Rocroi, el último tercio de Ferrer Dalmau
«Disparar con pólvora del rey», «irse a la porra» y otras expresiones que tienen su origen en los Tercios
Recopilamos ocho expresiones populares que proceden del periodo de la infantería de élite de los Austrias que dominó los campos de batalla de Europa
Son muchas las expresiones que encuentran su origen en situaciones de naturaleza militar. Así, nos encontramos con frases como «A buenas horas, mangas verdes», que utilizamos para expresar que algo llega demasiado tarde, cuando ya no es útil o necesario. Su origen lo hallamos en el siglo XV, cuando Isabel la Católica creó el primer cuerpo policial de España: la Santa Hermandad.
Sus integrantes, uniformados de verde, se ganaron la mala reputación de llegar siempre tarde a la hora de realizar sus diligencias, según cuenta el académico de la RAE Juan Gil en su libro La ocasión la pintan calva.
Además de esta, hay otra amplia cantidad de frases comunes que proceden del periodo de los Tercios de España, la «temible infantería del ejército de España», en palabras del historiador francés René Quatrefages. A continuación, recogemos ocho de ellas:
«Irse a la porra»
Esta expresión o su forma imperativa «vete a la porra» que significa tiene su origen en el siglo XVI y XVII cuando el tambor o sargento mayor de cada Tercio de Flandes dirigía los compases de sus hombres moviendo un gran garrote o bastón de mando llamado «porra». Cuando una columna en marcha hacía una parada prolongada, el sargento mayor hincaba en el suelo el extremo inferior de su porra y este punto se convertía en una especie de «zona de castigo» del campamento.
El Atambor o Tambor Mayo
«El bastón, clavado en cualquier lugar del campamento, marcaba el sitio donde tenían que acudir los soldados durante el descanso para sufrir el arresto impuesto por faltas leves que hubiesen cometido», tal y como explica José Mª Iribarren en su libro El porqué de los dichos.
El sargento ordenaba algo parecido a «¡Vaya usarced a la porra, seor soldado!». Con el tiempo, la expresión evolucionó para significar, de manera más general, el fastidio o el enojo con alguien. Un equivalente a un «lárgate» o «déjame en paz». En ocasiones también se utiliza para expresar que una tarea o proyecto ha fracasado, ha terminado mal o se ha arruinado por completo.
«Poner una pica en Flandes»
Esta frase coloquial es sinónimo de una dificultad rayana en lo imposible. «Su origen lo encontramos en tiempos de Felipe IV cuando la crisis generalizada de la monarquía hacía cada vez más inviable el mantenimiento del ejército de Flandes, que en el norte de Europa velaba por los intereses de España», explica el profesor del Departamento de Historia Moderna Antonio José Rodríguez Hernández en Canal UNED, la plataforma audiovisual de la universidad.
Según comenta Rodríguez Hernández en el vídeo, Flandes fue un continuo «foco de conflictos» a lo largo de la Edad Moderna «debido a la expansión del protestantismo», pero a su vez, fue «un verdadero muro de contención que salvaguardó a España de algunos de los principales enemigos, librándose en sus campos de batallas la mayor parte de los combates».
Tercios españoles en formación de combate
Es por esta razón por la cual, la monarquía procuró siempre enviar a Flandes a sus mejores y más fiables soldados sin importar el coste o la distancia. Sin embargo, con la crisis, llevar a un «piquero» (soldado que usaba la pica) para combatir en Flandes resultaba extraordinariamente caro.
«Se armó la de San Quintín»
«El nombre de esta famosa batalla ha pasado a ser un modismo popular», advertía ya en 1898 la revista Blanco y Negro al referirse a la batalla de San Quintín. Esta tuvo lugar el 10 de agosto de 1557, día de San Lorenzo, en el contexto de las Guerras Italianas. Descrita por Francisco de Cossío como «el punto más culminante del poder imperial español», la batalla enfrentó a las tropas de Felipe II, bajo el mando del joven duque de Saboya, Manuel Filberto, contra las fuerzas francesas que intentaban socorrer la ciudad sitiada.
«Pocas veces se han visto frente a frente dos ejércitos tan aguerridos y brillantes», subrayaba la revista. Y es que «el desorden no ha sido pequeño, puesto que cuatro o cinco mil caballos han derrotado a más de seis mil y a quince mil infantes», escribió un funcionario francés apellidado Delbène al cardenal François de Tournon, arzobispo de Lyon. Por todo ello, la expresión «se armó la de San Quintín» se utiliza hoy para describir una gran trifulca, desorden o escándalo.
