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Shah Abbas I y su corte

Shah Abbas, el Grande y su corteWikimedia Commons

Juan de Persia, un iraní en la corte de Felipe III

A comienzos del siglo XVII, la corte española asistió con asombro a la llegada de una insólita comitiva procedente de las lejanas tierras de Persia

España ha sido muy grande, nuestras expediciones no se reducen solo a la aventura americana tras la reconquista finalizada en 1492. Castilla, una de las raíces de España, ya envió una misión diplomática a la corte del temible Tamerlán en Asia Central dirigida por fray Ruy González de Clavijo, que más tarde relató su experiencia en la célebre Embajada a Tamerlán documento que aún hoy está disponible para el gran público.

Manuscrito de Embajada a Tamerlán

Manuscrito de Embajada a Tamerlán

Allí, en el Asia Central sabían que en el extremo occidente, en el límite del mar ignoto (el Atlántico), había un reino que les podría ser útil a nivel económico y geopolítico ya que ambos reinos reconvertidos en grandes imperios en el siglo XVII (el de los Austrias y el de los Safavidas persas) tenían un gran enemigo en común: los otomanos.

Si nosotros nos vimos las caras con los turcos en Lepanto, Viena y en las diferentes correrías por Argel y las costas africanas, allá en el extremo oriental del mundo otro Imperio, el Safavida, también luchaba por toda la Mesopotamia y la Transcaucasia contra los otomanos.

Entre España y la Sublime Puerta la guerra era política y religiosa: la cruzada católica contra la yihad islámica, pero entre persas y turcos también ocurría lo mismo: la yihad sunita entre los guardianes de la ortodoxia otomana contra la yihad de los chiítas iraníes por los santos imames. Y en estas, el Shahanshá Abbas el Grande pensó en enviar una embajada a ese otro Imperio con el que se vio las caras doscientos años antes tras recibir a los amigables embajadores castellanos.

La idea llegó a término y se dispuso la embajada; una auténtica epopeya que fue recibida en Valladolid tras un periplo que recorrió el principado ruso, la Mancomunidad Polaco-Lituana y llegó al centro del mundo. En la época de Felipe III éramos como hoy los Estados Unidos dictábamos, literalmente, la Pax Hispánica.

La comitiva persa en España

A la cabeza de la exótica embajada persa iba Hossein Ali beg Bayat y su sobrino Uruch Beg, hijo del sultán Ali Beg, que se presentaron ante un expectante Felipe III. La gira diplomática implicaba establecer alianzas comerciales y diplomáticas amistosas entre el Imperio Safavida y los Estados europeos ya que los otomanos evitaban comerciar con occidente; razón de la búsqueda de nuevas rutas y la consecuente circunnavegación de África por los portugueses hasta India o el descubrimiento de América por Castilla, con el consecuente daño a las economías otomanas (a la larga) y Centroasiática a medio y corto plazo.

Persas y españoles lograron establecer relaciones cordiales y defender intereses mutuos contra los turcos

Esta misión, tras lograr el objetivo de establecer relaciones cordiales y defender intereses mutuos contra los turcos por parte de persas y españoles, continuaba hasta Portugal para allí embarcarse rumbo a India y volver a Persia.

Sin embargo la delegación que finalizaba con éxito visitar y negociar con Felipe III, se disolvió en malos términos haciendo que unos volviesen y otros se quedasen. Uno de los que se quedó fue el rico y opulento Uruch Beg que se convirtió al catolicismo y cambió su nombre a Juan de Persia –de hecho relató su aventura en el libro La Embajada Persa a Europa (1599-1602).

Juan de Persia

El diplomático y príncipe safávida, convertido en español y católico, murió en una riña callejera en 1604. Su estancia en España fue uno de los casos que mejor muestra la importancia del Imperio español y las horas de gloria que se vivieron en la corte de los Habsburgo donde llegaban enviados desde los palacios más lejanos y exóticos del mundo. Apenas diez años después del asesinato del príncipe safaví llegaría a Sanlúcar de Barrameda, el 5 de octubre de 1614, la embajada del samurai Hasekura Tsuneaga en nombre del Shogún de Japón, aunque esa es otra historia.

Juan de Persia no vio la alianza hispano-persa consolidada y tras su muerte no se produjeron frutos en la lucha coordinada contra los otomanos entre ambos países. España y Persia siguieron luchando cada uno por su lado: Felipe III de España moriría en 1621 a la edad de 42 años y Shah Abbas en 1629 a la edad de 57 años. Ambas dinastías; los Austrias y los Safavidas dejaron honda huella en sus respectivos países siendo que tanto la moderna España e Irán son hijos directos de sus últimos imperios: el hispánico y el safaví.

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