Una de las sesiones del curso en el Palacio de la Magdalena
Así murió el conservadurismo español de carácter liberal con la Guerra Civil
La UIMP cierra el curso de verano sobre 'La memoria académica de Antonio Maura' con una reflexión sobre su legado
El curso de verano 'La memoria académica de Antonio Maura', que la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) ha desarrollado en el Palacio de la Magdalena de Santander, concluyó con una mesa redonda en la que se habló, entre otros temas, del legado del que fue presidente del Consejo de Ministros del reinado de Alfonso XIII durante la Restauración.
Florentino Portero Rodríguez, Investigador senior en la Fundación Civismo, fue el encargado de abrir la sesión.
Habló de qué manera el legado de Antonio Maura está presente hoy en día. Señaló que «Maura era un hombre riguroso, era lo que podemos llamar, según el significado que nos da el Diccionario de la Real Academia Española, un puritano».
«No estoy diciendo que fuese un luterano rigorista, sino que era una persona que vivía con rigor y coherencia su vida. Era un hombre realmente religioso, era una persona dedicada a trabajar por su familia, era un hombre que entendía el ejercicio de la política como un ejemplo, como una estética».
Explicó que «Antonio Maura es el resultado de una tradición que él no crea, pero que, a su vez, va a condicionar el futuro de la derecha española. Antonio Maura es el primer conservador moderno, a diferencia de Silvela, que es el último conservador antiguo».
«Esta tradición puritana», continuó, «nos lleva a algo básico y fundamental, que lamentablemente perdimos en el camino: el gobierno de los mejores. La Restauración es, junto con los días de Carlos III, el momento de mayor nivel de la clase política española. Con diferencia. Tanto en los debates en cortes, como la labor legislativa…, es esencialmente impresionante».
Maura, a diferencia de Silvela, explicó Florentino Portero, «a pesar de que solo les separan 8 años, ya vive en un tiempo histórico distinto. Ya está viviendo los efectos de la segunda revolución industrial, donde la gente empieza a contar, donde las diferencias entre el campo y la ciudad se van acentuando».
Puntualizó que «Silvela, por muerte temprana, es el último resto del siglo XIX español, por tanto, de una vida política realmente liberal. Mientras que Antonio Maura, que no es mucho mayor» (…) «es el fundamento del conservadurismo contemporáneo».
En cambio, «a Maura le da tiempo no solamente a ver las transformaciones sociales de España, sino también a asistir a la defunción de facto, y no solo de iure, del sistema. Cuando él muere el Rey todavía es Rey, pero ya no bajo la Constitución, y por lo tanto la monarquía ya está muerta. Ya es zombi, porque el Rey rompió el pacto al aceptar el pronunciamiento del general Miguel Primo de Rivera y a continuación disolver las cámaras».
Se explayó a continuación a la hora de explicar los elementos del legado de Maura: «El gobernante es alguien que tiene que dar ejemplo, es un modelo, en él, por lo tanto, no cabe el escándalo. Está representado a la nación junto al Rey, es la persona de confianza del Rey, y por lo tanto debe ser en todo momento un momento».
¿Y qué queda de toda esta obra de Maura?, se preguntó Portero. «Es muy llamativo cuando hoy hablamos con políticos ven a Antonio Cánovas muy lejano y en cambio a Antonio Maura como a alguien próximo».
Lo llamativo, apuntó, es que «Antonio Cánovas triunfó, le salió todo bien y murió antes de ver la catástrofe. Antonio Maura, como Silvela, fracasó en lo fundamental. Sin embargo, tenemos claro que a nosotros nos interesa Maura más que Cánovas. Cánovas es historia, y Maura está presente. Porque Maura es el primer conservador moderno, el que nos mara las líneas cómo actuar en una sociedad masificada».
Ese legado de Maura desaparece del todo con la Guerra Civil: «El conservadurismo español de carácter liberal muere con la Guerra Civil y no se regenera, no vuelve a ser. Surge otra cosa que es muy distinta».
«La experiencia de la Segunda República y de la Guerra Civil hace que la derecha cuestione y sea escéptica respecto a las ideologías. La experiencia del Franquismo nos lleva a la idea de que quien tiene que gobernar son los mejores, pero gobernar desde la administración», lamentó.
