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19 de abril de 2024

Captura de una escena de la película Piratas del Caribe: En el fin del mundo

Captura de una escena de la película Piratas del Caribe: En el fin del mundo

Historia

Lo que fue la piratería lejos del romanticismo del cine y la literatura

Tras la visión edulcorada y romántica que ofrecen películas y novelas se oculta una médula asesina

Ahora que la guerra de Ucrania ha dejado en el olvido el revival de la piratería somalí de la última década, aunque, como este enero, los hutíes del sur de Arabia cultivan el abordaje de los buques emiratíes, merece la pena echar un vistazo a la vieja piratería, tan bien cultivada por el cine y la novela hasta edulcorar, con su barniz romántico, su médula asesina.
Hay dos grandes líneas revolucionarias que confluyen a fines del XVIII en la Revolución Francesa. Una es el ala radical de la Ilustración, entorno a Voltaire y la Enciclopedia. Otra al utopismo; Saint Simon, Fourier y Rousseau. A los primeros flanquean los libertinos; Casanova, Benjamín Franklin y el Marqués de Sade eran, a la vez que corruptores personales y por escrito, teóricos libertinos de la Revolución. A la otra corriente, que desemboca en los iguales de Baboeuf, los pacíficos falansterios, el nihilismo ruso, el anarquismo latino y el comunismo libertario. Por ejemplo, Morelly, compuso una utopía puramente comunista.
Pero a todas estas corrientes precedieron fenómenos sangrientos rodeados por un halo de romanticismo por la literatura y el cine. ¿Quién no ha perdonado su criminal pasado al simpático y temible Silver en La Isla del tesoro? ¿Quién no ha sentido de niño el sueño de participar en un abordaje con Errol Flynn como el capitán Blood? Se trata de una piratería, que, como la mediterránea contra Roma, tiene un cierto sentido ideológico de rebeldía contra la Pax Romana que fue más allá del mero furtivismo naval. Los piratas aniquilados en tres grandes campañas por Pompeyo, César,–que llegó a ser su prisionero–, y Octavio, no solo amenazaban el comercio, sino la unidad de poder del Mediterráneo. Residuos del mundo helenístico, mucho más atomizado. En todo caso, hay una anécdota elocuente, sea o no cierta; Alejandro ahorcando a un pirata, le pregunta por qué lo era. El reo contestó: «Por tener un barco. Si tuviese cien, sería almirante».
Del s. XVI al XVIII, no solo el Caribe como vulgarmente se cree, sino todos los mares, sobre todo el Atlántico y el Índico, (en Asia y Oceanía siempre ha habido piratería –de hecho en Malasia e Indonesia sigue en completo vigor–, pero formaba parte integrada de las economías e imperialismos chino y musulmán, no de la rebelión contra estos). Precisamente en las costas africanas se dieron las actividades más interesantes desde el punto de vista del matiz ideológico que nos proponemos descubrir.

Lo que de verdad fueron los piratas

La Pax Hispana en el Atlántico también se vio socavada. En el siglo XVII, el comercio ibérico con América, y especialmente en el Caribe, tuvo un gran enemigo además de Francia, Inglaterra y Holanda; la cofradía de los Hermanos de la Costa, compuesta por hombres de muy diverso origen, a quienes se conocerá como «filibusteros» (del holandés vrij bouiter, que significa el que va a capturar botín), que en inglés será freebooter y en francés filibustier. El término bucanero procede de boucan o «bucán», que no sería francés como generalmente se cree, sino indígena caribeño, como tantas otras palabras de uso marino como hamaca o tiburón. Se trata de carne ahumada y conservada. En las islas había ganado asilvestrado. Una de ellas era la Tortuga, ejemplar república a los efectos que hoy nos interesan.
Henry Morgan recluta a sus hermanos para un ataque a Portobelo en Panamá

