
Varias personas en la terraza de un bar
¿Significa algo para la economía que los bares estén a reventar? Qué hay de verdad tras el mayor tópico español
A la disonancia entre los datos macroeconómicos y la percepción social se suma un tipo de pesimismo resignado que, paradójicamente, se sobrelleva a golpe de consumo
El cambio climático aún da tregua a los bares, que extienden sus dominios sobre unas aceras cada vez más intransitables durante ciertas semanas del año. Esta imagen, casi de postal costumbrista española, nos sugiere una aparente bonanza económica. O, al menos, así la hemos interpretado hasta ahora. Sin embargo, tomarle el pulso a la economía nacional resulta cada vez más difícil si nos fijamos solo en las terrazas llenas de gente. A la disonancia entre los datos macroeconómicos y la percepción social se suma un tipo de pesimismo resignado que, paradójicamente, se sobrelleva a golpe de consumo.
«Arrastramos una situación económica marcada por numerosos acontecimientos macro sucedidos en cadena desde hace tiempo y que afectan al día a día de los ciudadanos, hasta el punto de hacernos alcanzar cierta tolerancia a la coyuntura actual. Esto ha generado, por un lado, una sensación de resiliencia económica y, por otro, una percepción de vulnerabilidad financiera en los hogares», explica Paco Lorente, docente en ESIC University y experto en comportamiento del consumidor. «Seguimos consumiendo dentro de nuestras posibilidades, pero los gastos importantes o las inversiones a largo plazo se paralizan o se analizan con más detenimiento», añade. Prueba de ello es que los hogares han incrementado sus niveles de ahorro, alcanzando cifras poco habituales en España.
Impacto en el ciudadano de a pie
Aunque la incertidumbre global no ha frenado el dinamismo de la economía española en los últimos años –donde el impulso ha venido más del sector público que del privado–, el crecimiento económico no se refleja en el día a día de muchos ciudadanos. En 2024, España superó las expectativas y creció a un ritmo mayor que el de la mayoría de los países del euro. Sin embargo, mientras el PIB aumentaba en más de un 3 %, el 44 % de los españoles consideraba que la economía iba a peor, según datos de Funcas.
Frente al optimismo que desprende el Ejecutivo en sus intervenciónes, se impone una realidad: ni las condiciones laborales, ni el acceso a la vivienda, ni los precios de la cesta de la compra han mejorado. Este es el escenario en el que se mueven la mayoría de los mortales en España.
Carlos Giménez, profesor del Departamento de Economía y Finanzas de ESIC University, subraya que «el empleo que más crece es el público, en un contexto de fuerte aumento del gasto y la deuda». «Mientras tanto, un 41 % de los autónomos han visto caer sus ingresos en 2025 y muchas pymes han tenido que cerrar. La presión fiscal ha aumentado con más de 60 cambios impositivos desde 2018, reduciendo la renta disponible de ciudadanos y empresas», apunta.
A pesar de que España es el país con más paro de Europa, Hacienda ha disparado sus ingresos en un 41 % desde 2018. A esto se suman los aumentos en las cotizaciones sociales, es decir, lo que las empresas pagan por cada trabajador a la Seguridad Social. «Esta tendencia refleja una creciente dependencia del sector público frente a un tejido productivo privado en dificultades, el cual debería ser el más dinámico y generador de riqueza», añade Giménez.
Impacto psicológico
A fecha de este mes de mayo, y pese al bullicio de las terrazas, el 55,3 % de los ciudadanos consultados por el CIS considera que la economía nacional atraviesa un momento malo o muy malo. Sin embargo, cuando se les pregunta por su situación personal, solo el 23 % cree que su economía doméstica es mala o muy mala. La brecha es reveladora.
Víctor González, director de marca y comunicación de Intrum España, apunta una posible explicación: «La percepción colectiva no se basa únicamente en los datos, sino en cómo se distribuyen esos avances, qué expectativas teníamos y cómo proyectamos el futuro. El encarecimiento acumulado de bienes esenciales, como la vivienda o la alimentación, sigue pesando más que cualquier mejora macroeconómica. Además, vivimos una época de incertidumbre constante, lo que influye notablemente en la percepción».
El último Informe Europeo de Pagos de Consumidores de la empresa de gestión de crédito revela que casi 8 de cada 10 españoles se siente capaz de cubrir sus necesidades básicas, aunque aún existe «una contención importante a la hora de destinar ingresos al consumo discrecional», explica González. Solo un 19 % se siente cómodo gastando en bienes premium o no esenciales, según el estudio. «La pandemia marcó un antes y un después en la forma de gestionar la economía doméstica. Hoy hay un consumidor más prudente, que prioriza el ahorro y la estabilidad a largo plazo frente al consumo inmediato, incluso en tiempos de mejora económica», añade.
Cuando el gasto es refugio
En contextos tan volátiles e inciertos como el actual, el consumo no desaparece, sino que se adapta. «Se priorizan las experiencias de gratificación inmediata o simbólica, como el ocio, pero no dejamos de consumir», asegura Lorente. También crecen las llamadas compras aspiracionales: productos que permiten ‘sentirse bien’ o ‘aparentar estabilidad’, aunque no reflejen fielmente la situación económica real.
Así, frente a la inseguridad, muchas decisiones de compra dejan de ser racionales para volverse emocionales y se prioriza el alivio inmediato. Es el auge del llamado consumo ansioso, el de los pequeños caprichos, especialmente incipiente cuando las condiciones laborales lastran el futuro de las decisiones de compra. En este contexto, las terrazas llenas no representan una economía boyante, sino una sociedad que compra ilusiones de bienestar para olvidar las dudas sobre el mañana.