Stefano Carosi ha sido testigo directo del paso histórico de los Papas por Castelgandolfo
Stefano Carosi trabaja en Castelgandolfo
Gorbachov, Reagan, Bush, Juan Pablo II o León XIV: el camarero que ha visto medio siglo de Papas y mandatarios
En Castel Gandolfo los Papas van y vienen. Pero el bar Carosi, en la plaza central, sigue ahí. Y su dueño, Stefano, lo ha visto (casi) todo
El bar Carosi es uno de esos lugares que parecen haber nacido con el propio Castel Gandolfo. No solo porque lleva toda una vida ahí, sino porque conserva la estética de esas cafeterías de la Italia profunda que han resistido el paso del tiempo porque siempre hubo alguien de la familia dispuesto a seguir detrás del mostrador. Está en plena Piazza della Libertà, en el corazón de este pueblo a 30 kilómetros de Roma.
Stefano llegó a servir a Juan Pablo II en un par de ocasiones
Y desde que era «poco más que un recién nacido», tras la barra está Stefano Carosi, que no solo sirve cafés y helados: también ha sido testigo directo del paso histórico de los Papas por este pequeño pueblo a las afueras de Roma. Su bar ha sido, en cierto modo, una ventana privilegiada desde la que observar cómo ha evolucionado la relación entre los Pontífices y la vida de los habitantes del lugar.
Pablo VI, Reagan, Gorbachov o Ratzinger
«Desde Pablo VI», dice con naturalidad cuando se le pregunta cuántos Papas ha visto pasar, con el orgullo tranquilo de quien ha formado, discretamente, parte de algo mayor. De Juan Pablo I apenas guarda el fugaz recuerdo de un pontificado que duró solo 33 días. Pero fue con Juan Pablo II cuando su cercanía con el papado tomó otro color.
No habla de audiencias privadas ni de fotos enmarcadas, sino de gestos que siempre recordará: «Alguna vez le serví helado o incluso el desayuno», recuerda. Y no hace falta preguntarle más: «La grandeza de Juan Pablo II está fuera de toda duda», asevera.
Recordando esos tiempos del Papa polaco, Stefano subraya lo que aportó al pequeño pueblo: «Lo que hizo aquí fue increíble. Recibió a líderes mundiales como Gorbachov y su esposa, Reagan y su mujer, Nancy. También en septiembre de 1993, al emperador Akihito y la emperatriz Michiko; George Bush (hijo) cuando era presidente de Estados Unidos o incluso Yasser Arafat. Fueron momentos únicos, y también con Ratzinger se vivieron experiencias similares».
De Benedicto XVI cuenta que «no pude conocerlo personalmente», matiza Stefano, aunque subraya que «tuvo un papel histórico en este pueblo; estaba muy ligado a este lugar y recibió a personas increíbles». Recuerda con emoción su última bendición como Papa, que tuvo lugar en esa plaza el 28 de febrero de 2013: «Fue un momento conmovedor, al que asistieron 15.000 personas. Ratzinger estaba visiblemente emocionado», explica.
«Lo que aporta León XIV es incomparable»
De Francisco reconoce que no llegó a tratarlo, simplemente porque «no vino a Castel Gandolfo», dice sin dramatismo. Aun así, destaca el legado que dejó: «Abrió el museo y los jardines de los Palacios Apostólicos, que han sido fundamentales para el trabajo, el comercio y el turismo. No debemos olvidarlo; aunque no haya venido, su aportación fue valiosa».
La diferencia con el pontificado actual, sin embargo, es evidente. «León XIV ha devuelto a Castel Gandolfo una visibilidad mundial notable, como cuando recibió a Zelenski hace unas semanas», señala. «Hay una luz diversa cuando el Papa está aquí. Lo que aporta es incomparable», asevera.
De hecho, Stefano tuvo la ocasión de acercarse al Santo Padre: «El otro día, cuando celebró misa para los empleados del Borgo Laudato Si', fui a hacer el catering y tuve la oportunidad de conocerlo, saludarlo y agradecerle que haya venido a Castel Gandolfo».
Un detalle curioso que ha observado Stefano es cómo ha cambiado la manera en que la gente vive estos momentos: «Ahora en Castel Gandolfo no se escuchan tantos aplausos porque la gente graba con el teléfono. Es una pena, porque antes se oía mucho más y era algo realmente emocionante».
Stefano sabe que desde la llegada de León XIV ya se nota un gran movimiento en el pueblo. «Se siente la diferencia, hay un ambiente renovado y una mayor presencia de gente», dice emocionado. Para él, la vuelta del Papa es un respiro que vuelve a poner a Castel Gandolfo en el mapa mundial.