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04 de mayo de 2024

María de Molina presenta a su hijo Fernando IV en las Cortes de Valladolid de 1295

María de Molina presenta a su hijo Fernando IV en las Cortes de Valladolid de 1295Antonio Gisbert Pérez

Picotazos de historia

El desastre de la vega de Granada o la batalla que costó la vida a dos infantes del reino de Castilla

El ejército castellano perdió todas sus armas de asedio, el botín conseguido durante la campaña, además de todas las armas y bagajes, dando nuevos ánimos al deprimido reino nazarí

Año de gracia de 1319, el Infante don Pedro de Castilla (1290 – 1319), hijo de Sancho IV y de doña María de Molina, regente del reino durante la minoría de edad de Fernando IV, había tomado el castillo de Tiscar en la provincia de Jaén. El Infante había reunido tropas y encargado la construcción de grandes maquinas de guerra, ahora esperaba la llegada del otro regente de Castilla: su tío el Infante don Juan, conocido como «el de Tarifa» por su destacada actuación en la toma de esta ciudad, quien venía desde Sevilla trayendo con él tropas de refresco y las maquinas de guerra. El ataque al reino de Granada constituía una violación de las treguas firmadas con el Rey Ismail I.
Los dos infantes juntaron sus huestes en Alcaudete y continuaron la marcha hasta Moclín. Tomaron la villa de Íllora pero no pudieron hacerse con su castillo y el Infante don Pedro no estaba dispuesto a perder tiempo, ansioso como estaba de llegar cuanto antes a Granada. El sábado 23 de junio llegaron a Albolote, a penas a siete kilómetros de Granada. Hay que mencionar que las relaciones entre tío y sobrino eran muy tensas, además el Infante don Juan no se encontraba bien, si había acompañado a las tropas era por el temor de dejar solo a su sobrino, demasiado impulsivo, y el temor de que ganara demasiada fama y ascendente sobre las tropas.

El ataque al reino de Granada constituía una violación de las treguas firmadas con el Rey Ismail I

El domingo 24 permanecieron en Albalote, mientras el Infante don Pedro estaba ansioso por avanzar el infante Don Juan postulaba por la retirada. La mayoría de las tropas apoyaban la decisión del Infante don Juan, considerándola más prudente y juiciosa. Viéndose sobrepasado, no tuvo más remedio que ceder el Infante don Pedro.
El 25 de junio se inició la retirada. En vanguardia el Infante don Pedro y sus tropas, consideradas como más veteranas; en la retaguardia el Infante don Juan con las suyas, más bisoñas, y las maquinas de asedio que embarazaban y retrasaban a todos, tanto en el avance como en la retirada. Este fue el gran error. Ismail I de Granada, enterado de la retirada de los cristianos, entregó el mando de toda la caballería y de unos miles de auxiliares de infantería a un joven caudillo benimerí que ya había mostrado sus dotes militares: Utmán ben Abi l Ula conocido por los cristianos como Ozmín. Ismail ordenó al joven caudillo que acosara a los cristianos hasta echarlos de Granada.
La retirada empezó a desorganizarse. El fuerte calor junto con el acoso de los musulmanes, empezó a afectar a la moral de los cristianos que se fueron descorazonando rápidamente. Intentó poner orden el Infante don Pedro. Gritó, amenazó y parecía que con su sola fuerza de voluntad y presencia iba a contener el creciente temor de las tropas cuando, de repente, cayó del caballo fulminado. La combinación del calor, la armadura, la fatiga, el cabreo monumental y alguna cosa más que me dejo en el tintero, todo junto produjo una muerte inmediata. Se quedó seco a la vista de todos. ¡Lo mejor para la moral!
Informado el Infante don Juan de la muerte de su sobrino tomó el mando pero la situación se estaba tornando cada vez más crítica. Las tropas son sensibles, como el ganado, a esos extraños arrebatos irracionales que se apodera de ellos y les arrebata la voluntad: el pánico. La disciplina se había roto y prácticamente todos ya solo miraban por si mismos.
El Infante don Juan ya tenía su salud quebrada desde antes de la campaña, el cúmulo de emociones y su mala salud dieron en una apoplejía, que por mala suerte también fue a la vista de todos, que acabó con su vida de forma fulminante en el llamado hoy Cerro de los infantes, en el municipio de Pinos Puente.
Sepulcro del Infante Juan de Castilla

Sepulcro del Infante Juan de Castilla

Esto ya fue demasiado para las tropas que habían visto caer fulminados a sus dos comandantes. El ejército castellano perdió todas sus armas de asedio, el botín conseguido durante la campaña, además de todas las armas y bagajes, dando nuevos ánimos al deprimido reino nazarí. Por la parte cristiana la muerte de los dos infantes despejaba el camino al ambicioso don Juan Manuel, señor de Villena.
Este, en ese momento de crisis y desconcierto general, fue el único que mantuvo fría la cabeza: hizo llamamiento en sus tierras a las armas (apellidar la tierra, se decía entonces), reunió huestes y aseguró la frontera con Andalucía mientras hacía planes para el futuro. Así fue el desastre de la Vega de Granada que costó la vida a dos infantes que eran los regentes del reino de Castilla.
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