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26 de abril de 2024

análisisEnrique Ossorio Crespo

El Bachillerato del presidente arrodillado y los coros y danzas 'progres'

La deriva en materia educativa, que arrancó con la Ley Celaá, nos la ha traído ahora el nuevo currículo de Historia de España de Bachillerato: el sectarismo y la manipulación a la enésima potencia

Actualizada 12:46

No es casualidad que en un país donde el presidente del Gobierno se arrodilla ante los golpistas que intentaron romper España, sus correligionarios estén obsesionados en manipular y degradar la educación. Estos gurús de la nada consideran que, si se despista convenientemente a los niños y jóvenes con los mantras de la plurinacionalidad, las identidades múltiples, la ecosostenibilidad o la perspectiva de género en matemáticas, nuestra sociedad digerirá mejor las continuas meteduras de pata del sanchismo. Tan convencidos están de esa estrategia que, sin el más mínimo rubor, pervierten la semántica: cesar a la directora del CNI al dictado de Rufián es «sustituirla» y ceder al chantaje de los separatistas y los filoetarras es «dialogar». Su filosofía consiste en que unos cuantos vuelos más en el Falcón justifican cualquier indignidad.
En este ambiente cada vez más irrespirable y lesivo para los intereses nacionales, la deriva en materia educativa, que arrancó con la Ley Celaá, nos ha traído ahora el nuevo currículo de Historia de España de Bachillerato: el sectarismo y la manipulación a la enésima potencia. Para empezar, se reduce el periodo de estudio a los dos últimos siglos y no se abordará desde un punto de vista cronológico. Borrón y cuenta nueva, con nefastas consecuencias: los alumnos no entenderán nada o, lo que es peor, lo comprenderán de forma distorsionada y sesgada, porque ignorarán los antecedentes y la evolución de los acontecimientos históricos.
Eso sí, a partir de ahora, con el nuevo currículo, los alumnos se formarán en la diversidad de identidades y de sentimientos nacionales y regionales. Así son los coros y danzas «progres». Al tiempo, el texto otorga un gran relieve académico a «los mecanismos de control, subordinación y sumisión», «los mecanismos de dominación» (quizá como tributo a la tóxica relación de sometimiento a ERC y Bildu) y, cómo no, a los roles de género, el estudio diacrónico del papel de la mujer y el rescate de «protagonistas silenciadas y omitidas». Habla también de «ciudadanía resiliente», «emergencia climática», «ciudanía ética digital» y de «soluciones coherentes con la ética y compromiso con la sostenibilidad». ¿Es esto el currículo de Historia de España o un compendio panfletario de palabras vacías y ampulosas?
Además, según lo regulado por el Gobierno, los estudiantes de Bachillerato aprenderán que la dinastía Borbón implantó el centralismo –querían estudiar la historia a partir de 1812, pero la Generalidad les pidió que hicieran esta pequeña excepción–. También disfrutarán de una inmersión en las infinitas bondades de la II República, presentada como una Arcadia feliz. Los enunciados de los apartados sobre ese periodo histórico lo dicen todo: «Proceso reformista y democratizador de la II República», «La II República y la transformación democrática de España» y «Grandes reformas estructurales de la II República». Esto, conlleva una interpretación radicalmente maniquea de la Guerra Civil y arroja por la borda el legado de reconciliación de la Transición.
En el Gobierno de la presidenta Ayuso no nos hemos quedado de brazos cruzados ante estas tropelías. Así, hemos recuperado las enseñanzas fundamentales suprimidas y hemos limpiado de ideología el currículo en la medida que ha sido legalmente posible. Hemos abordado el estudio cronológico de la Historia de España e incluido las épocas anteriores a 1812: la Hispania romana, Al-Ándalus, el legado judío, los Reyes Católicos, el descubrimiento de América y el legado de la Hispanidad. También se estudiará el terrorismo de ETA, que, cómo no, había sido olvidado.
Ahora dirán –son tan previsibles que resultan enternecedores– que desde el Gobierno de la Comunidad de Madrid «confrontamos». Si confrontar es, en este caso, restaurar cordura y el sentido común, atajar la contaminación ideológica de las aulas y defender la enseñanza objetiva y rigurosa de la Historia, bienvenida sea la confrontación.
A la escuela se va a aprender, no a ser adoctrinado.
  • Enrique Ossorio Crespo es consejero de Educación, Universidades y Ciencia y portavoz del Gobierno de la Comunidad de Madrid
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