Henry Morgan recluta a sus hermanos para un ataque a Portobelo en Panamá

La palabra corsario procede de «patente de corso». Nada que ver con Córcega sino con un contrato para correr los mares atacando barcos de bandera enemiga, nunca propia, aunque fuese un buque equipado privadamente, no de una armada. Hasta la llegada de los grandes navíos de línea de dos o tres puentes y cañones, no había gran diferencia entre unos y otros. Pirata procede del griego, significa «el que emprende», el que toma un camino. Con eso creo que agotamos tradicionales denominaciones.
Desertores, bandidos, herejes, rebeldes… y el Caribe. La mayoría de ellos se establecen en Haití y la isla de la Tortuga, su principal base. Allí compraban municiones y todos los demás pertrechos. Cuando divisaban un barco al paso entre la isla de Cuba y Haití, salían a su encuentro en pequeños bergantines, (bergante significa furtivo y camorrista), para vender su carne ahumada a buen precio, (como en el caso vikingo, la piratería no aparece perfectamente separada del comercio; siempre habrá un abogado en Londres para lavar transferencias). La mayoría de los bucaneros eran franceses o ingleses, pero también había indios campeches, esclavos negros evadidos; cimarrones, muchos holandeses, e incluso irlandeses. Algunos eran de partida honrados, exiliados por cuestiones religiosas, náufragos, agricultores expulsados de Barbados y otras islas por los grandes cultivadores de azúcar. Otros piratas, criminales, desertores y demás carne de patíbulo.
Esos cantos de libertad, por sangrientos que resulten, tienen siempre un matiz romántico. Nada más romántico que el poema de Espronceda cuyas estrofas se saben muchos españoles de memoria: «Bajel pirata que llaman por su bravura 'El Temido' [...] es mi dios la Libertad / [...] mi única patria, la mar.»
En 1638, decididos a terminar con los bucaneros de una vez por todas, los españoles atacaron la isla de la Tortuga, capturaron a todos los que encontraron y colgaron a los contumaces, unos trescientos, las esperanzas de los bucaneros de ganarse la vida básicamente suministrando carne ahumada a los buques de paso, se esfumaron para siempre. Sin embargo, el día del ataque a la Tortuga, muchos bucaneros estaban cazando, y escaparon así de los españoles. Cuando regresaron y comprobaron los estragos de la incursión, enterraron a sus compañeros, y sobre sus tumbas juraron que no descansarían hasta haberlos vengado. De esa forma, se juramentaron y constituyeron la confederación de La Hermandad de la Costa. Un pequeño (por el momento) grupo de bandidos se dispuso a desafiar al Imperio español, claro que a ambos lados del Canal de la Mancha, armadores y financieros se frotaron las manos.

Mujeres piratas

Otro matiz de «vanguardia histórica» de la piratería fue la participación de la mujer. Al menos dos –no tan guapas como las mujeres piratas en el cine– se hicieron pasar por hombres para participar en la aventura. Anne Bonny y Mary Reade fueron verdaderamente piratas y quiso el azar que coincidiesen en la misma nave de Calico Jack. Capturadas en 1720, su comportamiento fue digno; eran las únicas sobrias entre un ciento de borrachos en el momento final. Su carrera duró un par de años, y ya eso es largo en la azarosa vida pirata. El embarazo pospuso la horca a ambas. Mary murió en prisión y Anne desapareció. Nada que ver con Ching Shih, que en la China del 1800 llegó a mandar sobre 80.000 hombres y 18.000 naves.
Grabado de Anne Bonny

Grabado de Anne Bonny

Rackman probablemente inspiró a Rackman el rojo, cuyo tesoro busca el capitán Haddock en una aventura de Tintín. El más famoso pirata duró sólo 15 meses, Edward Teach, 'Barbanegra', así conocido por sus tirabuzones en la barba. Los piratas, a más de sanguinarios, cultivaban su mala fama con cuidado, a más miedo, menos resistencia en pueblos costeros y barcos mercantes. Murió en combate pese a llevar seis pistolas en su fenomenal correaje. También muy conocido fue el capitán Kidd, sobre todo porque realmente, caso muy raro, enterró el tesoro que inspiró a Stevenson, en 1700, y fue ejecutado sin disfrutarlo. El inventario de su tesoro se conserva, porque el gobernador, y Earl of Bellamont, título nobiliario, era su socio. Recuerden, no hay somalí con AK sin un elegante abogado en la City detrás.
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