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26 de abril de 2024

Francis Scott Fitzgerald en 1929

Francis Scott Fitzgerald en 1929

'El Gran Gatsby' o la gran novela de Scott Fitzgerald que fue el principio de su destrucción final

Un día como este lunes de hace casi un siglo se publicó la obra cumbre del escritor que se hizo millonario antes de los 25 escribiendo cuentos para revistas

El Gran Gatsby comienza con el consejo que recuerda el narrador, Nick Carraway, de su padre: «Cada vez que te sientas inclinado a criticar a alguien –me dijo– ten presente que no todo el mundo ha tenido tus ventajas...». Era como la culminación seria de los cuentos de los flappers, las chicas de los felices años veinte, que el escritor adaptaba al gusto de los lectores de la época solo para seguir ganando dinero (el Saturday Evening Post llegó a pagarle el equivalente a 30.000 euros actuales por un cuento de veinte páginas), sacrificando su casi sagrado espíritu artístico que volcó de lleno en su tercera novela, donde mezclaba la temática de sus relatos con la complejidad de la historia y de los personajes de la que carecía su trabajo para la prensa.
En el proceso de escritura de Gatsby, Fitzgerald le escribió a su paciente editor, Maxwell Perkins, de la mítica casa Scribner's, que sentía un «grandísimo poder» en su interior, lo que da una idea de la motivación y de las expectativas que tenía el autor en su siguiente libro Más adelante, casi terminado, le dijo desde su Villa en San Rafael, en Francia (donde llevaba una vida erráticamente dispendiosa que le obligaba a seguir escribiendo los cuentos que aborrecía para poder seguir manteniéndola), que sentía que al fin había madurado y que su novela «era más o menos la mejor novela estadounidense jamás escrita».

Un escritor desesperado

Fitzgerald quiso en un principio publicarla por entregas del mismo modo que hacía Gertrude Stein con Ser Americanos en The Transatlantic Review. Despues de leerla, Perkins le dijo que la novela era «una maravilla», y que «poseía un extraordinario grado de vitalidad y encanto y muchas ideas subyacentes de calidad descomunal...». La emoción era intensa y la promesa de triunfo (Fitzgerald ya había tenido un éxito enorme e inesperado con su primera obra A este lado del Paraíso) emborrachaban al autor desesperado por las regalías (siempre tenía deudas por su costoso nivel de vida) y ansioso por el reconocimiento como un gran escritor. A vueltas con las galeradas y con el título, la necesidad de dinero y la incertidumbre por el futuro éxito de la novela en el ínterin de su publicación, empezaron a desequilibrar su ya desequilibrada existencia.
La victoria de Gatsby pasó de ser un anhelo a una necesidad urgente. Un todo o nada a pesar de todo, sin renunciar a sus temporadas en Amalfi o en Capri. El 10 de abril de 1925, sumido en el terror, Scott Fitzgerald le escribió a Perkins: «Hoy se publica el libro y me asaltan los temores y los presentimientos (...) he perdido toda confianza. Yo mismo estoy harto del libro (...) es una pena porque los primeros cinco capítulos y algunas partes del séptimo y el octavo son lo mejor que jamás se ha escrito...». Fitzgerald naufragaba antes del naufragio y sus oscuros presagios resultaron ciertos. Las reseñas fueron «excelentes», pero las ventas «dudosas», dijo Perkins. Lo mejor que recibió Fitzgerald fueron las críticas y los elogios de sus amigos y del mundo literario en contraste con el de los lectores. El gran triunfo presentido en las grandes partes del libro que el propio autor reconocía, se diluyó en las que no le gustaban tanto. Fue el punto de su vida en el que ya no hubo retorno.
Francis Scott Fitzgerald poco antes de su muerte

Francis Scott Fitzgerald poco antes de su muerte

Pese a las ventas discretas de la novela, con el tiempo fue reconocida como una de las mejores obras literarias de todos los tiempos. Jay Gatsby era el prototipo del nuevo rico que Fitzgerald odiaba ser y que al final acaba destruido por una sociedad que no le acepta. Una destrucción muy distinta a la del autor, pero de algún mod muy cierto paralela: el declive, el ocaso, al agotamiento por no alcanzar lo soñado que acabaron con Gatsby y con Fitzgerald, que escribe al final de su excelso fracaso, por boca del encantador Nick Carraway:
«Gatsby creía en la luz verde, el orgiástico futuro que, año tras año, aparece ante nosotros... Nos esquiva, pero no importa; mañana correremos más de prisa, abriremos los brazos, y... un buen día...
Y así vamos adelante, botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado».
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