Campo de concentración de Stutthof
Picotazos de historia
Stutthof, el primer campo nazi fuera de Alemania y el último en ser liberado en 1945
Se ordenó su construcción el día 2 de septiembre de 1939, al día siguiente del inicio de la invasión de Polonia
El campo de concentración de Stutthof no fue ni el mayor ni el más siniestro y conocido de los campos de exterminio construidos por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.
Stutthof fue el primero que se levantó fuera de Alemania. Se ordenó su construcción el día 2 de septiembre de 1939, al día siguiente del inicio de la invasión de Polonia, y fue el último de los campos liberados por los aliados. Este último hecho se produjo el día 9 de mayo de 1945, dos días después de la rendición incondicional de Alemania.
Este campo se construyó aprovechando las preexistentes instalaciones policiales de detención construidas en las afueras de la ciudad de Danzig (actual Gdansk), y su primera y principal función fue acoger a la intelectualidad polaca. De noviembre de 1939 a marzo de 1940 se llevó a cabo una operación denominada Sonderaktion Krakau (Acción especial Cracovia), con el objetivo de la detención y eliminación de la intelectualidad y de la clase académica polaca, en concreto los componentes del claustro de la Universidad Jaguelónica de Cracovia y asociados.
En 1941 el campo se transformó en un centro para el cumplimiento de las condenas a trabajos forzados y, desde 1942, ya era un centro o campo de concentración para judíos y otras minorías marginadas por el nacionalsocialismo. De las 12 hectáreas de extensión iniciales, consideradas suficientes para contener a unos 3.500 prisioneros, se llegó a tener 120 hectáreas en donde se hacinaron más de 60.000 personas.
Los prisioneros de Stutthof comen durante un descanso en la construcción del campo, octubre de 1939.
Dentro de la corta historia que tuvo el campo, el día 23 de noviembre de 1941 tuvo lugar el importante acontecimiento de la visita del propio Reichsführer Heinrich Himmler. Esto supuso una bendición oficial y el campo pasó a depender de la IKL (siglas de la Central Administrativa de Campos; este organismo estaba integrado en la WVHA, que era la Oficina Principal Económico-Administrativa de las SS). Este era un paso importante, ya que Stutthof pasaba a integrarse dentro de los campos especiales gestionados por las SS, la seguridad interior (SD) y la Gestapo.
Para dar satisfacción a las cada vez mayores exigencias de la guerra, el campo de concentración tuvo que crear instalaciones secundarias o subcampos, todos dependientes del Konzentrationslager central de Stutthof. El personal se multiplicó hasta la cifra de 2.000 personas trabajando en las instalaciones, a los que había que sumar los infames kapos (presos que ejercían labores de supervisión de los prisioneros a cambio de ciertos privilegios).
Un prisionero de guerra polaco en posición de firmes en la Appellplatz de Stutthof, octubre de 1939
Entre las mejoras se contaban dos cámaras de gas; sin embargo, esta no fue la principal forma de eliminar a los internos. Stutthof se centró en la eliminación por medio del agotamiento en los trabajos forzados, las privaciones, los brotes de fiebres entéricas, la inyección letal, etc. Se calcula que por sus instalaciones pasaron entre 120.000 y 220.000 prisioneros, con un índice de muerte del 70 %.
El 25 de enero de 1945 el comandante del campo ordenó la evacuación total. Con todo, cuando los rusos llegaron al campamento, en el mes de mayo, encontraron a cien supervivientes escondidos y famélicos. Unos 11.600 prisioneros del campo iniciaron una marcha hacia el oeste. Estos desplazamientos de internos de campos de exterminio, en la fase final de la guerra, fueron conocidos como «marchas de la muerte» por el elevado índice de mortandad que tenían: por encima del 65 %.
Esta no fue una excepción y los supervivientes de Stutthof fueron protagonistas de sucesos como la llamada «matanza de Palmniken», en donde unos 3.000 judíos de Stutthof fueron arrojados al mar.
Ropa de las víctimas del campo de concentración de Stutthof, 9 de mayo de 1945.
Terminada la guerra, se iniciaron los procesos de investigación de los hechos sucedidos en el campo de exterminio. Los detenidos serían juzgados a lo largo de cuatro tandas conocidas como «los juicios de Stutthof», sentándose en el banquillo a miembros de las SS, supervisores y funcionarios a cargo del campo, así como a algunos de los odiados kapos.
El primer juicio se celebró en el Tribunal Especial Penal de Gdansk, iniciándose el día 25 de abril y terminando el 1 de junio de 1946. De los 13 acusados, 11 fueron condenados a muerte y los otros dos, a penas de entre tres y cinco años de prisión.
El segundo juicio se celebró del 9 al 31 de octubre de 1947. Hubo 24 acusados. Todos fueron declarados culpables y entre las penas se dictaron diez condenas a muerte.
Los tercero y cuarto juicios de Stutthof, con 20 y 27 acusados respectivamente, solo verían condenas de prisión. Ya no hubo más condenas a muerte.
Ejecución de los guardias del campo de concentración en Biskupia Gorka: Becker, Klaff, Steinhoff, Pauls (de derecha a izquierda) antes de la ejecución
Las ejecuciones de los condenados a muerte en el primer juicio están bien documentadas, ya que fueron ejecuciones públicas, anunciadas tres días antes por medio de la radio y la prensa, y que congregaron a una gran cantidad de gente (se habla de una cifra entre 60.000 y 100.000 personas). Los cadalsos se levantaron en una colina cercana a Gdansk llamada Biskupia Gorka (en alemán, Stolzenberg).
Hubo varias circunstancias que hicieron estas ejecuciones especiales:
Fueron públicas y publicitadas para asegurar la asistencia de todo aquel que quisiera asistir. La última de estas características celebradas en Polonia.
Se ofreció a los antiguos prisioneros supervivientes de Stutthof la posibilidad de participar en la ejecución. A estos voluntarios, que vestirían sus antiguos uniformes a rayas para la ocasión, se les encargó ayudar a los prisioneros a permanecer de pie y a ponerles el dogal de la horca al cuello.
Los condenados no murieron a consecuencia de la ruptura de las vértebras cervicales. Fuera por ignorancia o por cálculo premeditado, los reos saltaron de la rampa de un camión y la cuerda fue demasiado corta para producir la ruptura. El más rápido en morir estuvo 12 minutos pataleando; el que más tardó, duró 20 minutos.
Se ejecutó a cinco mujeres, supervisoras alemanas del campo.
Tras la muerte del último condenado, la multitud rompió los cordones de seguridad. Los patíbulos fueron asaltados, los cadáveres profanados. Hasta se vio a ciudadanos peleándose por la posesión de un trozo de la soga que había servido para ahorcar a uno de los criminales.
Después de este lamentable espectáculo —terrible pero catártico—, que ponía en evidencia el nivel de sufrimiento que había padecido el pueblo polaco durante la ocupación alemana, se prohibieron las ejecuciones públicas en Polonia.