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27 de abril de 2024

Kim Jong-il era un apasionado del cine

Kim Jong-il era un apasionado del cine

Cuando Corea del Norte secuestró a un cineasta surcoreano para hacer mejores películas

Shin Sang-ok fue retenido por orden de Kim Jong-il para hacer cine propagandístico destinado a ayudar a obtener un mayor reconocimiento global del cine norcoreano

En 1966, el futuro presidente de Corea del Norte, Kim Jong-il, ingresó en el Departamento de Propaganda y años más tarde pasaría a dirigir la División de Artes y Cinematografía. Como director realizó películas y óperas que ensalzaban la figura de su padre Kim Il-sung. Es más, «llevó las artes norcoreanas a una dirección específica marcada para asegurar el poder de su padre: bajo su tutela, se produjeron nuevas producciones, ensalzando la guerra contra Japón del dictador norcoreano y la de sus camaradas en Manchuria durante los años 30», escribió el historiador Charles K. Armstrong en su libro Tiranía de los débiles: Corea del Norte y el mundo de 1950-1992.

Pasión por el cine

Su ambición combinada con su gran interés por el cine le llevó a ir más allá hasta convertir sus producciones en armas de guerra. Para su propósito necesitaba ayuda y como si de un guion propio de Hollywood se tratase, secuestró al director surcoreano de cine Shin Sang-ok y a su esposa la actriz Choi Eun-hee. Fueron retenidos durante ocho años y forzados a mejorar la industria cinematográfica del aislado país. «Si continuamos proyectando cine occidental sin ningún tipo de control, entonces la población solo tendrá pensamientos nihilistas sobre patriotismo. Podemos incrementar el producto, pero así solo conseguiremos que idealicen Occidente», declaró Jong-il.
El dictador Kim Jong-il junto al matrimonio de artistas surcoreanos, Shin Sang-ok y Choi Eun-hee

El dictador Kim Jong-il, junto al matrimonio de artistas surcoreanos Shin Sang-ok y Choi Eun-hee

Shin Sang-ok era uno de los directores más creativos y revolucionarios de Corea del Sur en los años 50 y 60 y su talento le valió el calificativo de «el príncipe del cine» surcoreano, así como la Medalla Cultural de la corona de oro, el honor más grande para un artista de ese país. El cineasta trató temas como la prostitución en Corea del Sur durante la intervención militar norteamericana, los efectos de la guerra de Corea y el daño psicológico que provocó en los ciudadanos. Algunas de esos proyectos estaban protagonizadas por su esposa desde 1954, Choi Eun-hee, considerada una de las mejores actrices de la época.
La censura a la que se vio sometida la industria cinematográfica en los años 60 hizo que a directores como Shin se les prohibiese la producción o dirección de cintas que hablaran de violencia, guerra, política, sexo u otros elementos que fueran considerados tabú o inapropiados para la sociedad. Por su parte, en el norte, Kim Jong-il miraba con envidia los pasos agigantados que otras industrias del cine realizaban, mientras que sus propias producciones carecían de vida, por lo que para asegurarse de que el cine norcoreano tuviese voz se le ocurrió la brillante idea de secuestrar a la pareja de artistas más reconocidos del país vecino.

Un secuestro de película

En 1977, aprovechando que la carrera de la actriz Choi estaba en declive, un agente norcoreano se hizo pasar por un empresario de Hong Kong con una propuesta difícil de rechazar: le ofrecía formar parte en una película en la ciudad china aparte de la posibilidad de dirigir una academia de interpretación que le haría recuperar su estatus, si no en el cine, por lo menos económico. Sin embargo, la oferta resultó ser falsa y fue raptada en la bahía Repulse y llevada a Corea del Norte en enero de 1978, donde recuperó la vida de lujos que dejó en el Sur. Se dice que el hijo del dictador norcoreano le mostró las producciones de cine, ópera y musicales de Pyongyang para preguntarle sobre su opinión.
Tras el divorcio con la actriz en 1976, Shin Sang-ok formó otra familia, pero al enterarse de la desaparición de su exmujer comenzó a buscarla, y de hecho se pensó que él estaba involucrado en el crimen. En uno de sus viajes a Hong Kong, el director fue secuestrado y llevado también a Corea del Norte, donde se le otorgó todas las facilidades y lujos para vivir. Al poco tiempo, Shin intentó escapar en dos ocasiones, pero acabaría encarcelado durante cinco años y puesto en libertad en 1983, año en el que se reunió con la actriz en una fiesta organizada por Kim.
A partir de aquel momento, ambos (y nuevamente casados) formaron una alianza para sobrevivir como prisioneros en aquel extraño país, creando nuevas películas y levantando una nueva productora. Durante su estancia en el Norte grabaron diecisiete películas en 27 meses. Su primera obra fue Un emisario sin regreso, que ganó el premio a mejor director en un festival de Checoslovaquia, su segunda cinta Amor, amor, mi amor se convirtió en un exitazo al presentar el primer beso en una película de Corea del Norte.
Fotograma de Pulgasari

Fotograma de Pulgasari

La apertura y el reconocimiento que buscaba Kim Jong-il estaba obteniendo sus frutos. A pesar de la gran libertad que le otorgó el futuro mandatario norcoreano, el tinte propagandístico estaba presente de una forma u otra. La más notable fue su última producción, titulada Pulgasari, conocida como la versión norcoreana de Godzilla. En la cinta los monstruos se unían a los campesinos para enfrentarse a los terratenientes, una crítica poco velada del capitalismo, representado por un imperio que aplasta a los pobres campesinos, los cuales viven en una comunista igualdad defendiéndose unos a otros.
Tras ocho años de cautiverio, la pareja consiguió escapar engañando y ganando la confianza de Kim. Después de la grabación de Pulgasari, ambos viajaron a Viena a petición del cinéfilo Kim para busca financiamiento para otra película. Durante su estancia en el hotel pidieron a unos empleados que llamaran a la embajada de Estados Unidos para pedir asilo. El matrimonio tenía grabadas conversaciones de ellos con Kim en los que este afirmaba haberlos secuestrado y servirían para probar su inocencia. Shin y Choi vivieron un tiempo en Estados Unidos, trabajando en la industria del cine, pero tiempo después regresaron a Corea del Sur. Por su parte, el Gobierno de Corea del Norte negó haberlos secuestrado y su industria cinematográfica nunca se recuperó.
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