
Detalle de cubierta de 'Cuatro días sin porqué'
El místico sin porqué
Nueva traducción de los textos de Angelus Silesius, cumbre de la mística barroca alemana
Angelus Silesius nació en 1624 en el seno de una familia luterana. Estudió medicina en una época en la que era posible y recomendable recorrer el continente para completar unos estudios universitarios: él pasó por las universidades de Estrasburgo, Leiden y Padua. Con su flamante título de doctor, regresó a su tierra para ejercer la profesión. Johann Scheffler, su nombre de bautismo, era intelectual y poeta, cualidades que suelen conllevar espíritu crítico y alta sensibilidad. La combinación de ambas lo llevó a la mística y al desencuentro con el luteranismo oficial. Incluso se le impidió publicar una antología de poetas místicos, según cuenta Pilar Carrera en el prólogo al libro que reseñamos.

Edición, traducción y prólogo de Pilar Carrera. Eolas (2025). 134 páginas
Cuatro días sin porqué (Texto bilingüe)
Con apenas treinta años se convierte al catolicismo y adopta el nombre con el que es conocido. Poco después toma los hábitos franciscanos. Más adelante definiría el luteranismo como «un cuerpo de dogmas y una ética, no una fe», y se entrega a la libertad que encuentra en la que estrena con la escritura de uno de los libros de poesía mística barroca más importantes: el Cherubinischer Wandersmann, que tradicionalmente se ha traducido como Peregrino querúbico, aunque la prologuista y traductora prefiere llamarlo El paseante querúbico. Esta versión no solo enriquece una interpretación que durante siglos ha estado circunscrita al ámbito religioso, sino que –se me ocurre– la vincula a la figura del Wanderer, cargada de asociaciones culturales y simbólicas desde la Edad Media hasta nuestros días.
Pilar Carrera no es una traductora al uso. Catedrática de universidad, ha publicado ensayos tan significativos –y por citar solo los más recientes– como La comunicación en el diván. Efectos políticos del imaginario digital o La lógica del fragmento. Arte y subversión. Con Angelus Silesius sigue una tradición muy española: la de interpretar los poemas religiosos en clave humana sin entrar en conflicto con la lectura espiritual (como ya hizo Dámaso Alonso cuando leyó a San Juan de la Cruz Desde esta ladera). De hecho, se intuye por el prólogo que llegó al místico alemán de la mano de Jacques Lacan; hablando de caminantes y vagabundeos, ese sí que es un extraño periplo. Carrera se permite incluso titular el libro con una expresión de cuño propio: Cuatro días sin porqué, en alusión tanto al tiempo que, al parecer, tardó Silesius en escribir este primer volumen del libro; como a su verso más célebre, popularizado por Jorge Luis Borges:
No se presta atención, no pregunta si se la ve.
Este libro recoge los trescientos poemas –en edición bilingüe– del primer libro de poesía mística de Silesius. Son composiciones muy breves, de apenas cuatro versos, que se sitúan entre el epigrama, el aforismo y la jaculatoria. En ellos relucen la paradoja, la alegoría mística y la contradicción. Pueden leerse de forma aislada, pero una lectura continua ofrece la clave del título: el lector se convierte en un vagabundo que se deja llevar en ese viaje interior, una especie de errancia espiritual, que desemboca en el desapego y la anulación del yo. Esa unión mística no se plantea como disolución en la divinidad, sino como asimilación en un Uno perfecto.
A continuación, proponemos tres poemas, de los muchos que se podrían mostrar, que revelan tanto la profundidad y belleza de los versos como la sensibilidad y calidad de la traductora:
Amar exige mucho esfuerzo; no debemos
Tan solo amar, sino, como Dios, ser el amor.
¡Oh dulce celebración! Dios mismo será el vino,
La comida, la mesa, y el sirviente y la música.
Cuanto más diferenciadas son las voces
Más maravilloso suele ser el canto.