En la derecha, aseguró Florentino Portero, «hay una confusión crítica, patética entre administración y gobierno. La derecha española tiende a convertirlos en sinónimos, y no lo son para nada. El funcionario resuelve problemas concretos, el gobierno marca la línea».
«Tenemos una derecha que no tiene ningún programa de gobierno. La derecha es fiel al sistema. La derecha es fiel a la Constitución. La derecha trata de defender el sistema y la Constitución, pero no es capaz de dar alternativas, cuando, sencillamente, la mayoría del Parlamento español ya está en contra del régimen vigente. Ya está violando la Constitución».
«En un tiempo muy breve, uno de los legados más importantes, que era la constitución de una única fuerza de centro-derecha, lograda con el trabajo conjunto de Manuel Fraga y José María Aznar, se pierde durante el período de Mariano Rajoy. La idea de que el centro-derecha tiene que estar constituida en una única fuerza reconociendo todas las corrientes es un legado básico de Antonio Cánovas, que reconstruyen con muchísimo sacrificio Fraga y Aznar, con Rajoy se pierde», concluyó.
Los descendientes de Maura
Tras Florentino Portero, en su intervención, Pilar de Gregorio y Álvarez de Toledo, Expresidenta de Christie’s España 2010-2020, realizó un recorrido por los lugares que quedan hoy en día por donde transcurrió la vida de Antonio Maura y los sitios dedicados a su memoria. «Quedan bastantes, y eso es raro en un país que no es clemente con su pasado», apuntó.
El director del curso, el exdirector de la RAE, Darío Villanueva, leyó la ponencia de Ramón Pérez-Maura , director de Opinión del periódico El Debate, que no pudo estar presente en la sesión de hoy. Pérez-Maura centró su intervención en Los descendientes de Maura, de los que recordó que «hay unos 250 de ellos».
Explicó que «don Antonio tuvo 10 hijos, cinco hombres y cinco mujeres», por lo que, en su presentación, el criterio seguido ha sido «el de mencionar principalmente a sus hijos y nietos, así como a algún bisnieto y tataranieto que haya tenido participación política».
Comenzó con el primogénito de Antonio Maura, Gabriel Maura Gamazo. Primer duque de Maura, «Gabriel fue un intelectual relevante miembro de tres reales academias: la Española, donde coincidió con su padre; la de la Historia y la de Jurisprudencia y Legislación».
«Dos veces presidente de la Federación Española de Fútbol» y «diputado a Cortes por Calatayud entre 1904 y 1918», Gabriel Maura Gamazo «el 18 de febrero de 1931 fue convocado por el almirante Aznar junto con otras personalidades relevantes a lo que él calificó de encerrona».
«Gabriel aceptó el Ministerio de Trabajo y Previsión y a la salida de Alfonso XIII hacia el exilio, apenas dos meses después, el Rey le encargó redactar su célebre carta de despedida al país que se publicó en ABC a toda página», explicó.
Sin embargo, «su labor más importante fue como historiador. Se consagró con su primer libro: Carlos II y su corte».
Con el estallido de la Guerra Civil «Gabriel ayudó económicamente al alzamiento en 1936, pero a partir de 1938 se alejó de Franco al comprender que su motivación no era la restauración de la Monarquía». «Hasta el fin de sus días fue consejero de Don Juan, a quien visitaba regularmente en Estoril».
Ramón Pérez-Maura habló a continuación de los nietos de Antonio Maura por parte de su hijo Gabriel, como Gabriela, excomulgada temporalmente por violar involuntariamente una clausura al «saltar una tapia en la zona de Loredo» durante una jornada de caza, «su primera pasión».
Habló también de Julia, «una señora relevante en la sociedad madrileña, que escribía en ABC hasta que tuvo en 1953 un choque frontal y reiterado con Luis Calvo, entonces critico teatral del periódico y más tarde director del mismo».
Calvo desveló un flagrante plagio de un texto de Julia, calcado de uno de Oscar Wilde, cuestión espinosa que Julia Maura zanjó con un artículo en ABC donde afirmaba que «yo he tenido la valentía, cuando me he lanzado a plagiar, de hacerlo a cara descubierta, con nobleza, sin disimulo, con la fidelidad del calco».
