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26 de abril de 2024

Despensa

Despensa

Gastronomía

Cambiar la cocina ¿y la vida?

Si no hay cocina comer razonablemente bien es un ejercicio de precisión milimétrica que es necesario combinar con el bar de la esquina a dosis terapéuticas

Quizás les parezca un asunto banal, pero arreglar la cocina es un gran cambio en la vida, sobre todo si hay alguna obra de por medio y uno tiene que vivir entre albañiles, electricistas, marmolistas, fontaneros, escayolistas y pintores. Toda una ruidosa y alegre pandilla que me está acompañando desde el amanecer durante varias semanas, y que han provocado un cambio radical en mi lugar de trabajo, en la comida y en la vida entera. Esto es la revolución. Uno penetra en una espiral en la que la realidad con todas sus materialidades se hace presente, y los grifos, la calidad del mármol, la habilidad del artista de la regola o la posición de los enchufes conducen hasta lo estremecedoramente físico, son la inmediatez de un presente que reclama su lugar. Sí, convengo en que para un futuro mejor, pero en estas circunstancias el presente se estira hasta hacerse lento, muy lento.
Así pues, las decisiones son transcendentales: un enchufe mal puesto puede representar una calamidad para muchos años, y racanear en los materiales primarios una grosería de consecuencias nefastas. Todos preguntan a la vez, no hay tiempo para decidir, es un ritmo trepidante a golpe de martillo, y uno se pregunta si estará dando las respuestas correctas, mientras se despierta a mitad de la noche porque de repente recuerda que falta por poner el plinto del lavadero.
Hacerse experto en microondas fuera de la cocina tiene un mérito y también sus límites, porque si no hay cocina, y esta ha quedado limitada a un pequeño espacio de supervivencia, comer razonablemente bien es un ejercicio de precisión milimétrica que es necesario combinar con el bar de la esquina a dosis terapéuticas. Mantenerse sano y cumplir con la dieta mediterránea es un malabarismo que raya en la prestidigitación, pero no hay nada mejor que una dificultad para conocer los propios límites y para comprobar si efectivamente recordamos aquellas recetas inverosímiles pero que funcionan. Poner la vida en (cierta) dificultad provoca que extraigamos lo mejor de nosotros mismos, que tengamos la auténtica certeza de qué recordamos de verdad de las técnicas de cocina, de mantenerse sano en condiciones precarias, y hasta cómo mantenerse equilibrado y de buen humor. Es como examinarse en directo y sin derecho a recuperación.
Dejo la puerta abierta y Manuel me saluda por las mañanas, son alegres y voluntariosos. David más tímido, Antonio responsable de su equipo, honesto y eficaz. A veces pienso si no echaré de menos su compañía cuando se vayan. La despensa va creciendo, espero que no sea necesario llegar hasta límites apocalípticos, como señalan los augures de tiempos oscuros, mientras vivimos respirando esta nube nada romántica de polvo en suspensión, pero felices, porque la cocina va tomando forma. Pronto se cocerán en ella buenos estofados y algún caldo que nos recomponga de los días duros.
Añoraré las charlas literarias con el marmolista, un hombre cultivado que me pregunta por Almudena Grandes. Todos sentimos la pérdida, desde luego… y reflexiono sobre cuanto impacto puede tener un libro y hasta un sencillo artículo, cómo pueden calar en una sociedad, en cada una de las personas, también sobre la responsabilidad que tiene el escritor con su tiempo. Y sigo escribiendo, porque mientras progresa mi cocina también debe continuar mi vida, que parece sostenerse en un extraño limbo en el que no existe nada más que caos, y con eso hay que sobrevivir.
Qué profesiones tan necesarias, que colocan la base de nuestra auténtica realidad en forma de cimientos, de ladrillos, de tuberías, de cables, de yeso o de mármoles. Cómo aprecio ahora el confort de una casa, de mis librerías repletas de libros que duermen en cajas desde hace meses y que anhelo abrir pronto, cómo añoro el sencillo acto de cocinar. Cómo valoro el trabajo silencioso y sin pretensiones que fabrica paredes para que nosotros colguemos en ellas sueños.
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