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La educación en la encrucijadaFelipe-José de Vicente Algueró

Educación y neoliberalismo

El origen de todos los males viene de las recomendaciones del Comité Plowden que aconsejó al gobierno socialista inglés presidido por Harold Wilson la introducción de la escuela comprensiva igual para todos hasta los 16 años en 1967

Actualizada 09:50

Desde ciertos ámbitos de la izquierda se hace una acertada crítica a la degradación del sistema educativo español, pero echando todas las culpas al neoliberalismo. Todos los males de la educación española, el abandono de la llamada «escuela republicana», la drástica reducción de exigencias en los planes de estudio... son culpa del malvado neoliberalismo.

Con todos los respetos a quienes defienden esta tesis, creo que atribuir los males de la educación al neoliberalismo es simplista y una forma de descargar la mala conciencia porque el partido socialista ha sido el gran culpable de las reformas educativas que han llevado a la situación actual. Me parece un revival de las viejas teorías conspiranoicas. Me recuerda demasiado a la conspiración judeomasónica, con la que también se simplificaba con un enemigo externo las verdaderas razones de la realidad social española de los años del franquismo.

En primer lugar, ¿saben estos críticos qué es el neoliberalismo? ¿Conocen a sus representantes más destacados? ¿Podrían dar el nombre de, al menos, dos? ¿Han leído algo de ellos y no resúmenes de argumentarios llenos de prejuicios? Al hablar de neoliberalismo caricaturizan este concepto para convertirlo en un espantapájaros. Desde una perspectiva seria y académica, el neoliberalismo se refiere a dos conceptos distintos, por un lado, al «new liberalism» nacido como corriente del viejo partido whig británico a finales del siglo XIX y que tuvo por principal exponente a David Lloyd George. Supuso un tipo de liberalismo social, partidario de un cierto intervencionismo estatal y precursor del Estado del Bienestar.

Es de suponer que los actuales enemigos del neoliberalismo se refieran a otro concepto: el neoliberalismo que surge como corriente académica en el seno de varias universidades norteamericanas, sobre todo a partir de la segunda mitad de la década de los 70 del siglo XX. Aunque hunde sus raíces en F. Hayek, Premio Nobel de Economía en 1974, cuyo libro, «Camino de servidumbre», recomiendo a los anti-neoliberales. El neoliberalismo es todo un paradigma económico, altamente sofisticado, que pretende resolver un importante problema: ¿por qué no funcionan las políticas keynesianas a raíz de la estanflación de los años anteriores y posteriores a la crisis del petróleo de 1973?

Varios economistas neoliberales obtuvieron el Premio Nobel de Economía. Y, a no ser que también consideremos al jurado del Nobel como parte de la conspiración neoliberal, habrá que reconocer que eran gente seria, preparada y excelentes economistas. Al neoliberalismo también se le conoce por «economía del lado de la oferta», para distinguirla de la keynesiana «economía del lado de la demanda». Sus estudios tienen mucho que ver con la política fiscal, véase, por ejemplo, la famosa curva de A. Laffer (que mereció portada en el Time), con el exceso del gasto público y endeudamiento de los Estados, con el aumento de la burocracia innecesaria, que le mereció el Nobel a J. Buchanan, con la política monetaria y la inflación, por cuyos estudios le dieron el Nobel a M. Friedman y cuyo libro «Libertad de elegir» también recomiendo, entre otras razones, porque trata de la política educativa. Por supuesto sus ideas han sido objeto de críticas y de discusiones académicas, como no puede ser de otra manera. Ya decía K. Popper (otro precursor del neoliberalismo) que la ciencia avanza poniendo en duda lo que hasta ahora parece cierto.

G. Becker es, posiblemente, el más neoliberal de los neoliberales. También Premio Nobel en 1986, su obra se ha dedicado parcialmente a la educación, al estudiar el capital humano, es decir, la educación no tanto como gasto, sino como inversión. Los estudios de Becker han demostrado el impacto de una educación de calidad en el desarrollo económico y en el aumento del PIB. Son muy interesantes sus estudios sobre renta y nivel académico. Aunque su enfoque de la educación es economicista, en ningún lugar afirma que la escuela ha de reducir sus niveles para que puedan salir personas fáciles de contratar como mano de obra barata. Al contrario, Becker está por la calidad de la educación. Se lo podríamos preguntar, pues, aunque tiene 83 años, sigue escribiendo sobre economía.

