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Una mujer muestra una ecografía

Una mujer muestra una ecografíaPavel Danilyuk / Pexels

El síndrome posaborto, el trauma que ha revolucionado a la izquierda y que tiene consecuencias fatales

Uno de los documentos es el titulado 'Vivencias Posaborto', elaborado por Cristián Rodríguez R., de la Escuela de Psicología de la Universidad de los Andes

El síndrome posaborto está a la orden del día después de que el pleno del Senado diese el pasado martes luz verde para que el Ayuntamiento de Madrid informase a las mujeres de los problemas que podrían sufrir tras someterse a esta práctica. A pesar de la evidencia científica, muchos ministros, entre ellos Mónica García, afirmaron que «no existe como diagnóstico clínico». A pesar de sus palabras, hay estudios que demuestran lo contrario.

Según Redmadre, uno de los documentos es el titulado Vivencias Posaborto, elaborado por Cristián Rodríguez R., de la Escuela de Psicología de la Universidad de los Andes, el cual recopila 16 estudios cualitativos realizados en Europa y Latinoamérica. En ellos se recogen los testimonios de 197 mujeres que narran cómo vivieron la experiencia de abortar, tanto en el momento inmediato como años después.

El momento inmediato: entre alivio y sufrimiento

Los estudios coinciden en señalar que, en el período inmediatamente posterior a un aborto, la vivencia está marcada por la ambivalencia. Por un lado, muchas mujeres expresan alivio al terminar un embarazo que consideraban inviable, debido a la presión social, la falta de apoyo o la imposibilidad de asumir la maternidad. Por otro, aparece un sufrimiento agudo que va desde el malestar físico hasta un fuerte impacto emocional.

En el caso del aborto con fármacos, las mujeres reportan síntomas intensos como vómitos, mareos o dolores, lo que convierte el proceso en una experiencia indeseable. En los abortos quirúrgicos, aunque existe un entorno médico, no siempre se encuentra mayor contención emocional. En países donde la práctica es ilegal, la clandestinidad incrementa el carácter traumático del episodio.

Las emociones más repetidas son tristeza, pena y culpa, acompañadas de dudas sobre la fertilidad futura o ansiedad ante la posibilidad de no poder ser madres más adelante. Un testimonio citado en el informe refleja la desorientación vital que puede generar: «Entré en una depresión máxima, ultra negativa… estaba en un caos mental, y me dediqué a consumir droga».

La huella persistente en el tiempo

Los estudios también exploran cómo las mujeres integran esta experiencia en su biografía personal. Lejos de quedar en el olvido, la mayoría asegura que el aborto permanece como un recuerdo doloroso que se arrastra a lo largo de los años. Se trata de un tema difícil de hablar, a menudo mantenido en secreto por vergüenza, estigma social o ilegalidad.

Muchas entrevistadas confiesan que, con el paso del tiempo, piensan en el hijo que no tuvieron, en cómo habría sido su infancia, cómo se vería en el presente o de qué manera habría cambiado su vida familiar. En algunos casos, la vivencia adquiere la forma de un duelo, con sentimientos de pérdida que se reactivan ante embarazos posteriores o al relacionarse con niños pequeños.

Por último, el informe subraya que esta persistencia emocional se manifiesta de maneras muy diversas. Desde negación y estallidos emocionales años después, hasta procesos de reparación simbólica o terapéutica. En todos los casos, la ambivalencia entre las razones que llevaron a abortar y la vivencia de pérdida se mantiene como un conflicto central.

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