Fundado en 1910

16 de junio de 2024

Batalla de Viena o de Kahlenberg, monte en que acaeció

Batalla de Viena o de Kahlenberg, monte en que acaeció

Picotazos de historia

El sitio de Viena de 1683 (I): los contendientes

El Emperador Leopoldo I sabía que no podría combatir contra todos si los turcos atacaban, por lo que inició, desde 1680, una campaña entre todas las potencias europeas

El pueblo turco había estado expansionándose desde el siglo XI. Durante siglos, sus ejércitos avanzaron inexorables tomando fortaleza tras fortaleza, ciudad tras ciudad: Constantinopla 1453, Belgrado 1456, Budapest 1512... pero frente a Viena (1529) tuvieron un pequeño contratiempo. Al menos así lo vio la Sublime Puerta –denominación francesa del gobierno del sultán que pasó a otras lenguas por el uso del francés como lengua diplomática– pues para 1541 habían ocupado la casi totalidad del reino de Hungría. Si no continuaron la brillante expansión fue por una mezcla de conspiraciones palaciegas, gobernantes ineptos, motines en el ejército y revueltas populares y/o religiosas de todo tipo. Pero en las últimas décadas el cargo de gran visir había sido ocupado por muy aptos individuos de la familia Koprulu. El nuevo gran visir, Kara Mustafá Pacha, quería ofrecer a su señor, Mehmed IV, un gran triunfo que le confirmara en el puesto.

El sultán Mehmed IV era conocido como un obseso del sexo y un adicto a la caza, a la que dedicaba todo su tiempo. Lo único capaz de apartarlo de esos dulces entretenimientos era su afán de sobrevivir, al que dedicaba una energía feroz, como podían atestiguar todos sus hermanos, sobrinos y primos asesinados. La ciudad de Viena y el territorio de Austria serían un magnifico presente para el sultán y, además, estaban debilitados.

En una Viena que todavía no se había recuperado de la gran mortandad de la peste de 1679, en la que fallecieron cerca de 74.000 vieneses (más de dos tercios de la población de la ciudad) vivía un atribulado Emperador Leopoldo I. Un individuo acomplejado por un labio inferior excesivamente desarrollado, incluso para los estándares de la dinastía Habsburgo –estaba convencido de que todos se reían de él a sus espaldas– pero que tenía el don de saber elegir administradores y generales.

En el oeste tenía al reino de Francia que estaba en pleno auge, con un Luis XIV que no paraba de fastidiar y dar pequeños mordiscos a una frontera que iba desde los Países Bajos hasta Italia. Recientemente había cruzado el Rhin y tomado Freiburg presionando a Baviera. No es ningún secreto que aspiraba a la muerte de Leopoldo I (algo que podía pasar al día siguiente por un catarro o en veinte años) para ser elegido por los electores alemanes como nuevo Emperador, desplazando a los Habsburgo. Al norte tenía los principados protestantes que pusieron en duda la primacía del Emperador entre los príncipes germanos, al este los calvinistas húngaros rebeldes que no dudan en unirse a los turcos y, al sur, el Imperio otomano.

Este último enemigo es el que ahora le preocupa más. Durante décadas habían estado más o menos tranquilos, pero no del todo como atestiguan los arrasados territorios de Croacia, Serbia, la Hungría Imperial y el sur de Moldavia. Esta disparidad de enemigos le obligan a mantener ejércitos de diferente composición para hacer frente a las distintas amenazas. Contra Francia primaban los ingenieros y la artillería, mosqueteros y granaderos –una novedad en ese tiempo– contra los príncipes alemanes y caballería ligera e irregulares contra las incursiones de los turcos y de los rebeldes húngaros calvinistas liderados por Imre Thokoly. El Emperador Leopoldo I sabía que no podría combatir contra todos si los turcos atacaban, por lo que inició, desde 1680, una campaña entre todas las potencias europeas: si cae Viena el resto de Europa no estará a salvo, Austria es la frontera y baluarte de Europa....(Continuará)

Comentarios
tracking