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Imagen del Santísima Trinidad, un cautro puentes con 140 bocas de fuego

Imagen del Santísima Trinidad, un cautro puentes con 140 bocas de fuegoWikimedia

Estos son los diez diseños que Carlos III descartó para elegir la bandera nacional

El monarca encomendó al ministro de Marina, Antonio Valdés, un proyecto para que los barcos españoles fueran reconocidos con facilidad en alta mar

Desde principios del siglo XVIII las banderas que enarbolaban los buques de la Armada española presentaban el escudo real sobre un fondo blanco, un color propio de la Casa de Borbón, una dinastía que gobernaba en buena parte de Europa. Por lo que no solo era usada por España, sino que también se podían ver en los buques de Francia, Nápoles, Parma o Sicilia.

Antiguos pabellones reales, según el boceto de Antonio de Caula

Antiguos pabellones reales, según el boceto de Antonio de CaulaArchivo Histórico de la Nobleza

Esto provocó graves confusiones durante los enfrentamientos navales, pues unido a las inclemencias del tiempo o la simple lejanía de las naves entre sí hicieron habitual los equívocos y ataques a navíos propios o aliados. Esto fue lo que sucedió precisamente: un buque británico confundió a un español por otro de nacionalidad diferente y lo hundió.

Tras este suceso, Carlos III decidió poner fin a la confusión y en 1785 encargó al ministro de Marina, Antonio Valdés, la misión de diseñar una bandera de fácil identificación. Respondiendo a la petición del monarca, Valdés presentó doce diseños en los que predominaban los colores rojo y amarillo, pero también otros como el blanco y el azul.

Los doce diseños que presentó Antonio Valdés

Los doce diseños que presentó Antonio Valdés, según el boceto de Antonio de CaulaArchivo Histórico de la Nobleza

Las cuatro primeras banderas que aparecen en el boceto combinaban los colores de Aragón: el amarillo y el rojo, que también se identificaba con Castilla y con los símbolos militares tradicionales anteriores a la Casa de Borbón. Por su parte, la segunda fila de banderas utilizaba el color dinástico (el blanco) y el rojo. Mientras que, para los cuatro últimos diseños, Valdés se inspiró en los modelos escandinavos, cuyo brazo mayor de la cruz facilitaba su visibilidad.

De los doce modelos, el rey eligió dos. Uno para la Marina de Guerra y el otro para la Marina Mercante, diferentes entre sí en forma, pero ambos de los colores rojo y amarillo, que además de representar la histórica unión de los reinos de Castilla y Aragón también eran colores con una alta visibilidad en el mar.

Por otro lado, según indicó el académico y militar Hugo O’Donnell y Duque de Estrada, duque de Tetuán, en un acto con ocasión del 175 aniversario de la bandera, Carlos III pudo rechazar los diseños con el color blanco con la intención «de desplegar una política independiente» de Francia.

De esta forma, por Real Decreto de 28 de mayo de 1785 se establecía como distintiva de la Marina de Guerra y la Mercante la bandera roja y amarilla, con algunas modificaciones: la franja central amarilla debía ser más ancha que las rojas para dar cabida al escudo real, que reducía a un castillo y un león con la Corona Real encima, sustituyendo a los mismos acuartelados, que figuraban en el proyecto inicial presentado.

Los modelos escogidos por Carlos III

Los modelos escogidos por Carlos III, según el boceto de Antonio de CaulaArchivo Histórico de la Nobleza

Esto era lo que establecía para la Marina, por ello era familiar ver esta bandera en los pueblos costeros. Sin embargo, los demás cuerpos militares siguieron utilizando sus propias banderas: a mediados del siglo XIX todavía existía una enorme variedad de estandartes de larga tradición histórica como la cruz de san Andrés o aspa de Borgoña.

Esto significaba que aún no existía unificación y tampoco una enseña que representara a toda España. Aquella unión llegó bajo el reinado de Isabel II que, entre otras iniciativas, se decidió la uniformidad de los diversos cuerpos e institutos bajo el estandarte rojo y gualda. De esta manera, mediante Real Decreto dado a 13 de octubre de 1843, el Gobierno provisional en nombre de Isabel II decretaba que: «las banderas y estandartes de todos los cuerpos e institutos que componen el ejército, la armada y la Milicia Nacional serán iguales en colores a la bandera de guerra española, y colocados estos por el mismo orden que lo están en ella».

En este mismo decreto, esta «bandera de guerra», la roja y amarilla establecida en 1785 para la Marina, se equiparaba a «bandera nacional» y «símbolo de la monarquía española», según advierte el Archivo Histórico de la Nobleza.

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