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Natalia de Santiago, autora de 'Invierte con poco'

Natalia de Santiago, autora de 'Invierte con poco'El Debate

Natalia de Santiago: «El estrés financiero tiene un impacto terrible en nuestra familia»

Divulgadora de economía y madre de cinco hijos, Natalia de Santiago conversa sobre el gran ausente en colegios y hogares: la educación financiera. Desde Alemania, donde reside, advierte sobre el impacto del estrés económico en el bienestar familiar y cómo ponerle remedio.

«El dinero no da la felicidad, pero desde luego puede quitarla», afirma Natalia de Santiago, ingeniera y divulgadora financiera, madre de cinco hijos y una de las voces más influyentes hoy en materia de educación económica familiar. Sus más de ciento tres mil seguidores en redes sociales y el éxito de sus libros Invierte con poco, Emprende en positivo, Invierte en ti y de sus sagas juveniles de Money Academy son el mejor aval del impacto que tiene lo que dice, y cómo lo dice.

Por su experiencia internacional, remarca –en una entrevista para el último número de La Antorcha, la revista gratuita de la ACdP– que el problema es global y que aunque España sale peor parada en las encuestas, la solución la tenemos a mano: formar a los padres, crear hábitos desde pequeños y abrir en casa la conversación sobre el dinero.

–Si el dinero es tan importante para la vida diaria, ¿por qué tenemos tan poca formación en España, donde nos cuesta incluso entender nuestra propia nómina?

–A veces parece que los españoles estamos siempre peor, pero lo cierto es que hay poca educación financiera en el mundo en general. Es verdad que España sale muy mal en las encuestas y que estamos a la cola de Europa, pero el problema es global. ¿Y por qué estamos mal? Porque no se enseña educación financiera. Es como preguntar por qué estamos mal en astrofísica si no se da astrofísica en el colegio. Así que, si no se enseña en la escuela, recae en los padres. Pero resulta que los padres, en general, tampoco tienen una buena formación financiera o económica. Así que ¿cómo van a transmitirla, si su nivel es bajo? Es como pedir a un padre que no sabe matemáticas que le explique un polinomio a su hijo: un imposible. Sólo en las familias en las que han tenido suerte y los padres sí tienen esa formación, pueden trasladársela a los hijos. Porque está más que estudiado: al elevar el nivel de una persona en educación financiera, mejora toda la situación de su entorno.

Además, el nivel medio de las mujeres en este campo de formación es más bajo que el de los hombres. Y como las mujeres educan, de media, más tiempo que los hombres, suele recaer en ellas una tarea para la que no están preparadas y, por tanto, en lugar de romper la cadena, la perpetuamos. Es un círculo vicioso.

–¿Y por qué es tan importante tener buena educación financiera? Porque, socialmente, puede parecer que si nos preocupamos por el dinero estamos haciendo algo propio de un avaro…

–En realidad, a todo el mundo le preocupa el dinero, pero a veces, parece que si te ocupas de ello eres un «tacaño». Porque con el dinero, aún hay mucho tabú. Lo que sí buscamos todos es el bienestar: sentirnos bien con la vida que llevamos. Y, lo queramos o no, uno de los factores que más impacta en el bienestar de las personas –y esto está estudiadísimo– es la situación financiera.

De hecho, en muchos estudios el dinero aparece como el segundo factor mayor de estrés; a veces sólo por detrás del divorcio. Es verdad que el dinero no da la felicidad; está claro. Pero desde luego, puede quitarla. También y especialmente en la familia. Porque el estrés financiero tiene un impacto terrible en nuestra vida y en la de las personas que queremos. Además, ese bienestar financiero afecta a la felicidad a corto y a largo plazo, como la salud. Y por eso es tan importante tener una buena educación financiera o, si no la hemos tenido, empezar a formarnos.

En muchos estudios el dinero aparece como el segundo factor mayor de estrés; a veces sólo por detrás del divorcio. Que el dinero no da la felicidad; está claro. Pero desde luego, puede quitarla. También y especialmente en la familia.

–Así que el efecto «bola de nieve» que se suele citar para explicar cómo funciona el interés compuesto, también se aplica al bienestar cuando invertimos en formarnos en finanzas domésticas…

–Totalmente. Digamos que la mala noticia es que estamos fatal en educación financiera, y esto afecta a nuestra salud, a nuestra estabilidad personal y al equilibrio de nuestras familias. Pero la buena noticia es que subir nuestro nivel de educación financiera no es difícil y tiene un impacto positivo, con carácter inmediato y también en nuestro futuro y en el de nuestro entorno.

Cualquier incremento en la mejora de nuestra gestión del dinero, desde hacer un presupuesto doméstico mes a mes, o empezar a ahorrar a primeros de mes en lugar de a finales, o empezar a invertir una cantidad fija al mes, incrementa el bienestar, no sólo de la persona, sino también de su entorno, de personas lejanas a las que puedes ayudar más, y hasta de la calidad de su trabajo.

–¿De su trabajo?

