La soledad afecta de manera muy negativa a la salud, tanto física como mental, de las personas que la padecen. En España, según el Observatorio SoledadES se calcula que el 13,4 % de los individuos la sufren, siendo más alto el porcentaje en mujeres (14,8 %) que en los hombres (12,1 %). En la Unión Europea, se estima que unos 30 millones de ciudadanos se sienten solos con frecuencia. Sin embargo, el 80 % de las personas cree que la soledad es un problema invisible.
Una reciente investigación publicada en la revista BMC Medicine que trata sobre las relaciones sociales y su relación con la mortalidad, analiza con qué frecuencia las personas en soledad podían confiar en alguien cercano, con qué frecuencia se sentían solos, cada cuanto veían a sus familiares o amigos y si vivían solos o con más personas.
Desde hace tiempo, es sabido que la soledad afecta en gran medida a la calidad de vida. En esta línea, el mayor estudio sobre la felicidad hasta la fecha, realizado por la Universidad de Harvard, llegó a la conclusión de que las relaciones sociales son vitales para tener un buen estado de ánimo.
La investigación revela que no tener contacto con amigos y familiares con cierta frecuencia o simplemente tener poca conexión social aumenta el riesgo de morir de forma prematura.
«Nuestro estudio analiza varias dimensiones de la conexión social y ha descubierto que la combinación de las mismas podría afectar al riesgo de muerte prematura más de lo que se pensaba», cuenta Hamish Foster, de la Universidad de Glasgow y uno de los autores de esta investigación. «Esto significa que, a la hora de abordar problemas como la soledad y el aislamiento social, debemos evaluar estas distintas dimensiones tanto por separado como combinadas si queremos identificar y apoyar a los más aislados de la sociedad».
El estudio se realizó durante casi 13 años con 458.146 personas. A lo largo del mismo, el 7,2 % de los participantes murieron. Los investigadores pudieron comprobar que cuando las visitas de amigos y familiares eran al menos mensuales, había un menor riesgo de mortalidad. Este se disparaba un 39 % más entre aquellos que viven solos y no reciben visitas ni siquiera una vez al mes.
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