Ramón Pérez-Maura repasó la vida de otros descendientes de Antonio Maura, como su bisnieta Luli Bolín de la Mora. Su hija Constancia Caraballo de la Mora «fue guerrillera y se cree que fue asesinada por paramilitares en 1973 junto a su pareja, Alberto, en Guadalajara, Jalisco. Forma parte de una lista de 532 desaparecidos en México».
Otro hijo de Antonio Maura, Antonio Maura Gamazo, «fue un hombre de vida un tanto disipada. Era un gran seductor».
Narró Pérez-Maura cómo «en una ocasión tuvo una relación con una condesa polaca bastante mayor que él con la que se fugó a París siendo menor de edad. Don Antonio obtuvo noticias de su paradero en un lujoso hotel parisino».
No obstante, «como suele ocurrir con esas pasiones juveniles, tres meses después aquello se acabó. Mandó un telegrama a su padre anunciando su llegada dos días después en el expreso de París, rogando ser recogido en la estación de Atocha. Allí acudió el coche de su padre y el propio Antonio indicó a Segundo, el cochero ‘A Santa Rita, por favor’. ‘Así es señorito. Al reformatorio de Santa Rita. Tres meses’».
La historia del también hijo de Antonio Maura, Honorio Maura fue trágica. Tras una juventud en la que «causó muchos disgustos a sus padres» emprende «una carrera como autor teatral».
«Tuvo mucho éxito: grandes estrenos con actores de primera fila y teatros llenos». Encarcelado «como monárquico convicto y confeso» en 1932 tras el golpe del general Sanjurjo, fue detenido también «en su casa de Zarauz la tarde del del 23 de julio de 1936». Fue fusilado el 2 de septiembre de 1936.
Pérez-Maura señaló que «días antes había escrito a José Antonio Aguirre, antiguo amigo de tertulias y próximo a convertirse en el primer presidente del Gobierno vasco. Le pidió ayuda. Aguirre no movió un dedo por él».
El también hijo de Antonio Maura, Miguel Maura Gamazo, fue diputado por Alicante y concejal en el ayuntamiento de Madrid y diputado por Zamora y Soria durante la República.
Alejado de la Monarquía, «sostenía que la llegada de la república era inevitable y que él no quería una república de izquierda». «Fue el primer ministro de la Gobernación de la II República. Durante su mandato se produjo la quema de conventos en Madrid».
Católico practicante, «exigió al Consejo de Ministros que se autorizara la salida de las fuerzas del orden a la calle para contener el desorden, pero fue derrotado en la votación interna. Manuel Azaña, ministro de la Guerra, fue concluyente: ‘Todos los conventos de Madrid no valen la vida de un republicano’». Abandonaría el Gobierno de la República el 14 de octubre de 1931, aunque siguió activo en política.
Avanzando en la cronología, citó a Fernando Maura Barandiarán, bisnieto de Antonio Maura. Militante del PSOE entre 1977 y 1982, luego en el Partido Demócrata Liberal de Antonio Garrigues entre 1982 y 1987, del Partido popular entre 1989 y 2007 (del que llegó a ser secretario general del partido en el País Vasco), de UPyD entre 2007 y 2014 y de Ciudadanos entre 2015 y 2022.
«Ha sido concejal en el ayuntamiento de Bilbao, miembro del Parlamento Vasco, diputado en el Parlamento Europeo y diputado nacional».
Por último, mencionó a Jorge Semprún, hijo de la hija de Antonio Maura Susana maura Gamazo.
«Con 19 años se afilió al Partido Comunista de España al que perteneció hasta 1965». Internado en el campo de concentración de Buchenwald, «se le encargaron laores administrativas».
Según su hermano Carlos, detalló Ramón Pérez-Maura, Jorge Semprún «en el campo de concentración había hecho labores de Kapo, y el propio Jorge no lo negaba. Su actividad política cesó con su salida del PC de donde fue expulsado».
Sin embargo, esa actividad política «se reactivó en 1988 cuando Felipe González lo nombró ministro de Cultura. Cargo que mantuvo hasta 1991».
Ramón Pérez-Maura cerró su intervención con una anécdota sobre Jorge Semprún: «Yo solo saludé a Jorge una vez. Pero mi mujer lo trató bastante y cuenta que incluso cuando le sirvió en su casa una cena en mal estado por un fallo en la cocina, se lo comió todo. Y como explicación adujo: ‘Es lo que tiene haber estado en un campo de concentración…’».