Detalle de cubierta de Androiceno
Nosotros, los humanos. ‘Androiceno. Escribir en la era de la inteligencia artificial’
En este momento de eclosión de la IA hay preguntas de base que la sociedad debe abordar para crear un marco que evite la vulneración de sus derechos
No hay vuelta atrás, la inteligencia artificial (IA) ya forma parte irrenunciable de nuestra realidad. Son lentejas y está integrada en todo, analizando infinidad de datos provenientes de infinidad de fuentes para reducir los tiempos en procesos y aumentar nuestras capacidades ejecutivas y de decisión aportando respuestas. Sin embargo, frente a todas esas respuestas que ofrece la IA, el ensayo Androiceno. Escribir en la era de la inteligencia artificial lo que plantea son preguntas –cincuenta, concretamente– agrupadas en cinco grandes temas o metapreguntas. ¿Podemos controlar la inteligencia artificial? ¿Hacia dónde nos lleva internet? ¿Tenemos futuro los humanos? ¿Se podrá escribir? ¿Es esto una nueva era?

Berenice (2025). 320 páginas
Androiceno. Escribir en la era de la inteligencia artificial
Para Miguel Ángel Serrano no hay duda. Al acuñar el término Androiceno propone que nos encontramos en el inicio del periodo que sucede al Antropoceno, uno donde el entorno ya no lo configurarán los humanos, sino las decisiones que tomen las máquinas o que se tomen para las máquinas. «Los gurús de la IA prometen un mundo más innovador, libre de enfermedades, en el que las máquinas harán que la vida sea mucho más fácil, pero ¿será esto así? ¿Lo será para todo el mundo? En pos de esa promesa (que veremos si se hace realidad), se desvían ingentes recursos naturales, energéticos, económicos, humanos y de todo tipo, entre ellos, los culturales».
Todo va demasiado rápido, los Estados e instituciones internacionales son incapaces de seguir el ritmo frenético que imprime la tecnología y aportar un marco regulatorio que acote las actividades de las big tech y delimite usos lícitos e ilícitos de la IA. En el libro se señalan algunos riesgos que la implantación masiva de esta tecnología conlleva: ¿cómo generaremos la electricidad necesaria sin aumentar la huella de carbono o recurrir a la energía nuclear?, ¿cómo impactará en un recurso tan escaso como el agua la necesidad de refrigerar los centros de procesamiento de datos?, ¿cuánta inversión, pública y privada, se desviará al desarrollo de la IA?, ¿qué actividades y servicios dejarán de suministrarse?, ¿cuánto empleo se destruirá?, ¿quién costeará la adaptación tecnológica de trabajadores y procesos?, etc. Sin embargo, hay distintos tipos de IAs y es al analizar las IAs generativas que emplean como base fundacional los llamados large language models (‘modelos de lenguaje de gran tamaño’, o LLM, por sus siglas en inglés) cuando Serrano expone otro tipo de riesgos de corte más intangible.
Se afirma en Androiceno que «un mundo de tecnólogos con escasa capacidad crítica es un mundo desprotegido frente al populismo y la debilitación de las democracias», y que la capacidad crítica es un músculo que se desarrolla a base de ejercitarlo. Dejar que una máquina decida, que ChatGPT –por citar una de las IAs generativas más populares– nos diga qué tenemos que hacer puede que nos ahorre tiempo, pero ¿a cambio de qué? No es solo que las máquinas no entren a valorar ni la exactitud ni la veracidad de las respuestas que proporcionan –ellas compilan y devuelven, sin cuestionar o discriminar entre fuentes–, es que tampoco tienen en consideración quién pregunta ni por qué, si lo que proporcionan va a provocar un bien o un mal para la persona que inquiere, qué consecuencias hay en términos humanos. «¿Nos puede condenar a muerte una IA?», se pregunta el autor, ¿en función de qué parámetros? Todas estas son cuestiones éticas que las máquinas no pueden abordar y debemos afrontar como sociedad introduciéndolas en el debate tecnológico.
«El verdadero arte es siempre una pregunta ética», dice Serrano, por eso ha querido que el arte y las palabras de escritores como Lorca, Huxley, Wordsworth, Gómez de la Serna, Doris Lessing u Oscar Wilde –entre otros– alumbren con su sorprendente clarividencia las respuestas que el lector pueda darse a las preguntas que plantea Androiceno. Ni ChatGPT ni ninguna IA generativa ‘crea’. Tal y como las define el autor, son «programas de mezcla y plagio» alimentados por contenido original humano que devuelven troceado y recombinado en una flagrante vulneración de las leyes de propiedad intelectual que lo protegen. El arte, la capacidad de crear, es uno de los rasgos que nos separa de las máquinas, y los derechos de autor son parte de esos «derechos de los humanos» amenazados por un uso sin restricciones de la IA.
En este lúcido texto, Miguel Ángel Serrano aborda la actualidad tecnológica, política, económica y legal como instrumento para plantear cuestiones que sobrevivirán a los acontecimientos que las han suscitado. No demoniza la tecnología, pero, frente a la declarada filosofía de las big tech de «correr mucho y romper cosas», sugiere que ahora que la IA está eclosionando, y antes de adoptarla ciegamente, quizás sea el momento de hacerse ciertas preguntas. Y resolverlas nosotros, los humanos.