Friedman también puso el acento en la calidad de la educación al defender la idea del llamado «cheque escolar» que en el caso norteamericano no era para elegir entre enseñanza pública o privada, sino entre escuelas públicas. Según Friedman, si las familias pueden elegir, en lugar de ir al centro donde le asignan las autoridades, motivará a los centros a mejorar su calidad. Hay que aclarar que en los Estados Unidos no hay un ministerio federal de Educación que pueda establecer unos currículums o estándares para todos los centros públicos. Cada Estado y, hasta cada condado, tienen mucha autonomía. Por eso Friedman no veía otro modo de estimular la calidad de las escuelas americanas que, precisamente, no son un modelo de calidad.

Pues no, si hemos llegado hasta aquí en la pendiente hacia abajo de la educación española no ha sido por una conspiración neoliberal. Analicemos los datos históricos. El origen de todos los males viene de las recomendaciones del Comité Plowden que aconsejó al gobierno socialista inglés presidido por Harold Wilson la introducción de la escuela comprensiva igual para todos hasta los 16 años en 1967. Wilson no era marxista, pero el laborismo dependía (y ha dependido hasta la era Blair) de los sindicatos en donde la ideologización es mayor que en los diputados laboristas.

Tony Jundt, historiador nada sospechoso de neoliberal, ha escrito en su conocido libro «Postguerra» que la «comprehensive school» ha sido la reforma «más socialmente retrógrada de la Inglaterra de la postguerra» (pág. 543) y carga contra los laboristas, sin mencionar para nada al neoliberalismo. En la época de Wilson, Friedman, el neoliberal de mayor edad, era poco conocido fuera de determinados ambientes académicos, y los demás economistas neoliberales estaban en el inicio de sus carreras. Los socialistas de los países nórdicos siguieron con el ejemplo inglés también en los años sesenta del siglo XX. Y los socialistas españoles, con retraso, copiaron el modelo con la LOGSE (1991).

Los críticos más conocidos en España de la escuela comprensiva y de las reformas educativas como Inger Enkvist, Gregorio Luri o Catherine L'Ecuyer no consideran al neoliberalismo como el factótum de los males educativos. Ponen el acento en la comprensividad y, sobre todo, en las corrientes psicológicas y pedagógicas que inspiran las reformas. Piaget, Dewey (inspirado en Rousseau) o Freire son muy anteriores al neoliberalismo. Enkvist, en un libro en que analiza muy bien los orígenes de la escuela comprensiva y de la pedagogía que hay detrás («La educación en peligro»), no cita ni una sola vez al neoliberalismo como colaborador necesario en el proceso de deriva educativa.

La escuela comprensiva anglosajona encaja muy bien con un determinado socialismo que hace de la escuela un instrumento de igualación social. El igualitarismo, que yo sepa, es una doctrina más bien socialista. Decir que la izquierda se ha dejado influir por el neoliberalismo es escamotear la verdad. Las reformas educativas españolas promovidas por los socialistas responden a la concepción que, al menos, los dirigentes del partido tienen de la escuela. Basta con repasar los documentos programáticos del PSOE de los años de la Transición y los anteriores a la LOGSE para entenderlos. Luis Gómez Llorente – miembro de Izquierda Socialista - era el gran inspirador de las políticas educativas del PSOE y entendía la escuela como un instrumento para alcanzar la sociedad socialista.

La aprobación de la LOGSE, paradigma de la escuela comprensiva, fue recibida con verdadero alborozo por la izquierda intelectual y mediática, así como por terminales educativas del PSOE como la Asociación de Maestros Rosa Sensat, la CEAPA (Confederación de asociaciones de padres), sindicatos como UGT y Comisiones Obreras. Marta Mata, icono de la nueva pedagogía, se deshacía en elogios ante la reforma educativa calificada como la más progresista de la Historia de España. Sus servicios fueron agradecidos al ser nombrada Presidenta del Consejo Escolar del Estado. Alabar la LOGSE era lo políticamente correcto; pedir unos itinerarios en el segundo ciclo de la ESO que flexibilizaran la comprensividad era inmediatamente tachado de segregador y, por lo tanto, contrario al dogma de lo que debía ser una escuela socialista. Los itinerarios eran algo «de derechas» y, por lo tanto, no se pueden ni debatir.

Curiosamente, países que pasan por ser de los más capitalistas del mundo, como Singapur, Corea del Sur o Japón, tienen un sistema educativo exigente basado en la transmisión de conocimientos y en la búsqueda de la excelencia. Margaret Thatcher, bestia negra de los antiliberales, empezó a poner orden en el ya evidente fracaso de la escuela comprensiva inglesa introduciendo el National Curriculum, es decir, unos estándares de conocimientos obligatorios para todos los centros educativos. Y Tony Blair, que venía del ala no marxista del laborismo, mantuvo las reformas e introdujo otras, precisamente, en la línea de menor comprensividad.