«Hacer las cuentas del Gran Capitán»
Utilizamos hoy la expresión «las cuentas del Gran Capitán» para ridiculizar explicaciones exageradas, inverosímiles o poco serias, o incluso para negar la obligación de dar explicaciones a quien no tiene derecho a pedirlas. Su origen se vincula a una célebre anécdota tradicional, protagonizada por Gonzalo Fernández de Córdoba, conocido como el Gran Capitán, y Fernando el Católico.
Según cuenta la tradición, tras la exitosa campaña en Nápoles en 1504, en la que el Gran Capitán venció con apenas 6.000 soldados de a pie y 700 jinetes a un ejército francés muy superior, el rey Católico le exigió cuentas detalladas de los gastos. Aquella petición habría sorprendido al general cordobés, que actuó con valentía y escasos recursos proporcionados por la Hacienda real. Como respuesta, y en tono irónico, Fernández de Córdoba presentó un listado absurdo:
«Por picos, palas y azadones, cien millones de ducados; por limosnas para que frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil ducados; por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de la batalla, doscientos millones de ducados; por reponer las campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados; y, finalmente, por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados».
El Gran Capitán recorriendo el campo de la batalla de Ceriñola, por Federico de Madrazo (1853)
«Al enemigo que huye, puente de plata»
Según indica el Instituto Cervantes, este refrán lo utilizaba el Gran Capitán como máxima militar en sus campañas. «Recomienda evitar a toda costa a los enemigos. Cuando un contrincante abandona, conviene darle facilidades para que se marche y, de este modo, nos deje tranquilos», explica el portal del Instituto Cervantes.
En la actualidad se emplea la frase en contextos más amplios y no solo militares. «En general, se recomienda facilitar, incluso de manera obsequiosa, la partida de un competidor o de quien pueda causarnos daño», concluye la institución.
«Disparar con pólvora del rey»
Para señalar que alguien gasta con generosidad o despreocupadamente cuando los recursos son ajenos se utiliza la expresión «disparar (o tirar) con pólvora del rey». Su origen se remonta a los tiempos de los Tercios españoles, cuando los soldados debían pagar de su propio bolsillo la pólvora que utilizaban en combate. Solo en situaciones excepcionales, como un asedio, recibían pólvora proporcionada por la Corona desde los almacenes de artillería reales.
'Batalla de Pavía'. Obra de Augusto Ferrer-Dalmau
Esta «pólvora del rey», al no costarles nada a los soldados, se usaba con mayor libertad, sin escatimar, lo que dio lugar al sentido figurado que tiene la frase en la actualidad: actuar sin medida porque el gasto lo asume otro.
«Camarada»
Aunque no se trata de una frase hecha, sino de una palabra, su origen está relacionado con los Tercios. Cuando sus soldados tenían que prolongar su estancia en algún lugar se reunían en grupos de ocho o diez y compartían la misma «cámara» o habitación, contribuyendo a los gastos comunes. Estas camaradas se convirtieron en «un poderosísimo factor de cohesión interna que diferenciaba a nuestros Tercios de otros ejércitos de la época», según explica la plataforma de la Asociación Amigos del Camino Español, que se encarga de promover la memoria de esta ruta histórica entre Milán y Bruselas, tal y como recoge su carta de presentación.
Así daba cuenta a su respectiva Signoria, un embajador veneciano informando, a principios del XVII, de una de las razones de la fortaleza de los Tercios Viejos: «Hacen la ‘camareta’, esto es, se unen ocho o diez para vivir juntos dándose entre ellos fe y juramento de sustentarse en la necesidad y en la enfermedad como hermanos. Ponen en esa camareta las pagas reunidas y proveyendo primero a su vivir y después se van vistiendo con el mismo tenor, el cual da satisfacción y lustre a toda la compañía».
Batalla de Gravelinas, 13 de julio de 1558. Obra de José Daniel Cabrera Peña
«Bicoca»
La palabra bicoca hace referencia a la batalla que se libró el 27 de abril de 1522 entre las tropas imperiales de Carlos V y una coalición formada por franceses, suizos y venecianos. El ejército imperial, compuesto por arcabuceros españoles, lansquenetes alemanes y lanceros, flanqueados por la caballería, se impuso de forma contundente a los piqueros suizos y a sus aliados, infligiendo numerosas bajas y casi sin pérdidas propias.
Tal fue la facilidad y el provecho de la victoria, que el topónimo Bicocca acabó dando origen en español a la palabra «bicoca», con el significado de algo fácil, barato o sencillo de conseguir. «El saldo de la contienda fue tan extraordinario y el balance de lo conseguido tan favorable al emperador Carlos V que el nombre de la batalla se convirtió en una palabra castellana con significado propio», indica nuestro colaborador Bernard Durán en un artículo publicado en este medio.