Sí, porque el estrés financiero es una causa brutal de absentismo. Y no sólo por mala salud, sino porque hay quien pierde hasta siete horas semanales de su jornada laboral preocupándose por sus finanzas. Así que cuando tú estás mejor, tu familia también lo está. La solución es relativamente sencilla; pero hay que ponerse a ello.

–Tiene cinco hijas. Si la educación –también en esta área– nos corresponde a los padres como primeros educadores, ¿cuáles son las estrategias esenciales que debemos transmitirles para no dejarlos desamparados?

–Debemos distinguir tres ámbitos. Primero, educarnos nosotros a nosotros mismos. Porque los hijos no siempre te escuchan, pero siempre te miran. Así que todo lo que trabajes en tu relación con el dinero impacta en ellos. Porque también los educamos por omisión. Pueden aprender a gastar o a ahorrar, a desentenderse, a verlo como un elemento de preocupación, a hacer presupuestos y fijarse objetivos, o a no saber nada sobre cómo funciona la economía de una casa.

–¿El segundo cuál es?

–Segundo, empezar a educar ciertos hábitos desde muy pequeños: ahorro, distinguir caprichos de necesidades, planificar. Si quieres algo grande, ahorras más tiempo. Con herramientas simples: hucha y paga, pero bien usadas y con criterio. No hace falta nada sofisticado.

–¿Y el tercero?

–Formarnos y formarlos en contenidos un poco más complejos, porque el mundo ha cambiado mucho y también el mundo financiero es cada vez más complicado: inversión, tecnología, mercados, blockchain… Así que a partir de los diez o doce años, o cuando llega el móvil, hay que explicarles esos conceptos y enseñarles a distinguir fuentes. Porque si no, se creerán cualquier cosa que les diga el gurú de turno.

–Los «criptobros» de las redes sociales...

–Claro. Ten en cuenta que hoy se busca más consejo financiero en redes sociales que en profesionales; y en las redes hay contenido bueno, pero también muy malo. Esto requiere de interés e implicación por parte de los padres: comentar noticias en casa, hablar de dinero y de economía con naturalidad, cómo saber si es una fuente fiable... Y luego, empezar a darles recursos adecuados a su nivel: inflación, tipos de interés, criptomonedas, cómo funcionan los mercados, etc. En esto, como en todo, si no se lo explicas tú, lo aprenderán en TikTok.

La educación financiera requiere implicación de los padres: comentar noticias en casa, hablar de dinero y de economía con naturalidad, darles recursos adecuados a su nivel: inflación, tipos de interés, criptomonedas... En esto, como en todo, si no se lo explicas tú, lo aprenderán de un gurú de TikTok.

–Eso es justo lo que pretende su saga de libros para adolescentes de Money Academy

–Exacto: me dirijo a esos chicos y chicas que están entre el final de la infancia y el inicio de la adolescencia, estudiando ya la ESO. No son manuales de finanzas personales, sino que buscan despertar la curiosidad y demostrarles que pueden entender conceptos complejos sobre cómo se crea el dinero, cómo funcionan los mercados, etc. Porque, en realidad, todo eso son cosas que cualquier persona puede comprender. Todavía se oye mucho eso de «a mí la economía no se me da bien porque soy de letras», «a mí es que se me dan fatal las mates». ¡Y no hace falta ser de ciencias! Con sumar, restar, multiplicar y dividir puedes llegar lejos en finanzas.

–¿Qué se consigue cuando un adolescente empieza a formarse en estos temas, a través de novelas «de acción» como las tuyas?

–Primero, entender nociones básicas: qué es la inflación, cómo funcionan los bancos, qué cubre el Fondo de Garantía de Depósitos, quién crea el dinero y cómo, qué son los intereses, qué es una hipoteca... Muchos adultos no lo saben y eso afecta mucho a cómo reaccionan ante las crisis. Y segundo, ganar confianza. En los niños, y sobre todo en las niñas, se observa que creen saber menos de lo que saben en realidad. Así que el mensaje es: «Puedes entender esto». Y casi sin que se enteren, les explicas algo que muchos adultos no dominan.

–¿Cómo quiere terminar esta entrevista?

–Haciendo un llamamiento para que las finanzas se vean como un hábito, igual que la alimentación o el deporte. Tenemos que hacerles un hueco en la vida diaria. No hace falta que pensemos en ello todos los días, pero sí generar una rutina: con media hora a la semana, tu situación cambia radicalmente. Una semana renegocias un contrato de la luz o del teléfono; otra, actualizas el presupuesto; otra, vas al banco para que te digan si tienen alguna cuenta remunerada... Sólo con dedicarle un poco de tiempo, harás cosas que nunca haces «porque no hay momento de hacerlo». De hecho, con sólo tenerlo en mente te vuelves más observador y curioso.

Es como el deporte: es imposible entrenar y no ponerte en forma. Pues aquí ocurre lo mismo: es imposible ocuparte de tus finanzas y que no mejoren, si lo haces poco a poco y como un hábito. Si le dedicas media hora a la semana, mejorarán tu situación, tu paz de espíritu y tu bienestar general.

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