Para superar el fracaso de la escuela comprensiva se nos propone el modelo de la «escuela republicana». Pero ¿qué se entiende por «escuela republicana»? Se supone que es la escuela nacida de las reformas educativas de la Tercera República francesa, desde finales del siglo XIX. Es cierto que es una escuela que se centra en la transmisión de conocimientos con vocación de universalidad y, eso, en mi opinión, es positivo. La escuela republicana francesa no es una escuela socialista y es, por supuesto, muy anterior a las corrientes de la nueva pedagogía. Era una creación de los radicales franceses, liberales anticlericales furibundos, burgueses acomodados y nada dispuestos a que desapareciera la propiedad privada. El principal rasgo de la escuela republicana es su carácter laico, pero eso es una forma política de entender la escuela que nada tiene que ver con la calidad. Que en una escuela desaparezca la enseñanza de la religión no hace que mejore automáticamente la enseñanza de las Ciencias Naturales o de las Matemáticas. En realidad, la escuela republicana francesa se inspira en los exigentes colegios de jesuitas, quitándoles toda connotación religiosa y formando a los niños para que fueran buenos ciudadanos en lugar de buenos cristianos.

¿Y en España? Quizás el modelo de escuela republicana fuera la Institución Libre de Enseñanza que, por cierto, nació con el objetivo de crear una universidad al margen de la oficial y acabó con una escuela. La Institución era una sociedad anónima, cuyos accionistas querían ver la rentabilidad de sus acciones, por lo que era un colegio de pago y no precisamente barato. Del mundo institucionista nacieron después otras obras de gran influjo: el Instituto-Escuela, la Junta de Ampliación de Estudios y la Residencia de Estudiantes. El institucionismo fue una de las grandes aportaciones culturales del liberalismo español. No tenía nada de socialista: el PSOE tenía su propia apuesta pedagógica que era la Escuela Nueva.

Ortega, el liberal español por excelencia, colaboró abiertamente con la Residencia de Estudiantes, fue miembro de su comité directivo y un gran admirador del fundador de la Institución, Giner de los Ríos, a quien calificaba de «santo laico» y que era un liberal krausista. Pero, para Ortega y los institucionistas el papel de la Institución y sus obras era la formación de élites preparadas para ser los dirigentes del país. Es lo que un gran especialista en la Institución (y maestro mío), Vicente Cacho, definió como «moral de la ciencia». Preparar hombres y mujeres en todos los ámbitos científicos (para ello estaban las becas de la Junta) con objeto de modernizar el país. El modelo de la Institución es también una escuela no confesional, pero distinta a la francesa porque en sus aulas cabía la enseñanza religiosa siempre que no fuera confesional, aunque elitista. Sus alumnos provenían de las clases medias acomodadas madrileñas. Ortega era, en realidad, un hombre de derechas, aunque al ser republicano y acatólico (él nunca se definió como anticlerical) fue desechado por los sectores conservadores del país.

Así que, en resumen, la escuela republicana es una creación del liberalismo. Y, curiosamente, quienes atacan al neoliberalismo y añoran la escuela republicana lo que esperan es una escuela creada por los liberales de antaño que, los de ahora, también defenderían.

Pues no, en mi opinión, los males de la educación actual no son causados por el neoliberalismo. Lo son porque el socialismo ha asumido el discurso de la nueva pedagogía y el modelo de escuela comprensiva originada en los partidos socialistas del norte de Europa. Creo que hay que ser un poco más serios en el discurso crítico de la educación actual. Resolverlo todo con el mantra del neoliberalismo es por lo menos pereza intelectual. Y, en el peor de los casos, me parece que se pretende aprovechar la crítica necesaria a los desmanes de la educación española metiendo de matute algo que pertenece a la ideología particular de quien hace la crítica. No se puede meter en cada tweet, conferencia, ponencia, artículo… contra los males de la educación el fervorín contra el neoliberalismo, como si de un chivo expiatorio se tratara. Por supuesto que se puede ser ideológicamente como uno quiera, pero hay que ser más neutros en la crítica no mezclando la propia ideología en el discurso para mejorar la educación española. Si no, en lugar de sumar, restamos. Y es momento de unir fuerzas ante el desastre educativo que se avecina.

  • Felipe-José de Vicente es consejero titular del Consejo Escolar del Estado, doctor en Historia y ha sido profesor universitario de Historia Económica

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