El Gobierno ha vuelto a mentir: un ciudadano hoy paga muchos más impuestos que en 2018

María Jesús Montero dijo hace unos días en el Congreso que el Gobierno de Sánchez baja los impuestos. Miente. El Gobierno de Sánchez no ha hecho otra cosa que subir los impuestos desde que llegó: incremento de tramos de IRPF; impuestos específicos para banca y energéticas, aunque ahora alguno decaiga; subida del tipo medio efectivo en Sociedades; y así, hasta más de ochenta subidas, entre impuestos nuevos e incrementos de los ya existentes.

Es más, su última voracidad confiscatoria viene a cuenta de la subida del salario mínimo. Subida del SMI que es un error, porque encarece costes y puede expulsar del mercado laboral a las personas más vulnerables, pero que una vez que la ha realizado, en su hipocresía, el Gobierno se quedará con buena parte del incremento. Es decir, carga de costes a las empresas para recaudar más.

Trata de engañarnos diciendo que los 16.576 euros del salario mínimo interprofesional pagarán 300 euros de IRPF y que en 2018, con Rajoy, pagaban, esos mismos euros nominales, 1.000 euros. Truco barato el de la vicepresidenta, porque compara cantidades nominales y quizás no sepa –y si lo sabe, lo oculta para tratar de confundirnos– que existe lo que se llama valor de dinero en el tiempo, y que desde que llegó Sánchez la inflación ha subido un 20,24 %. Por tanto, 16.576 euros de 2018 equivalen a 19.930 euros de 2025.

Y este último importe pagaría ni más ni menos que 2.198,68 euros. En comparación, los 1.000 euros de 2018 equivalen a 1.202,40 euros, con lo que el incremento de impuestos es de casi 1.000 euros para un mismo contribuyente.

Aquí queda demostrado que el Gobierno sube impuestos, no los baja. Los ha subido exprofesamente y también con la subida silenciosa que supone la progresividad en frío, al no deflactar la tarifa. Por tanto, Montero miente y, lo que es peor, nos trata de tontos a los ciudadanos, a los contribuyentes que, entre otras cosas, le pagamos su sueldo.

Nadie pone en duda que para mantener los servicios públicos esenciales y redistribuir la renta y la riqueza que garantice esa asistencia y una igualdad de oportunidades, debe haber impuestos. Ahora bien, unos impuestos claros, justos y no desmedidos, que sirvan para financiar un gasto limitado, no un gasto infinito y clientelar.

Sin embargo, el Gobierno no se centra en los problemas esenciales de los ciudadanos, sino que trata de conformar una economía basada en dos pilares destructivos: el subsidio y la envidia. Para ello, establece unos impuestos confiscatorios, porque necesita ingentes recursos para repartir subvenciones con las que tratar de mantener un voto cautivo, elemento que empobrece a una sociedad, porque la somete; y unos impuestos demagógicos, para saciar la envidia de la izquierda más voraz y envidiosa, aunque no tengan casi poder recaudatorio, como los de la banca o el de las energéticas, que también causan daño a la economía, pues las inversiones volarán.

El Gobierno no tiene otra política económica que la que sigue, equivocada, de incrementar exponencialmente el gasto y subir confiscatoriamente impuestos. Ha subido los impuestos cada ejercicio y si no lo ha hecho en alguno es porque no ha contado con respaldo parlamentario para ello, pero es su obsesión: exprimir a los contribuyentes para seguir gastando de manera poco eficiente, poco útil, con amplio despilfarro.

Puede decir lo que quiera el Gobierno: que es de noche cuando es de día; que es verano cuando es invierno; o que baja los impuestos cuando, realmente, los sube, pero los hechos son incontestables y un ciudadano hoy paga muchos más impuestos que en 2018, no siendo pocos los que pagaba tampoco entonces, pero ahora se han incrementado exponencialmente.

El socialismo puro, como el de Sánchez, extremista, siempre acaba con la prosperidad, y esto es un claro ejemplo de ello, mientras tratan de que nos creamos las falsedades que dicen al respecto.