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22 de mayo de 2024

Fernando Bonete Vizcaino
Fernando Bonete Vizcaino
Anecdotario de escritores

Kafka y sus ochocientas

En total, la obra completa de Kafka suma unas ochocientas páginas, la aportación mejor rentabilizada de la historia de la literatura

Actualizada 04:30

El escritor originario de Praga Franz Kafka

El escritor originario de Praga Franz Kafka

Perteneciente a una familia de comerciantes judíos, subminoría de la minoría de alemanes que hablan un minoritario alemán en la colosal Praga del Imperio austrohúngaro; corredor de seguros primero, inspector de accidentes laborales después, Frank Kafka, cuyo apellido trajo del alemán al checo su abuelo y significa algo así como «grajo», «pájaro negro» –el negro, vestimenta de muchos de sus personajes–, Kafka se convirtió con su exigua obra –por escasa– en el escritor más influyente para los escritores del siglo XX, y aun del XXI.
Su proeza se llama rentabilidad, que es igual al rendimiento dividido por el esfuerzo. Ningún escritor ha obtenido tanto de tan poco –entiéndase el poco en cantidad–. En vida recibió elogios de Rilke, Musil, Hesse, Döblin –todos mayores que él y todos le sobrevivieron–. Dichos elogios son por una obra publicada en vida que, si dejamos fuera documentos privados y las cartas que intercambió con sus amores, son nueve títulos que suman 250 páginas; la extensión tipo, tirando por lo alto, de una novela estándar de hoy.
«El proceso» - Franz Kafka

«El proceso» - Franz Kafka«El proceso» - Franz Kafka

Publicó más muerto que vivo, de hecho. Su obra póstuma o inacabada es la más extensa, con cerca de seiscientas páginas entre relatos, observaciones, aforismos, diario y cartas, y tres novelas inacabadas: El proceso (publicada en 1925), El castillo (1926) y El desaparecido (1927).
En total, la obra completa de Kafka suma unas ochocientas páginas, no más que cualquier ladrillo del realismo ruso. La primera edición de la misma, desoída la orden de su autor de quemar todo lo no publicado, la preparó su albacea, Max Brod, y se publicó en Berlín en 1935, momento y lugar poco oportunos. Años más tarde le leen André Breton y los surrealistas; también Camus, Gide y Sartre. Para cuando se publica la segunda edición de su obra completa en Nueva York entre 1950 y 1958, esas ochocientas páginas han conquistado Europa.
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