, preferencias que dependen del estilo, del carisma, de cómo ciertos intérpretes encarnan mejor o peor los papeles que les toca representar.

También es verdad que hay ciertos nombres que suelen escaparse de la discusión: Clint Eastwood, Robert Redford, Al Pacino, Robert De Niro o Leonardo DiCaprio figuran con frecuencia entre los eternos candidatos favoritos.

Ahora bien, aunque todos ellos hayan podido levantar un Oscar, llenar salas o protagonizar escenas míticas, no todos podrían presumir de haber interpretado un papel con tanta verdad que una simple mirada, en pleno rodaje, cambiara para siempre la vida de otra persona. Esa 'rareza' ocurrió durante el rodaje de una película que, contra todo pronóstico, se convirtió en un fenómeno global: La Pasión de Cristo (2004).

No fue Pedro… pero encontró al verdadero

Mel Gibson, el director y el productor de la cinta, tuvo que sacar él solo las castañas del fuego: ningún estudio quería financiarle el proyecto. El resultado fue una cinta rodada con sus propios recursos, en un pueblo del sur de Italia, con un puñado de actores desconocidos–con excepciones como Jim Caviezel o Monica Bellucci–, pero con una idea tan clara como el cristal: retratar las últimas horas de Jesús con un realismo y una fidelidad estremecedora.

Entre los rostros que pasaron por el set estaba el de Pedro Sarubbi, un veterano actor italiano que hasta entonces había participado en grandes obras de teatro e incluso coqueteado con Hollywood participando en películas como La mandolina del capitán Corelli. Pero lo que nadie imaginaba–ni siquiera él–era que su papel como Barrabás lo llevaría no sólo a la gran pantalla, sino a una transformación espiritual radical.

La pasión de Cristo 2

Mel Gibson (izquierda) explicando a Jim Caviezel (derecha) una escena, durante el rodaje de 'La Pasión'

Sarubbi confesó que, al principio, su sueño era interpretar al apóstol Pedro. No por devoción, ni por afinidad teológica, ni por cuestiones morales o de fe. Simple y llanamente, por cobrar más. Porque Pedro era un papel más largo, más relevante, más «protagonista», y eso, en el cine, se traduce en una mejor factura.

Pero, en una entrevista al diario italiano Avvenire, Sarubbi explicó que Mel Gibson tenía otros planes, muy claros y muy suyos: «Había elegido a los actores basándose en su parecido con los personajes retratados en los cuadros de Caravaggio y otros pintores». Y así, Pedro Sarubbi no interpretó al apóstol Pedro, sino a un hombre que fue elegido por el pueblo para ser liberado, un giro que desencadenó la crucifixión de Jesús de Nazaret.

De ser un perro feroz a convertirse en cachorrillo

«Ya como Barrabás, Gibson me dijo que evitara mirar a Jim Caviezel –que encarnaba a Jesucristo– hasta la misma escena en que debíamos aparecer juntos. 'Barrabás es como un perro feroz –me decía–, pero hay una ocasión en que se vuelve un cachorrillo: al encontrarse con el Hijo de Dios cuando se salva. Quiero que tu mirada sea la de aquel que ve por primera vez a Jesús'. Hice como él me había dicho, y cuando nuestros ojos se cruzaron sentí una especie de corriente; era como si mirase de verdad a Jesús. Nunca me había pasado una cosa parecida en todos mis años de carrera», recuerda el actor.

Ese instante fue algo más que una interpretación. Fue una sacudida interior que Sarubbi explica sin rodeos y en cinco palabras: «Durante el rodaje, me convertí». Y no fue el único. «Todos los actores que participamos en la película cambiamos un poco después de esa experiencia, pero yo he aprendido mucho más del film que en cualquier conferencia».

Trabajar para que una mirada permanezca

La historia de Sarubbi no comienza ni termina en ese set de rodaje. Su búsqueda espiritual se remonta a años atrás, y lo llevó literalmente por medio mundo: «He realizado una larga búsqueda antropológica, como hombre y actor. He sido instruido en las artes marciales del monasterio de Shaolín; permanecí en un monasterio tibetano durante seis meses con voto de silencio; he practicado la meditación en la India; y he vivido en la Amazonía. La meta final de esta búsqueda la he alcanzado con Jesús».

Hoy, a sus 43 años, sigue cultivando esa mirada que lo cambió todo. «Hago todo lo posible por que esos ojos sigan siendo importantes para mí. Mi familia es lo primero de todo; y también hago de payaso para niños huérfanos. Por otro lado, está mi trabajo: enseño a manejarse en público a ejecutivos, enseño en varias escuelas para actores… Utilizo lo que llamo el método del guerrero, el sacerdote y el payaso: en la vida hay que ser fuerte y honesto, espiritual y bromista. Un hombre armónico y justo es también un actor justo».

Pero eso si, siempre bajo aquella mirada con la que se topó hace ya 21 años, durante el rodaje. Como él mismo describió en otra entrevista, «sus ojos no tenían odio ni resentimiento, solo misericordia y amor». Y así siguió con su vida: era el mismo hombre… pero todo había cambiado: «La mirada de Jesús no juzga, solo ama, y en ese amor transforma hasta el corazón más endurecido».

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