Agustin de Foxa y y Torroba
Agustín de Foxá, del Madrid de las checas a la diplomacia franquista
En Madrid también sufrió la represión republicana, los abusos, asesinatos de sacerdotes, monjas y opositores y la creación de las checas, que describió en su libro Madrid de corte a checa
Agustín de Foxá nació el 28 de febrero de 1906 en la casa de sus padres de Atocha 62, Madrid. Este mismo día se produjo la conversión al catolicismo de la Princesa Eva de Battenberg, hecho que según Luis Sagrera le gustaba recordar. Existen varias biografías o comentarios sobre la vida de este diplomático español. No obstante, para introducir su figura, un tanto olvidada y denostada, me permito seguir parte de la biografía de un compañero de profesión del autor: Luis Sagrera y Martínez Villasante. Su libro Agustín de Foxá una aproximación a su vida y obra, es el texto que a mi parecer más se aproxima a la intimidad del autor, que siendo poeta y diplomático es importante conocer.
Suena a tópico literario, pero la infancia y adolescencia de Foxá en Madrid se reflejará en su obra literaria de una forma prominente. «Este ambiente impregnado de un aire nostálgico, dormido y antiguo, trascurrieron la niñez, la adolescencia y la juventud de Foxá», describe Sagrera. Es también importante su lealtad a su colegio: El Pilar.
Con los marianistas se estrenó en la escritura y tras finalizar su instrucción prosiguió en contacto con el círculo marianista de antiguos alumnos que se reunían cada domingo para debatir sobre literatura, arte, historia, etc. Como nos cuenta Sagrera, «aquellos días del Pilar, en tiempos de la dictadura, constituyeron su aurora literaria». La vida acomodada, el colegio, la asidua visita a las corridas de toros y su familia. Durante la Segunda República, sufrió en Madrid la represión republicana, los abusos, el asesinato de sacerdotes, monjas y opositores y la creación de las checas, que describió en su libro Madrid de corte a checa.
Su infancia y juventud, con la familia unida, trascurrió entre Madrid y Vinuesa, ciudad soriana donde vivían los abuelos paternos de Agustín. También por Ciudad Rodrigo (Salamanca), a la que dedica varios poemas. Son estas tres localizaciones inspiración eterna para su literatura. Durante su juventud, estudió derecho en la Universidad Central de Madrid, y también realizó el servicio militar obligatorio.
Durante estos años pudo acudir al Teatro Real (antes de su cierre), lo que supuso una impresión muy fuerte, quedando maravillado por la ópera. Agustín frecuentó tertulias en locales como el Café de Recoletos o el Café Valera donde conoció a los hermanos Machado, «con Antonio Machado, pesadote, bonachón y tal mal vestido como él mismo, Foxá hablaba mucho de Soria y Vinuesa».
De Madrid a Manila pasando por Helsinki
En agosto de 1930 tras haber entrado en el Cuerpo Diplomático fue enviado a Bucarest. Este mismo año, empezó a escribir para ABC. Menos de un año después se trasladó a Sofía para cumplir con su nuevo mandato diplomático, coincidiendo con la proclamación de la Segunda República española lo que, en parte, precipitará su regreso a Madrid en marzo 1932. Ese mismo año se uniría a grupos literarios y artísticos que podríamos entender como neorrománticos por sus actividades conocidas como Crepúsculos y Visitas literarias a los cementerios románticos. Foxá continuó con su carrera diplomática a pesar del cambio de régimen.
Fue amigo de José Antonio Primo de Rivera y partidario del movimiento falangista como hizo Rafael Sánchez Mazas, Eugenio Montes, Pedro Mourlane Michelena, Jacinto Miquelarena y otros. Desde 1933 sería uno de los principales difusores del falangismo. Foxá era monárquico y en cierto modo el falangismo ocupó ese vacío político-social. Fue uno de los creadores del Cara al Sol, más tarde compondría el himno de las juventudes falangistas y el de la División Azul.
La Guerra Civil le encontró en Madrid y no consiguió salir hasta agosto del 1936. Se aproximó al gobierno republicano y se marchó a Rumanía como diplomático. En su novela inacabada, Misión en Bucarest, Foxá narró la situación de persecución y inestabilidad que sufrió al inicio de la guerra. Será asignado a Rumanía por el gobierno republicano, pero actuará en favor de los intereses del bando nacional. Posteriormente sería nombrado inspector del Servicio Exterior de Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET de las JONS). Tras la guerra fue nombrado líder de Falange Española en Italia hasta 1941. Allí quedaría maravillado por el encanto de la capital italiana.
Tras una temporada en Helsinki, como encargado de la sección de negocios, en 1943 regresó a Madrid donde pasará dos años. En 1945 es enviado a Montevideo, Uruguay. Desde allí se desplazará a otros países como Chile donde obtendrá gran reconocimiento por su obra poética. Se desplazó como nueva misión diplomática a Buenos Aires en 1947. En los años siguientes recorrió gran parte de Hispanoamérica en misión cultural, pronunciando conferencias y recitando poemas (acompañado en ocasiones de los poetas Leopoldo Panero y Luis Rosales). Todo ello enmarcado en un plan del régimen de Franco para dar una imagen positiva de España a nivel internacional, conocida como Misión Poética.
Su último puesto latinoamericano, en 1950, fue el de secretario de embajada en La Habana. La Habana se convirtió para el diplomático en un lugar de adoración y admiración, un hogar solamente superado por la patria. No obstante, debido al empeoramiento de su salud el 30 de septiembre de 1955 regresó a Madrid para no volver.
Es en estos años cuando entró a formar parte de la Real Academia Española. En julio de 1958 ascendió a ministro Plenipotenciario de tercera clase y fue destinado a la embajada de España en Manila. Pero nueve meses después debido al empeoramiento de su estado de salud regresó a España de urgencia para morir en su casa familiar en Ciudad Rodrigo, donde tantos veranos había pasado.
Desde el punto de vista periodístico, consiguió ofrecer una serie de testimonios de sus misiones diplomáticas de gran valor. Más allá de su ideología, que en este artículo no se elogia ni critica, su figura como diplomático y cronista de su tiempo permite descubrir un mundo concreto, detallado y sincero, que aporta contexto a los grandes hechos históricos que vivió.