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Retrato de Sancho I, realizado en el siglo XIX

Retrato de Sancho I, realizado en el siglo XIX

El rey que fue depuesto por su obesidad: así fue la dieta de Sancho I que le devolvió el trono

Tenía dificultades para montar a caballo y para ejercer la vida activa que, en aquella época, se consideraba esencial para un rey capaz de defender su territorio

En el año 956 el rey de León Sancho I fue apartado del trono debido a su obesidad, que le impedía desempeñar las funciones militares que se esperaban de un monarca medieval. Tenía dificultades para montar a caballo y para ejercer la vida activa que, en aquella época, se consideraba esencial para un rey capaz de defender su territorio. ¿Quién fue este rey apodado «el Craso»?

Hijo de Ramiro II y Urraca Sánchez, Sancho nació hacia el 935 y falleció a finales del 966. Se le conoció por el apodo de «el Craso» o «el Gordo». Gobernó el Reino de León en dos periodos. Accedió al trono tras la muerte de su hermano Ordoño III en el año 956. Su primer reinado fue corto, pues fue considerado incapaz de gobernar por su corpulencia, lo que llevó a una rebelión de la nobleza liderada por Fernán González de Castilla, que lo depuso y proclamó rey a Ordoño IV, conocido como «el Malo». Esto ocurrió en el año 958. Sancho I regresó al poder en 960 y gobernó hasta su muerte en 966. Su reinado fue turbulento, marcado por continuas rebeliones de los nobles.

Algunas fuentes tardías señalan que murió envenenado, posiblemente con una manzana, aunque no hay pruebas contemporáneas que lo confirmen. Le sucedió en el trono su hijo, Ramiro III.

'Dos reyes de España', obra de Alonso Cano. El rey de la izquierda representa a Sancho I de León, llamado "el Craso", y el de la derecha, seguramente representa a su hijo Ramiro III

'Dos reyes de España', obra de Alonso Cano. El rey de la izquierda representa a Sancho I de León, llamado «el Craso», y el de la derecha, seguramente representa a su hijo Ramiro III

¿Era incapaz de gobernar su reino? Según los parámetros de la época, sí. Las crónicas señalan que Sancho I padecía una obesidad extrema que le impedía montar a caballo, empuñar la espada o ponerse al frente de sus tropas. Por ese motivo fue depuesto. Sin embargo, decidió someterse a un tratamiento para recuperar la salud y con ella su trono.

La milagrosa dieta para recuperar el trono

La historia de la «dieta» de Sancho I de León es una de las anécdotas más fascinantes de la medicina y la diplomacia medievales. Despojado de su reino, se refugió en la corte de su abuela materna, la reina Toda Aznárez, en Pamplona. A pesar de su avanzada edad, Toda era una mujer de gran carácter y ambición política, y estaba decidida a ayudar a su nieto a recuperar su legítimo trono.

Comprendió que no bastaría con el apoyo militar: Sancho necesitaba curarse de su enfermedad y recuperar el prestigio necesario para reinar. Consciente de que en los reinos cristianos del norte no existían médicos capaces de tratarlo, la reina tomó una decisión audaz.

Buscó ayuda en la corte del califato de Córdoba, entonces el centro cultural y científico más avanzado de Europa. El califa Abderramán III aceptó la petición de la reina Toda, tanto por interés político como familiar, ya que ambos descendían de la noble Onneca Fortúnez, lo que los hacía parientes lejanos.

Embajada de Juan de Gorze a Abderramán-III (1885). Obra de Dionisio Baixeiras

Embajada de Juan de Gorze a Abderramán-III (1885). Obra de Dionisio Baixeiras

El califa aprovechó la ocasión para estrechar lazos diplomáticos con Navarra y demostrar la superioridad de la ciencia andalusí. Envió a su médico y consejero judío, Hasday ibn Shaprut, uno de los sabios más renombrados de la época, experto en medicina, botánica y diplomacia. Viajo, pues, a Pamplona para examinar a Sancho y acordar los términos de la alianza, que incluían el tratamiento médico y el apoyo militar del Califato para devolverlo al trono de León. A cambio, la reina Toda ofreció al califa ciertas concesiones políticas y territoriales en la frontera.

Tenemos así a Hasday ibn Shaprut en la corte de Pamplona. ¿En qué consistió el tratamiento? Según las crónicas árabes, el médico sometió al rey a un régimen muy estricto de ayuno controlado, infusiones de hierbas, baños medicinales y ejercicio físico moderado.

La versión popular que asegura que Hasday le cosió la boca dejando solo un pequeño orificio para beber pertenece a relatos tardíos, sin base documental, y debe entenderse como una metáfora de la severidad del tratamiento y de la disciplina exigida. Durante varias semanas, Sancho siguió una dieta líquida y perdió una parte significativa de su peso. Al término del tratamiento, había recuperado fuerza y movilidad, y pudo volver a montar a caballo.

El tratamiento fue un éxito. Sancho I, restablecido, viajó al sur para coordinar con el califa la ofensiva militar que le permitiría recuperar el trono. Con la ayuda de tropas enviadas por Abderramán III, Sancho derrotó a Ordoño IV y fue repuesto como rey de León en 960.

Aunque su segundo reinado estuvo marcado por nuevas tensiones con la nobleza, Sancho mantuvo el trono hasta su muerte en 966.

Esta historia del tratamiento del rey Sancho I no solo constituye un episodio singular de la medicina medieval en Al-Ándalus, sino también un ejemplo excepcional de diplomacia y cooperación entre culturas rivales. Mientras que la reina Toda supo recurrir a la ciencia andalusí para devolver la salud a su nieto, el califa Abderramán III aprovechó la ocasión para fortalecer su prestigio y su influencia política en el norte.

La pregunta final de todo esto sería, ¿por qué motivo la reina de Pamplona se puso en contacto con el califa de Córdoba? Lo cierto es que entre ambos existía un vínculo familiar lejano, habitual en la nobleza de la época. La reina Toda Aznárez era nieta de Onneca Fortúnez, hija del rey pamplonés Fortún Garcés, mientras que el califa Abderramán III era bisnieto de esa misma Onneca, fruto de su matrimonio con el emir Abd Allah de Córdoba. Este parentesco remoto, recordado por ambos, sirvió para estrechar la alianza diplomática entre Pamplona y Córdoba.

Así, la historia del «rey gordo» se convirtió en una muestra única de cómo, incluso en tiempos de guerras y fronteras, la ciencia y la razón podían tender puentes allí donde las espadas los rompían.

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