Quevedo y la Conjuración del duque de Osuna: ¿fue un agente secreto en la Venecia del siglo XVII?
Pablo Antonio de Tarsia, biografía del escritor afirma que «fue a Venecia acompañado de un francés, Jacques Pierre, y otro caballero español a hacer una diligencia de gran riesgo. Allí le sorprendió la Conjuración y tuvo la dicha de poderse retirar sin daño de su persona, en hábito de pobre»
El conde Emilio Targhetta comentaba que las calles de Venecia son un palacio sin techo. Y en ese palacio estuvo el escritor Francisco de Quevedo. Algunos aseguran que en 1618 y otros que en 1617. Ciertas investigaciones ponen en entredicho que en 1618 estuviera ahí, porque no se movió de Madrid, incluso hay un registro notarial. A lo mejor, la presencia poco convencional del personaje hizo que alguno creyera verlo vagabundear por esas calles «sin techo» un año después de su marcha. El error, por así decirlo, lo cometió Pablo Antonio de Tarsia quien, en la primera biografía del autor, afirma que «fue a Venecia acompañado de un francés, Jacques Pierre, y otro caballero español a hacer una diligencia de gran riesgo. Allí le sorprendió la Conjuración y tuvo la dicha de poderse retirar sin daño de su persona, en hábito de pobre, todo andrajoso, se escapó de dos hombres que le siguieron para matarle».
Esta es la historia que Tarsia nos relató. ¿Qué hay de verdad? También hemos hablado de Conjuración, ¿a qué nos referimos? Y, por último, queda hablar de otro personaje, el Duque de Osuna. Todo esto lo desgranaremos a continuación.
La Conjuración del Duque de Osuna
Quevedo era secretario de Juan Téllez-Girón y Enríquez de Ribera, IV duque de Osuna. A parte de Tarsia, también tenemos el testimonio de Diego Duque de Estrada. Este relata que la Conjuración fue un plan que trazó el Duque de Osuna. El motivo era la poca cordialidad que existía entre España y Venecia. A pesar de la alianza en la batalla de Lepanto, Venecia quería dominar el tráfico marítimo en el Adriático y el Mediterráneo, que estaba en poder de los españoles. A esto debemos añadir que los Habsburgo dominaban Génova, que era el núcleo de lo que se conoce como «Camino español». Desde ahí los tercios podían atravesar Europa. Todo esto provocaba la enemistad de Venecia con España.
El Duque de Osuna, virrey de Nápoles, estuvo en desacuerdo con el tratado como con los compromisos de la corona española
En aquella época el Duque de Osuna era virrey del Reino de Nápoles. En medio de todo esto, el 26 de septiembre de 1617, se firmó el Tratado de Madrid. En él mediaron España, el Vaticano y Francia. El tratado devolvía la paz entre la República de Venencia y los Habsburgo. Puso fin a la guerra Gradisca o de los Uscocchi. El Duque de Osuna, virrey de Nápoles, estuvo en desacuerdo con el tratado como con los compromisos de la corona española. Por ello continuó su campaña marítima con la flota que había creado pagándola de su bolsillo.
Es en este momento que planea la Conjuración de Venecia. Las crónicas venecianas afirman que los integrantes del complot fueron el duque de Osuna; Pedro de Toledo Osorio, marques de Villafranca del Bierzo, gobernador de Milán, y Alonso de la Cueva y Benavides, marqués de Bedmar, embajador de España en Venecia. Estos manipularon a un grupo de mercenarios franceses. Todos ellos debían provocar una situación de caos e inestabilidad que debía favorecer la intervención de la escuadra española, que estaba atracada en el Adriático.
Duque de Estada cuenta en sus memorias que estaba previsto un asalto el día de la Ascensión. Aquel día las autoridades venecianas llevaban a cabo una procesión por la laguna a bordo del Bucintoro. Aquel acto era ideal para que los conspiradores pudieran realizar su trabajo. Escribe Duque de Estrada que «a la hora que el Bucintoro y el Senado estuviesen en la función del desposorio del mar, los de la torre de San Marco tenían orden de tocar la campana, en cuyo punto se había de acudir a matar los guardias del Arsenal, y los artilleros asestar las piezas y echar a fondo el Bucintoro con todo el Senado de Venecia».
Con la muerte del Duce se conspiraría para imponer un gobierno favorable a los intereses de España. Los mercenarios franceses también debían sobornar a sus compatriotas para luchar en las galeras, mientras el marqués de Bedmar se aseguraba la neutralidad de la Gran Bretaña y Francia.
Y como ha pasado muchas veces a lo largo de la historia, una traición acabó con todo
Este plan empezó a idearse en el 1617, estando Quevedo con el duque de Osuna en Nápoles. Quevedo regresó a España y no es inverosímil que antes pasara una temporada en Venecia. Las cancillerías de Venecia y Francia acusaron a Quevedo como cómplice del duque de Osuna. Por su dominio del veneciano y conocedor de los lugares menos recomendables, pudo buscar a las personas adecuadas para la conjuración. Estas cancillerías lo consideraban mordaz, borracho, orgulloso y pendenciero.
Y como ha pasado muchas veces a lo largo de la historia, una traición acabó con todo. El 9 de abril del 1618 se advirtió a los gobernantes de Venecia, a través de una carta anónima, de lo que pasaría. También uno de los franceses traicionó a sus compañeros. El 12 de mayo de 1618 Nicolás Renault, cabecilla de los franceses, fue arrestado. Poco tardó en confesarlo todo. Las detenciones se iniciaron el 19 de mayo. Muchos de ellos fueron ejecutados, sin juicio previo. Otros murieron asesinados en medio de los túmulos que se organizaron como protesta.
El marqués de Bedmar, para protegerse señaló al Duque de Osuna y a Francisco de Quevedo como responsables. Los túmulos asediaron las embajadas de España y Francia. El 20 de junio de 1618 el Consejo de los diez hizo quemar los monigotes del duque de Osuna y Quevedo. Asimismo, afirmaron que el complot español para derrocar al Duce y cambiar el poder veneciano había fracasado.
A pesar de lo explicado, el duque de Osuna y Francisco de Quevedo siempre negaron todo lo que hemos narrado. A pesar de ello, y aunque originalmente se les creyó, el duque de Osuna cayó en desgracia y fue sustituido, en el 1620, como virrey de Nápoles por Cristóbal Gómez de Sandoval Rojas y de la Cerda, duque de Uceda. Sin embargo, la propaganda de los hechos la ganó Venecia y el romanticismo del siglo XIX construyó una leyenda negra sobre la Conjuración de Venecia, adornándola y transformándola en beneficio de Venecia y en detrimento de España.