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25 de abril de 2024

Cuadro de la Brigada Acorazada por Augusto Ferrer-Dalmau

Cuadro de la Brigada Acorazada por Augusto Ferrer-Dalmau

Centenario de las unidades acorazadas españolas

Bautismo de fuego de las unidades acorazadas pioneras del Ejército español

Las dos primeras unidades del Ejército español entraron por primera vez en combate en marzo 1922 durante la Guerra del Rif. Se crearon solo unas semanas antes

El 14 de marzo de 1922 la Batería de Carros de Asalto de Artillería protagonizó la primera acción de las recién creadas fuerzas acorazadas del Ejército español. Se trató de una operación en el Protectorado contra las posiciones de Ambar y Tuguntz. La unidad entró en combate apoyando las fuerzas que ocuparon Ichtiuen, Tisingart, Sidi Salem y Kandussi.
Cuatro días después, el 18 de marzo, la Compañía de Carros de Infantería entró en fuego por vez primera. Esta unidad, junto a la citada Batería de Carros de Asalto y a la Sección Blindada de Ingenieros, apoyó el avance de dos de las tres banderas del recién creado Tercio de Extranjeros en la misma zona de operaciones.

Primera unidad acorazada del Ejército

El interés del Ejército español por los carros de combate (carros de asalto en términos de la época) comenzó a finales de la Primera Guerra Mundial. De hecho, antes de que concluyese el conflicto bélico, la Sección de Artillería había comenzado a realizar gestiones para adquirir al gobierno francés uno de estos nuevos ingenios. Tras diversos avatares, el primer carro de asalto ligero llegó a España en junio de 1919, pasando a depender de la Sección de Infantería de la Escuela Central de Tiro situada en Carabanchel (Madrid).
Se trataba de un Renault FT-17, vehículo que fue pionero en utilizar la configuración básica que ha llegado hasta nuestros días. Es decir, el arma principal (ametralladora o cañón de 37 mm) estaba emplazada en una torreta, situada en la zona media de la barcaza, que podía girar 360º. El conductor estaba posicionado en la zona frontal y el motor estaba emplazado en la parte posterior.
Renault FT-17 expuesto en el Museo de Medios Acorazados del Ejército de Tierra situado en la Base Militar de "El Goloso"

Renault FT-17 expuesto en el Museo de Medios Acorazados del Ejército de Tierra situado en la Base Militar de «El Goloso»Raúl José Martín Palma

Tras el desastre a Annual en el verano de 1921, se acordó con el gobierno francés la compra de otros diez carros Renault armados con ametralladora y un carro de mando, denominado en España FT-17 TSH (telegrafía sin hilos). Tras la recepción de los vehículos se creó la Compañía de Carros de Asalto de Infantería. Puede afirmarse que es en este momento cuando comienza la historia de las unidades acorazadas en España.
En 1925, y debido a la extensión de la campaña en el norte de África, se adquirieron seis carros más para reponer bajas y para dotar a la Compañía de Carros de una tercera sección.

Carros pesados de asalto de Artillería

Los Renault FT-17 no fueron los únicos vehículos acorazados por los que el Ejército español se interesó. El 26 de diciembre de 1921 llegaron a Madrid seis carros de asalto Schneider CA-1, cuyo armamento lo componían un obús corto de 75 mm en barbeta y dos ametralladoras de 8 mm, una en cada lateral, colocadas en grandes rótulas.
Carro de asalto de Artillería haciendo prácticas en el campamento de Dar-Drius.

Carro de asalto de Artillería haciendo prácticas en el campamento de Dar-Drius.Biblioteca Nacional de España

El material recibido se utilizó para crear una Batería de Carros de Asalto, dependiente de la Escuela Central de Tiro de Artillería. La nueva unidad fue agregada a la Jefatura de Artillería de la Comandancia General de Melilla. El oficial al frente de esta unidad fue el capitán Carlos Ruiz de Toledo, quien posteriormente tendría un papel clave en el desarrollo del carro de combate «Trubia».

Laureada de San Fernando

Entre muchas otras acciones de combate de las primeras unidades acorazadas del Ejército, puede destacarse la protagonizada el 5 de junio de 1923 por la Compañía de Carros en la posición de Tizzi-Azza. Ese día el sargento Mariano García Esteban se hizo acreedor a la Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando, primera Laureada carrista. García Esteban, al mando de una sección de carros por baja del oficial jefe, se dirigía junto a su unidad hacia las posiciones enemigas en Loma Roja. A través de la mirilla de su carro (con el número 9) penetró un proyectil disparado a muy corta distancia que le causó la pérdida del ojo derecho y graves lesiones en el izquierdo, con pérdida total de la visión. Sin ver el objetivo, sin retroceder y sobreponiéndose al intenso dolor, continuó haciendo fuego a ráfagas hasta consumir toda la munición, consiguiendo desalojar al enemigo y regresar a segunda línea. Por su brillante actuación, al sargento García Esteban también le fue concedida la Medalla de Sufrimientos por la Patria (24 de septiembre de 1924) y la Medalla Militar (21 de noviembre de 1928).
Por otra parte, la Batería de Carros de Asalto se hizo merecedora de la Medalla Militar Colectiva (Real Orden de 30 de abril de 1925) por su destacada participación en la Guerra del Rif. Anteriormente, por Real Orden de 21 de septiembre de 1923, el capitán de esta unidad Luis Ruano Peña había recibido la Medalla Militar Individual.

Desembarco de Alhucemas

El 8 de septiembre de 1925 las fuerzas blindadas y acorazadas del Ejército participaron en el primer desembarco militar anfibio con carros de la historia. Se trató además de la primera operación combinada, participando en ella Francia y España. Junto a los 13.000 soldados que intervinieron en la acción, en las barcazas de desembarco K iban diez Renault FT-17 con la misión de dar cobertura a la infantería. Sin embargo, el fondo rocoso de la playa impidió que las lanchas de desembarco alcanzasen tierra firme en la primera oleada. Ya en tierra, los carros fueron enviados a vanguardia para dar protección a las siguientes oleadas de efectivos, cumpliendo a la perfección la misión que se les había encomendado a pesar de la agreste orografía que rodeaba las playas de Alhucemas.

Fin de la Guerra del Rif

Durante el resto de la campaña en Marruecos, los carros de asalto se utilizaron casi continuamente en operaciones a pequeña escala, pero siempre como equipo de apoyo de fuego a la infantería.
Tras la pacificación del territorio norteafricano, los vehículos supervivientes se utilizaron para configurar de forma transitoria una nueva unidad, el Grupo de Carros de Combate de Infantería, que finalmente se transformaría en los Regimientos Ligeros de Carros de Combate n.º 1, con guarnición en Madrid, y n.º 2, en Zaragoza. Esta fue la organización de las unidades acorazadas hasta el estallido de la Guerra Civil.
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